Material de Lectura

 

“Happiness is a warm gun” Cary says*



Sábado 8

¿Qué harías si tropiezas con un tipo joven en la noche del sábado, y ese muchacho te dice, disculpe, pero tenemos tres niñas y nosotros somos dos, y a mí me parece que usted puede hacer de tercero, de El Tercero, me entiende?

¿Qué harías si asegura que las tres están bien, o que más bien están muy muy bien, y en definitiva nadie se ha puesto para nadie, porque las conocieron hará una hora y desde entonces andan él y un socio fuerte suyo con ellas haciendo tiempo como guagüeros adelantados, porque a donde quieren entrar es por parejas, y no acaban de tropezarse con amigo ni conocido ni nadie, y mira que han dado vueltas, por eso este muchacho se fue alante, para buscar a alguien que pareciera tipo chévere, gente sin lío, fácil, decente por lo menos, y no triple feo, te das cuenta?

¿Qué harías si te propone, un minuto, vuelvo en seguida, le digo a mi socio que se llegue, está esperando una seña al doblar de la esquina, voy hasta allí y lo llamo, para que lo vayas conociendo, o prefieres echar un ojo primero al material, podemos pasarte por delante, tú medio que te escondes y nosotros, caminando normal, sin verte, y si las niñas te caen bárbaro, sales, te plantas y saludas con aquello de descubrirnos, de toparte por casualidad con dos sociales, y si no te cuadra ninguna, no hay tema, nadie se va a ofender, está claro?

¿Qué harías si llega el amigo del joven, sin necesidad de ir a hacerle señas, y con toda desenvoltura se te planta delante, y sin disimulo, a la fresca, te chequea como oficial que revisa su tropa, porque parece que es él quien debe aprobar la elección, y los muchachos, a cual más flaco, con camisas de corte parecido, cambian miradas, y entonces se te hace evidente que les llevas como quince años, pero el definitivamente más flaco de los dos, el último en llegar, te extiende la mano y pregunta cómo te llamas, para cuando ellas vengan, porque ya viene para acá, para en cuanto aparezcan poder decirles, miren, es fulano el de la calle tal, la calle K, por ejemplo, o el hermano del amigo de Kiki el de la calle K, o el amigo del amigo, o cómo te parece que deba ser?

¿Qué harías si cuando a ellos les da por ir pronunciando rápidamente los nombres de las niñas y describiendo más rápido sus distintas figuras con detalles sobre sayas y peinados, hacen su aparición las que ellos han llamado niñas, y ocurren las presentaciones y tu bautismo como el amigo de Kiki el de K, que ellas de todas formas no conocen, y las muchachas sugieren, por qué no acabamos de entrar si ya estamos completos?

¿Qué harías si una de ellas, la de nombre con C entre Cora y Cary, la de la saya que te anunciaron con franja blanca y fondo azul, te declara igualito que su primo, el que es ingeniero, un filtro, que además toca o tocaba muy lindo la guitarra, que juega o jugaba cancha cantidad, que sabía y sigue sabiendo de asuntos de antenas como loco, y el tocaba y el jugaba te suenan a recordatorio que aclara, usted no es tan joven como nosotros, ésta no es tu liga, pero ella sigue hablando, explicando que le has traído al primo por la voz cuando dijiste tu nombre, aunque no es sólo por la voz, le parece, porque tú eres más callado, tanto, que ya se le va olvidando el sonido de esa voz que le ha llamado la atención por ser tan bonita, de verdad, como la de mi primo, no me crees?

¿Qué harías si las otras dos parejas han llegado a la puerta de lo que llaman Centro Nocturno y parece que ponen en claro su lugar en la cola, y de pronto hacen señas a Cora o Cary y a ti, que han quedado rezagados, dilucidando coincidencias y diferencias con el primo, y apúrense, sólo queda una mesa de seis, ya nos toca, todo gritado, y Cora o Cary te toma del brazo, vamos, te arrastra casi, corre, y por no verte así llevado como un niño, y por no zafar tampoco tu brazo de sus dedos juntas tu mano con su mano hasta la puerta y aún después, o no?

¿Qué harías si en lo oscuro, uno de ellos, el reflaco que te amistó con Kiki el de K, habla de los precios de las distintas botellas, y de los tragos posibles, y te hace la pregunta, a ti que eres un fiel al ron, qué pedimos?

¿Qué harías si Cary, porque en algún momento le dijeron, alcánzame los fósforos, Cary, te saca a bailar sin indagación previa y, por fortuna, porque en bailar eres peor que malísimo, es una pieza suave que tú y ella atacan con prudencia, discretamente separados al principio, sólo al principio, porque después no sabrás si fue ella o tú o la acción combinada de ella-tú quien produjo el acercamiento y algo que se va denunciando como caricias en la espalda y un beso y así?

¿Qué harías si notas que las otras parejas no se besan ni apretujan tanto como tú y ella, sino que conversan más o menos tranquilas y toman, sobre todo se sirven bastante de la botella que no es eterna, y a pedir otra, y más refrescos de los prietos para ligar, mientras Cary va susurrando, vuelves a gustarme por la voz cuando dijiste mi cielo muy bajito, tan cerca, que sentí por dentro como si la voz surgiera del fondo de mí misma, como si de siempre esa voz nombrando el cielo me hubiera crecido bien profunda, y tú sólo abrieras la boca para hacerla brotar, para que yo escuchara al fin lo que estuvo esperando surgir y no podía, o no te gusta que me ponga romántica?

