Material de Lectura

 

 


Podemos afirmar que la presentación organizada de ambos grupos marca el fin de la primera etapa del desarrollo de la danza moderna en México. A partir de 1941 aparece el movimiento de danza moderna mexicana con una inusitada plenitud que, al mismo tiempo, hace surgir coreografías de gran imaginación y nuevos cuadros dancísticos que mantendrán vigente el movimiento en términos de profesionalismo y originalidad. Esta segunda etapa de la danza moderna mexicana se caracteriza por un amplio repertorio que va desde la más elemental narrativa popular,29 pasa por la épica nacionalista30 y por la expresión pura,31 incluye el ballet clásico con orientación mexicana32 y desemboca en una danza neoexpresionista de corte mexicanista que propugna por la universalización de temas y formas. Esta segunda etapa también se caracteriza por constituir un verdadero movimiento, abierto a todo tipo de tendencias, alimentado por el talento de muchos artistas (pintores, escritores, dramaturgos, actores, directores de escena), y, sobre todo, autogestor de sus propios creadores y miembros. En efecto, el grupo dirigido por Waldeen trabajó ininterrumpidamente durante estos años, mientras Sokolow viajaba periódicamente a México para montar coreografías. Una nueva generación de bailarines y bailarinas surgía gracias a las incipientes enseñanzas técnicas de Waldeen. Durante todo este lapso, la danza recibe el apoyo oficial, lo cual garantiza la persistencia del movimiento, con estas características, hasta 1955.

En 1946 Waldeen se ausenta del país y Guillermina Bravo, junto con Ana Mérida, funda el Ballet Waldeen.

Los obstáculos con que tropezaba el Ballet Waldeen abarcaban todos los campos, desde el económico hasta el social. Muchas familias consideraban que la danza era una ocupación indigna de sus hijas y más aún de sus hijos. Un pesado ambiente de abandono y aun de hostilidad caía sobre la escuela dirigida por Guillermina y Ana […]. Pero entre ambas se había solidificado una provechosa unidad de propósitos y de esperanzas, así como de la plena conciencia de que el estilo, el espíritu y la docencia que ya se habían logrado dentro de la danza mexicana, tenían su propio impulso y no debían languidecer…33


Después de una exitosa presentación del Ballet Waldeen, que ocurre a mediados de 1946,34 surge la idea de crear un centro de enseñanza moderna. A principios de 1947 el gobierno mexicano crea la Academia de la Danza Mexicana bajo la dirección conjunta de Guillermina Bravo y Aña Mérida, dejándose la Escuela Nacional de Danza para la aplicación de los métodos impuestos por las hermanas Campobello. La Academia de la Danza Mexicana fijaba el establecimiento de cursos de técnica clásica, danza moderna y danza regional. Los considerandos del acuerdo que la creaba tomaban en cuenta la “rica tradición de expresiones artísticas de danza… popular [y]… ritual”, su “carácter nacional”, la posibilidad de que alcancen un nivel artístico más alto, la necesidad de estimularlas, la necesidad de coordinar las actividades creativas y de investigación, la necesidad de difundirlas y organizarlas.35

 
 
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      Ana Mérida: inquietud por nuevas formas dancísticas.

 
 
En 1948 Guillermina Bravo funda el Ballet Nacional de México incrementando notablemente la preparación y la creatividad de los bailarines y coreógrafos mexicanos. Con este acontecimiento se cimenta aún más el desarrollo de la danza moderna mexicana; su auge habrá de prolongarse hasta 1955, en que asume nuevos derroteros y estilos. Es preciso hacer notar que a través de los tres cauces principales de la danza (Academia de la Danza Mexicana, Escuela Nacional de Danza y Ballet Nacional de México) surgen obras que devienen expresión originalísima de “arte mexicano”, a través de la colaboración de compositores, escritores, pintores, coreógrafos y bailarines. Es decir, el origen de este arte se localiza en un auténtico movimiento en el que participan, incorporados plenamente, todo tipo de artistas, así como en la producción de obras cuyas características no es posible localizar en otro lugar u otra época de la danza mundial.

