Material de Lectura

 

Nota introductoria


La obra de Cristina Rivera Garza constituye una de las instancias más originales e intensas de la literatura mexicana contemporánea. Nacida en Matamoros, Tamaulipas, en 1964, Rivera Garza es una de las figuras más importantes del medio literario en México y una de sus autoras más reconocidas en el ámbito nacional e internacional. La mayor parte de sus lectores la conoce desde su obra narrativa, gracias sobre todo al considerable éxito de Nadie me verá llorar (1999), cuya protagonista, Matilda Burgos, es uno de los personajes más multifacéticos en la historia de la novela mexicana. Nadie me verá llorar es notable porque combina el trabajo literario con una rigurosa investigación histórica, nacida de la tesis doctoral que, años después, culminaría también en un magnífico ensayo: La Castañeda. Narrativas dolientes desde el manicomio general México, 1910-1930 (2010). A partir de ahí, el tronco central de la escritura de Rivera Garza se ha desarrollado en novelas de gran complejidad, que intervienen con sutileza teórica y estética en los espacios que deciden figurar: la memoria poética de Amparo Dávila (La cresta de Ilión [2002]); la escritura (Lo anterior [2004]); la novela negra y la figura de Alejandra Pizarnik (La muerte me da [2007]); la fragmentación del sujeto y la percepción (Verde Shanghai [2011], que por cierto reescribe su temprano libro La guerra no importa [1991]); las densidades de los afectos (El mal de la taiga [2012]). Aunque su obra narrativa varía ampliamente en temas, el procedimiento central de Cristina Rivera Garza radica en lo que los formalistas rusos llamaban “extrañamiento” o “desfamiliarización”: la presentación de objetos y formas de lo cotidiano en versiones inesperadas, que sacuden la comodidad que el lector tiene frente a ellos. La historia en Nadie me verá llorar, las certezas de la novela policial en La muerte me da, la realidad misma en Verde Shanghai, son presentadas al lector de formas inesperadas, sorpresivas. No sólo cuestionan las expectativas y prejuicios del lector, sino que sus nuevas formas son intensas e iluminadoras, permiten observar perspectivas insospechadas en el mundo previo a la lectura de sus libros. Esta diversificación de la experiencia del mundo y de la cultura es característica no sólo de las novelas de Cristina Rivera Garza, sino también de sus volúmenes de cuentos —Ningún reloj cuenta esto (2002) y La frontera más distante (2008)— y de sus poemas —recogidos casi todos en Los textos del yo (2005) y Viriditas (2012)—. La seducción y complejidad de sus trabajos literarios han convertido a Rivera Garza en una de las autoras más discutidas por la crítica literaria, tanto periodística como académica, algo que se atestigua en el volumen Cristina Rivera Garza: ningún crítico cuenta esto (2010), coordinado por Oswaldo Estrada, que incluye un amplio repertorio de sus intérpretes.

El volumen que tiene el lector en las manos recoge dos textos que pertenecen a una producción menos conocida, pero absolutamente fundamental, del quehacer de Rivera Garza: el ensayo. La narrativa y poesía de esta autora tienen uno de sus cimientos fundamentales en el diverso y amplio trabajo teórico que ha desarrollado en sus artículos y ensayos. Recogidos en libros como El disco de Newton (2011), Dolerse. Textos desde un país herido (2011) y Los muertos indóciles. Necroescritura y desapropiación (2013), así como en su recién concluida columna semanal “La mano oblicua” (en el periódico Milenio) y en su blog “No hay tal lugar”, los ensayos de Rivera Garza la muestran como una de las muy pocas escritoras mexicanas que no recelan a la teoría. Se fundan en un amplio registro de líneas filosóficas y estéticas que se vuelven parte de la configuración activa de su obra. En la obra ensayística de Rivera Garza coinciden estudios y algunos autores de fuerte cariz teórico y experimental (como el norteamericano David Markson) con lecturas intensas de figuras centrales del pensamiento contemporáneo, como Gilíes Deleuze y Achille Mbembe. Aunque una discusión detallada de las ideas literarias y filosóficas de Rivera Garza excede el espacio que tengo aquí, conviene destacar que su obra está predicada, más que en ningún otro autor mexicano, al pensamiento crítico y al deseo de intervención en las estructuras del imaginario público, la política y la literatura misma. A pesar de su densidad estética, la obra de Rivera Garza no es un trabajo autorreferencial ni una defensa de la literatura pura, sino un descentramiento de aquellas formas de la escritura que normalizan ideologías y formas de pensamiento naturalizadas en la esfera pública, con el fin de entablar un diálogo crítico con los lectores hacia la renovación de las ideas que rigen a la sociedad. Así, creo, pueden abordarse los dos textos incluidos aquí. El primer ensayo “Breves vistas desde Pompeya. La producción del presente en 140 caracteres” interroga la manera en que el Twitter, una de las mayores disrupciones de la escritura en la época contemporánea, lleva a replantear la idea misma de la literatura, así como su papel en el pensamiento y enunciación de la contemporaneidad. El segundo texto, “Desapropiadamente: escribir con otros hoy”, plantea un cuestionamiento del “reino de lo propio” que subyace al mito liberal de autor como individuo, y propone pensar la escritura siguiendo la noción de comunidad que se encuentra en el centro de un grupo muy importante de filósofos contemporáneos (Giorgio Agamben, Jean-Luc Nancy y Jacques Ranciére, entre otros). Al suspender la resistencia a la teoría que caracteriza a mucha de la escritura y crítica literaria mexicanas de hoy en día, los dos ensayos aquí incluidos desafían al lector, en particular, y a la cultura mexicana y latinoamericana en general, a replantear de manera radical los paradigmas de escritura que han definido el quehacer intelectual por décadas. Sin adelantar en demasía, creo que el lector encontrará en los textos aquí incluidos no sólo una prosa magnífica y un pensamiento sólido y seductor, sino también un reto: confrontar las nociones de literatura que cada uno de nosotros tenemos con el fin de reformularlas y expandirlas.


Ignacio M. Sánchez Prado