¿Qué harías si los dos amigos se levantan y salen sin dejar un porqué, y las dos muchachas cuchichean y luego le dicen a Cary que van al baño, que si viene, y Cary, sí, cómo no, y te da un beso, mi vida, enseguida vuelvo, te dejo el cigarro?

¿Qué harías si se demoran y se demoran, y tanto que la ceniza tan larga, más larga que el resto del cigarro de Cary, o que fue de Cary, tuvo que caerse y mancharte la camisa, porque en vez de soplar, procuraste quitarla con la mano, y allí, bien aferrada a la tela, ves la mácula gris, y viéndola estás cuando se te para delante el que atiende las mesas, comprueba que la segunda botella expiró y pregunta, pongo otra?

¿Qué harías si uno de los muchachos vuelve, hay un taxi allá afuera, que te están esperando, no te ocupes de la cuenta, que ya ellos pagaron, dale, que te levantes rápido, o no vienes?

¿Qué harías si el taxi toma rumbo a Marianao con Cary sentada entre tus piernas, porque es ley que en el asiento de adelante no pueden ir más de dos sin contar el chofer, y en el asiento de atrás, no más de tres, que con cuatro detrás pudieran ponerse tan fatales que les pare un inspector o la policía y quiera partir de todas todas al taxista, que es buena gente, y fue Cary la que quiso ser el polizón que no sabe por donde le conducen, y para no aburrirse anda muy entretenida entre tus piernas, o prefieres que me porte bien?

¿Qué harías si llegan a un lugar descolorido, es aquí, y tampoco permiten que pagues el taxi, silencio, y penetran por un pasillo entre dos casas donde Cary te toma de la mano, cuidado, y a cada rato tú y ella se detienen, no se ve nada, sobre todo en los ángulos más cortantes de ese pasillo-laberinto, ya estamos llegando, para besarse, no me vas a decir más mi cielo?

¿Qué harías si entras a un cuarto muy bien arreglado, con dos ventiladores, un equipo radio-tocadiscos-grabadora, un sofá esquinado, dos butacones, barcito con botellas exóticas, otro butacón ancho, y el más flaco de los muchachos pone música, luz rojiza, más definitivamente roja que la del Centro Nocturno, que se sienta como en su casa el amigo de Kiki el de K, y ves que los dos se quitan la camisa, sacan una botella, la número tres, mientras Cary te hace acomodar en el sofá, se descalza, sube los pies, quieres quitarte la camisa?

¿Qué harías si Cary te susurra, ven, pero no te toma de la mano, hace señas con el dedito, ven, y la ruta de Cary atraviesa una puerta disimulada en la pared, penetra en un cuarto que ni sospechabas, donde se abraza una de las parejas, la otra quedó en la habitación que imaginaste única, y tienes que pasar muy cerca del abrazo con ropas colgando en el cuarto recién descubierto, y te apresuras, no porque las ropas que cuelgan sean cada vez menos, sino porque Cary desde una puerta que acaba de abrir, donde parece que comienza otra habitación, mueve su dedito y ruega en susurro, no vas a venir?

¿Qué harías si Cary está absolutamente desnuda al borde de una cama lo suficientemente ancha para que sea enorme, en el cuarto tercero, un cuarto que es cama nada más, sin otros muebles, con un closet, o algo que pudiera ser closet, que va de lado a lado, y sobre el piso, todo el azul y blanco de saya y blusa y blumers y ajustadores, y escuchas la voz de Cary rumorando en inglés algo que apenas se entiende, porque ella pronuncia muy raro una canción de por sí rara donde se nombra varias veces a una madre superiora y que la felicidad tiene que ver no se sabe cómo con pistolas calientes, o no has logrado todavía descifrarla?

¿Qué harías si al rato entra una de las llamadas niñas con un batón tirado por los hombros, entra sin tocar, sin anunciarse, sin dar tiempo a que te cubras, aunque de todas formas no hay sábana para taparse, y la sobrecama es un bulto pardusco en una esquina, y esa muchacha, sin ocuparse en mirar, o haciéndose la que no le preocupa en lo más mínimo mirar, recuerda a Cary lo de alcanzar aquello cuando venga quien ella sabe, nosotros nos vamos para ir adelantando, que Cary no se demore, y ya en retirada la muchacha te observa sin recato, sin sorpresa, sin deseo, y guiña un ojo a Cary, y antes de que al fin se vaya, vuelve con lo mismo, no se te va a olvidar?

¿Qué harías, Romero, si después de duchados en un
baño que se dejó descubrir en una de las puertas de lo que tú diste por closet, si después de vestidos, ella dice, te voy a preparar algo rico para que desayunemos fuerte, y quedas sólo en la habitación, y sospechas por la forma del silencio, tú que eres un experto catador de silencios, que Cary y tú están solos en ese sitio de cuartos, y por simple curiosidad abres una de las puertas de lo que debiera ser closet y es otra habitación, y ves, los ves, televisores, radio-tocadiscos-grabadoras, ventiladores, rollos de tela, pitusas, ropa varia, todo en sus cajas o bolsas de nailon sin abrir, te parece, y es tanto el abarrote y la variedad que no puedes pasar la vista con cuidado por todo aquel espacio, y cuando sientes una mirada en la espalda y te vuelves, Cary sonríe, te mira a los ojos, sonríe mirándote, y dice, por favor, son dos jabas, ésas, pesan un poco, sólo es llevarlas hasta el taxi, un Lada verde que dice en el cristal de una ventanilla it’s a mustang, y regresa con el sobre que te den, anda, ya deben estar cansados de esperar, llevan como diez minutos, y se acerca, y te besa hasta el colmo, vas a hacerme el favor en lo que preparo cositas ricas?



* "La felicidad es un arma caliente", dice Cary.