Material de Lectura

Toda la vida

 

“...¿Y qué con que yo esté todavía chico...? Ustedes son los que dicen que estoy chico... ¿Qué quiere decir estar chico...? Ustedes han hecho la división entre grandes y chicos, porque les conviene... Ustedes se han adueñado de todas las cosas del mundo, y nos las esconden, porque tienen miedo de que nos las llevemos... Sin ninguna precisa razón, como dicen... Sólo por el gusto de quitárnoslas, porque podemos servirnos de ellas mejor que ustedes... ¿Creen que no lo sé...? Y por eso ponen caras severas... ¿No saben que ya descubrí por qué andan siempre con caras largas...? Ustedes dicen que los grandes son personas serias. Nunca ríen. Sus pensamientos son graves, con graves preocupaciones. Se sientan agachados, con la barbilla en la mano y la frente fruncida, como las estatuas de los cementerios. Pero yo sé que no es cierto... Lo hacen para que entre ustedes y nosotros no haya ninguna confianza, para crearse una defensa, para impedir que descubramos su truco... Yo lo sé... ¡Nada de seriedad...! Un día los vi. Los vi por el ojo de la cerradura... ¡No, no me castiguen, no me peguen...! No me pueden castigar, ustedes mismos lo dijeron, antier; yo los oí, cuando no quería tomar el polvito amargo; dijeron que no me podían castigar, porque ahora estoy enfermo... Vi por el ojo de la cerradura... los vi... Los descubrí... Y no estaban tan serios mientras los veía, sin que ustedes lo supieran... Reían, bromeaban, jugaban como nosotros jugamos... Más que nosotros... Igual a muchas otras veces, cuando entro de repente a la recámara de ustedes, cuando todavía no me han visto. Pero luego me ven y cambian inmediatamente de cara, se ponen de nuevo la cara de Padres... ¿Por qué...? ¿Por qué siempre una barrera entre ustedes y nosotros...? ¿Por qué siempre esta barrera que no se ve, pero que nadie puede atravesar...? ¿Por qué siempre este vacío entre ustedes y nosotros, este temor, esta amenaza que nunca se acaba...?