El gran auge de la danza moderna mexicana, aun careciendo de un corpus técnico que permitiera la expansión expresiva e ilimitada del bailarín, ofrece durante esta segunda etapa una extraordinaria gama de motivos y soluciones. Algunos de estos elementos así como el apoyo económico oficial, atraen a figuras como José Limón36 quien, en 1950 y 1951, se incorpora al movimiento de la danza moderna mexicana componiendo algunas obras del mismo corte. También Doris Humphrey visita México en 1951 y monta su obra Pascalle. De Limón podemos mencionar su ballet Tonanzintla (1951), con música del maestro Antonio Soler en versión orquestal de Rodolfo Halffter y la escenografía y vestuario de Miguel Covarrubias. Esta danza está inspirada en los hermosos adornos de la Iglesia de Tonanzintla, una de las más puras expresiones del barroco mexicano. Asimismo, José Limón presenta en México obras de su repertorio, como La pavana del moro, con música de Purcell, pieza que interpretaban el mismo José Limón, Lucas Hovy, Pauline Koner y Betty Jones. También en 1951, compone y presenta Los cuatro soles, obra que no alcanza el éxito de las anteriores.37 En 1961 volverá José Limón a México para ofrecer su Missa Brevis.

La producción mexicana de danza moderna incluía una mezcla de imaginación, intensidad y efervescencia. Intentaba, por ejemplo, lograr la combinación perfecta de las expresiones dancísticas y la poesía.38 Asimismo, penetra en las leyendas indígenas y las recoge con una nueva concepción estilizada de la cultura mexicana.39 También se remite al cuento infantil indígena (de gran arraigo en la literatura nacional a lo largo de toda su historia) para recrear los ambientes, las moralejas y los procedimientos didácticos mexicanos.40 Sin embargo, es tal el entusiasmo del movimiento, que no se aleja de una combinación extraña: el animismo y el folklore,41 mezcla que coincide con una misma inquietud del cine y el teatro mexicanos de la época. Por otra parte, se toca con tiento la épica pueblerina, subrayando algunas de las características de las comunidades y pueblos,42 o bien se repite, de nueva cuenta en el arte mexicano, la mitología popular.43 La gesta revolucionaria queda plasmada, histórica, política y socialmente, en obras singulares que, refinadas y hasta sofisticadas, dejan la impresión efímera de un movimiento original.44
 

29 Procesional (1940), En la boda (1945), coreografías de Waldeen; La manda (1951), coreografía de Rosa Reyna.
30 La Coronela (1940, coreografía de Waldeen), La maestra rural (1953, coreografía de Josefina Lavalle).
31 Valses (1945, coreografía de Waldeen), Preludios (1953, coreografía de Guillermina Peñaloza).
32 Umbral (1943, coreografía de Gloria Campobello); Fuensanta (1943), Obertura republicana (1943), coreografías de Nellie Campobello.
33 Antonio Luna Arroyo, p. 27; Alberto Dallal, “Entrevista a Guillermina Bravo, 1974”, pp. 8-10.
34 La presentación tuvo lugar en una sala del Hotel del Prado. El programa incluyó, entre otras, las siguientes obras: Sinfonía clásica, de Waldeen; Sonata núm. 7, de Guillermina Bravo; En la boda, de Waldeen; Danza de amor, de Guillermina Bravo; El paraíso de los negros, de Ana Mérida.
35 Antonio Luna Arroyo, pp. 113-115. Adolfo Salazar, p. 220.
36 José Limón (1908-1972), aunque mexicano, está considerado uno de los exponentes más característicos de la danza moderna norteamericana. Véase: Don McDonagh, pp. 203-2010.
37Alberto Dallal: “Entrevista a Guillermina Bravo, 1974”.
38 La poseída (1953, coreografía de Guillermo Keys).
39 La luna y el venado (1949, coreografía de Ana Mérida).
40 Pastillita (1951, coreografía de Rosa Reyna).
41 El sueño y la presencia (1951, coreografía de Guillermo Arriaga).
42 La hija del Yori (1953, coreografía de Rosa Reyna).
43 El renacuajo paseador (1951, coreografía de Martha Bracho).
44 Tierra (1951, coreografía de Elena Noriega) y Soldaderas (1954, coreografía de Magda Montoya).