Material de Lectura



En el marco del desarrollo cultural deben quedar encuadrados los museos. En los últimos años, México ha llegado a un altísimo nivel con ellos. Nuestra riqueza cultural de todas las épocas tiene ya el albergue que merecía, lo mismo en los edificios construidos exprofeso que en los monumentos adaptados para ello; entre éstos es preciso destacar la Casa de los Condes de Santiago Calimaya, que alberga el Museo de la Ciudad de México, el Museo de Historia, el de Arte Moderno y el de Antropología. Son ejemplos que nos representan en nuestro ser histórico ante el mundo.

El amplio programa de hospitales que se llevó a cabo durante la gestión del Dr. Gustavo Baz al frente de la Secretaría de Salubridad y Asistencia Pública, dotó al país de instalaciones hospitalarias de gran importancia, que culminaron con la construcción del Centro Médico y otros, y no hace mucho, gracias a los empeños del Dr. Ignacio Chávez, con la construcción del nuevo Hospital de Cardiología. Deben mencionarse también las más recientes clínicas del Instituto Mexicano del Seguro Social.

Los hospitales constituyen también una expresión clara del México actual. La preocupación por la salud de sus habitantes ha llevado al gobierno a concepciones de tanta envergadura como el Centro Médico, en el que se reúnen los hospitales de muchas especialidades, para los afiliados al Seguro Social, dentro de una zona que estaba, podría decirse, predestinada a convertirse en el centro hospitalario de la ciudad, pues ahí se levantó, a fines del porfirismo, el Hospital General y han venido concentrándose en ella los más importantes. Otros, como el de Huipulco, para tuberculosos, están ubicados fuera de los núcleos de población, por requerirlo así el tipo de padecimiento que en ellos se trata.

También deben citarse los edificios destinados al abastecimiento, que han sufrido una transformación radical: los mercados mugrosos y antihigiénicos que estaban erigidos con estructuras de hierro sin expresión, se han suplido por los que, como el de la Merced en la capital, y el de Guadalajara, permiten expender en forma higiénica los alimentos.

Los deportes y las diversiones han encontrado también adecuado alojamiento en nuestra época. Los antiguos parques deportivos, sea para la práctica o para el espectáculo, han sido sustituidos por modernos conjuntos, cuyos más directos antepasados pueden verse todavía en los parques Plan Sexenal y Venustiano Carranza, y tienen una expresión actual en la Magdalena Mixhuca. Paralelamente, el deporte como espectáculo también ha recibido recinto apropiado en instalaciones como las de la Ciudad de los Deportes, cuyos defectos tanto urbanos como estéticos han desaparecido en obras posteriores, o, como el Estadio de la Ciudad Universitaria, una de las aportaciones más originales y de mayor importancia que ha hecho nuestro país a la arquitectura moderna, o el Estadio Azteca, al nivel de lo más avanzado en su género. No puede pasarse por alto, en este capítulo, el Centro Vacacional de Oaxtepec, ambicioso conjunto de servicio social, y el más importante que se haya llevado a cabo en Hispanoamérica.

Entre los edificios destinados a la diversión citaremos sólo tres ejemplos, el Auditorio Nacional, dedicado a veces también a actividades deportivas y exposiciones, y el Teatro Insurgentes, que, con algunos otros, representa en su más alto nivel la creación destinada a las posibilidades de la escena contemporánea. La Sala Nezahualcóyotl, por último, magnífico ejemplo de una perfecta instalación para conciertos sinfónicos.

Como una consecuencia más de nuestro desarrollo tenemos el ejemplo de las fábricas. A partir de la incipiente industrialización porfiriana se ha llegado hoy a una pujante industria en constante crecimiento, cuyos edificios son la antítesis de lo que tradicionalmente eran las fábricas, ya que, independientemente del funcionalismo que requieren los procedimientos de fabricación, muchos de ellos son ejemplo de una voluntad estética perfectamente afirmada, y como ejemplo se tienen las Plantas Bacardí y la Automex.

Consideraremos ahora la arquitectura religiosa y la simbólica. Nuestra época es radicalmente distinta a las de otrora, en las cuales la expresión arquitectónica era casi exclusivamente religiosa. La diversificación de las actividades y el humanismo tuvieron como consecuencia una disminución de la importancia que la arquitectura religiosa significaba dentro de la producción arquitectónica. Sin embargo, hay una serie de iglesias modernas de importancia definitiva, que reflejan la más fiel expresión de la sensibilidad de nuestra época. Algunos ensayos, carentes de estilo, contrastan vivamente con otras obras, principalmente aquellas en las que se han aprovechado con amplitud los recursos que algunos materiales, como el concreto, tienen para conformar espacios continuos perfectamente modelados y acabados. Las iglesias proyectadas por Félix Candela, cuyas cubiertas, por lo menos, él ha diseñado, han merecido los comentarios más elogiosos en todo el mundo.

