Material de Lectura

Luz de neón

 

Espero que no hayas olvidado aquel lugar donde entramos a cenar. Una fonda arrinconada en el extremo de la noche y de la plaza. Los manteles de papel. Las paredes desoladas no a pesar, sino por causa de los cromos descoloridos. Las demás mesas vacías. El mesero que quería irse a dormir.

Porque voy a decirte que cuando nos vimos por encima de los platos presurosamente vacíos, entre las botellas de cerveza, comenzaste a reír. Y a partir de ese momento, en derredor de nosotros creció un bosque de columnas luminosas: azules, doradas, color coral. Todo el espacio parpadeaba. Con tu risa los pisos florecieron: rosas y lirios y jacintos y claveles y dalias y margaritas. Con tu risa crecieron los manteles, brillaron los cubiertos, el salón se llenó de voces, hubo tapices en los muros y en el centro aquel estanque, ¿lo recuerdas?, con las carpas doradas, las carpas escarlata, los nenúfares en flor, bordeado de papayos, de nísperos, de toronjiles...

¿Qué diría el mesero al despertar, en medio de las flores, de los tapices, de todas esas voces, a la vista del estanque, perdido en aquel bosque de columnas de neón?