Ustedes nos ven como a enemigos, y nosotros también... Tal vez ya saben que queremos derrocarlos... Que queremos descubrir todo lo que nos esconde... Que queremos convertirnos en los amos... Y cuando sienten que somos cada vez más fuertes, entonces, para detenernos, dicen que estamos enfermos y nos meten a la cama, nos purgan, nos obligan a tomar ese polvito amargo, no nos dejan jugar... Yo sé que los grandes son malos... Y todos los que ustedes llaman chicos, lo sabemos... ¿Pero cuánto tiempo más van a impedirme que salga? ¿Por cuánto tiempo más podrán obligarme a estar en cama...? Otra vez me han tomado el pelo... Mi mamá me dijo durante muchos días que iba a levantarme al día siguiente. .. Me lo decía a diario... Y yo se lo creí porque ustedes dicen las cosas con tanta seguridad, que a uno no le queda más remedio que creerles... Los días siguen pasando, y nada... Por eso comprendí que su promesa era igual a las otras, a las promesas que nos hacen los grandes, las que jamás nos cumplen, porque sólo las hacen para que dejemos de dar lata, cuando sienten que los metemos en apuros y ustedes no saben qué responder... ¿O no es cierto...? Y para que vean que digo la verdad, hace días que mi mamá ya no me dice que me voy a levantar al día siguiente... Ella sabe que yo sé que no me dice la verdad y ya le da vergüenza decir esa mentira... Pero yo voy a levantarme, a como dé lugar... Ya no puedo esperar. Al fin y al cabo, yo sé que no puedo esperar nada de ustedes... Me levantaré, tengo que levantarme... Tengo unos trabajos sin acabar... que no puedo “diferir”, como dice papá... No puedo “diferirlos”... Sí, se trata de trabajos muy serios, muy importantes... ¿Acaso creen que sólo ustedes tienen trabajos muy serios, trabajos muy importantes...? Eso es lo que ustedes andan diciendo para mantenerse aparte, detrás de la barrera que han puesto entre ustedes y nosotros... Ustedes le llaman trabajo a lo que hacen; a lo que nosotros hacemos, le llaman juego... Pero ustedes saben bien que nuestros trabajos son muy serios, mucho más importantes que los suyos, que los nuestros transformarán el mundo, que lo revolucionarán, y tienen miedo... Sí, me levantaré; no podrán impedírmelo... No por las malas, porque ahora estoy enfermo... Y me levantaré aunque me lo prohíban. Me levantaré cuando nadie me vea, cuando nadie me vigile... Debo levantarme, para ir al jardín. Debo ver en qué quedó el castillo y el laberinto que comencé a construir y que ustedes me obligaron a dejarlos a la mitad, porque me metieron a la cama... Si no voy a cuidarlos, otros pasarán por el jardín y los pisarán, los destruirán... Porque los grandes no respetan nuestros trabajos y se entercan en no tomarlos en serio... Y dicen que no son cosa seria, adrede, para poder destruirlos sin sentir ningún remordimiento... Me voy a levantar ahora mismo... No... Mejor mañana... Mañana será otro día y yo estaré más grande... Estaré más grande, más fuerte... Hoy no... Esta mañana, cuando papá se fue a la oficina y mamá le estaba hablando por teléfono al doctor, mientras estaba conmigo la enfermera... Ustedes confían en la enfermera, están seguros de que ella me vigila como lo hacen ustedes... Pero la verdad es que ella no me vigila, y se pone a dormir cuando no están ustedes... Ustedes no lo saben, y ojos que no ven, corazón que no siente... No se dan cuenta de nada... Las cosas no marchan como ustedes quieren, no son como creen, sino todo lo contrario... Pero como no lo saben, poco les importa... La enfermera estaba durmiendo, y quise levantarme de la cama... No, sólo quise sentarme un poco sobre la cama, y saqué una pierna para apoyarla en el suelo... Parecía que me faltaba la pierna... Sentí una especie de vacío a mi alrededor... El viejo de la pared, el que está dentro del marco y fuma su pipa tirolesa, se cubrió de niebla, ya no podía ver su cara... Todo el cuarto parecía estar patas arriba, y empezó a dar vueltas... Y me recosté otra vez sobre la almohada... Creo que la enfermera se despertó, pues sentí que volvía a poner mi pierna sobre la cama... Pero no me morí... Me han dicho otra mentira... ¿No me dijeron que caería muerto si intentaba levantarme? En cambio... Sólo que el cuarto empezó a dar vueltas... Pero mañana estaré más grande... Más grande y más fuerte... Y me levantaré... Iré al jardín... Iré a ver mis trabajos, que por su culpa dejé a medio terminar... Debo terminar esos trabajos... La fortaleza, el laberinto... Todavía falta mucho, sobre todo en el laberinto: es algo difícil... Es necesario poder entrar en él y no poder salir... Nunca jamás... Cuando termine el laberinto volveré a casa, sólo entonces... Pero quizá no vuelva... Es más: nunca volveré... Al fin y al cabo nunca podré hacer todas las cosas que tengo en la cabeza mientras esté con ustedes... Siempre querrán tenerme sometido, con el pretexto de que todavía estoy chico, de que no tengo juicio, como dicen ustedes con su gusto de pronunciar sentencias, para prohibirme que haga lo que quiero hacer y que nunca haré mientras viva aquí, sometido a ustedes, obstaculizado, envidiado y odiado por ustedes... Debo irme... Lo sé... Ya sé a donde... Si se los digo, me dirán que no... Que son locuras, tonterías... Claro, porque creen que sólo ustedes hacen cosas serias... Si les pidiera permiso para irme, nunca me lo darían... ¿Y para qué pedirles permiso...? ¿Por qué pedir permiso...? ¿Porque son mis padres y debo obedecerlos...? Así dicen ustedes, ¿pero quién inventó estas leyes? Ustedes, por su propia conveniencia... Pero yo sé que es una ley que inventaron ustedes, una ley que les conviene, y yo ya no creo en ella... Me iré sin su permiso, me iré a como dé lugar... Y si en realidad son tan buenos como ustedes dicen, si en verdad me quieren tanto como dicen, entonces no podrán sino aprobarme cuando sepan, cuando vean lo que haré cuando me halle lejos de ustedes... Me aprobarán y admirarán... Sólo entonces comprenderán quién era realmente este hijo, lo que valía... Me iré hasta el otro lado de esa montaña... Cruzaré por ella, por esa cosa oscura que se ve en la cima de la montaña, un bosque pequeño, según la enfermera... ¿Pero qué puede saber la enfermera...? Y detrás de esa montaña hay una ciudad grandísima, totalmente blanca... Llegaré allá y seré grande... Todos me esperan. Y lucharé contra todos, solo... Realizaré trabajos colosales... Seré alto, rubio... Todos me verán, todos me aplaudirán. Y junto a mí estará Matildita... Me amará mucho y yo la protegeré... Y toda la vida será así... Magnífica... Toda la vida...”

—¿Por qué ha dejado de hablar?

—Ha muerto.