Entre los ejemplos más significativos encontramos la Capilla de las Hermanas de la Caridad y la del Altillo, en Coyoacán, donde se aloja el seminario de misioneros del Espíritu Santo, con la decidida actuación del arquitecto Enrique de la Mora. Lamentablemente, por falta de interés de sus promotores y de perspectiva histórica, su creación propició la deformación y destrucción de una de las casas más valiosas de la época colonial, que además era testimonio de hechos históricos, pues ahí estuvieron Maximiliano y los americanos en las invasiones del siglo pasado; fue la residencia, durante más de cien años, de la familia Aguayo. Estos testimonios históricos se han perdido.

Los monumentos, en cambio, apenas pueden ser considerados arquitectura en cuanto que no crean espacios interiores y solamente dan forma a espacios abiertos. Hay muchos levantados en nuestra época, de muy diferente valor. Algunos tienen un carácter anecdótico, como el Monumento a la Patria, en Mérida; otros, en cambio, simplifican los elementos expresivos, como el Monumento a la Independencia, en la carretera a Dolores Hidalgo, en busca de un mayor simbolismo; mientras que otros, por último, sin tener un significado concreto, resultan más expresivos. Tal es el caso de las torres de concreto levantadas en la entrada de Ciudad Satélite.

Por último, consideraremos brevemente las obras deportivas que fueron el escenario de los xix Juegos Olímpicos. Algunas son de ampliación y adaptación, como sucede con el Estado de la Ciudad Universitaria, que fue el estadio principal para las ceremonias de inauguración y clausura, y que se amplió, sin hacerle perder sus características ni su sistema constructivo. En él se ha logrado, por única vez, aprovechar en parte de su estructura procedimientos prehispánicos, tratados, sin embargo, en forma moderna, como contraste al historicismo que sólo copia aspectos exteriores.

Otras instalaciones ya existentes también se usaron para entrenamientos. Tal es el caso del foso de zambullidas del Centro Deportivo Olímpico, magnífico edificio de gran interés plástico, y de la alberca anexa, también de extraordinaria sobriedad estructural.

La Alberca Olímpica tiene capacidad para 10 mil espectadores, y alberga no solamente la piscina sino también la fosa para zambullidas y un gimnasio anexo, incluidos en un conjunto cuyas partes se combinan armónicamente. El Palacio de los Deportes es un verdadero alarde arquitectónico. Su cubierta de madera con forro de cobre, bajo el cual tiene cabida la pista de 80 metros de diámetro y espacio para 22 mil 370 espectadores. Plásticamente y desde el punto de vista constructivo, fue la aportación más importante a la Olimpiada.

La Villa Olímpica, donde estuvo la residencia de los atletas, entrenadores y comités, es realmente un conjunto habitacional que, una vez terminadas las competencias, se destinó a dar albergue a un importante número de habitantes. En ella se conjugan lo más moderno y lo más antiguo, ya que en los terrenos en que se levanta floreció hace más de dos mil años la última fase de la cultura preclásica anterior a la Conquista, de la que se han encontrado numerosos restos al hacer las obras, que se conservan reunidos con lo actual, como símbolo de nuestra continuidad cultural.

Entre las obras más recientes, con espíritu y técnica completamente modernos, se encuentran el edificio de Seguros Monterrey, alarde de construcción con estructura colgada, así como el edificio de la Celanese Mexicana y el Hotel Camino Real, en México y en Cancún, en los que se han dejado espacios abiertos con una gran generosidad, rayan en ocasiones en un absurdo desperdicio, pero que ostenta, en cambio, valores muy significativos desde el punto de vista plástico.

Las construcciones del Canal 13 de televisión y del Colegio de México, que se encuentran casi juntas, y en particular la segunda, tienen una gran expresión de fuerza y carácter.

Los grandes centros comerciales, como el de Ciudad Satélite, son testimonio evidente del crecimiento progresivo de México, que exige cada vez más instalaciones para diversos usos, como las nuevas unidades universitarias y los reclusorios penales de la Ciudad de México.

Sin ser obra arquitectónica, pero de gran trascendencia para la Ciudad de México, es el Circuito Interior, que al mismo tiempo que ha propiciado beneficios de vialidad, ha provocado la destrucción definitiva del carácter urbano, ya que su trazo se desentendió de muchos valores plásticos e históricos ahora perdidos para siempre.

Las dificultades de vialidad, de estacionamiento de automóviles y de la concentración urbana, presentan problemas cada día mayores y es oportuno hacer notar que, de no tomarse enérgicas medidas para frenar y reglamentar el crecimiento de la capital y de algunas poblaciones de provincia, muy pronto nos encontraremos ante un verdadero caos que ya se comienza a sentir, pues transitar por la ciudad, ya sea a pie o en vehículo, es verdadero tormento para sus habitantes, provocado por el congestionamiento de los transportes, contaminaciones y tensiones, como consecuencia de la anárquica condición en que se encuentra esta ciudad de 12 millones de habitantes.

Confiamos en que la nueva Secretaría de Asentamientos Humanos, de reciente creación, logre mediante una planificación adecuada frenar estos problemas que son tan graves.