Aquí yace la espuma
La espuma, dulce monja, en su hospital marino por escalones de agua, por las gradas azules desciende hasta la arena con pies de luna y lirio. ¡Oh Santa revestida con vellones de oveja! Les dan una final cura de cielo a las rocas heridas tus albísimas vendas. ¿De dónde tanta nieve caminante, tantas flores saladas y despojos de cirios y camisas de ángeles? ¡Oh monja panadera! De cristalinos hornos fríos de eternidad, sacas infatigable tus grandes panes blancos y esponjosos. Despliegas el mantel de un festín de infinito en donde el horizonte, en su plato de nubes, sirve el manjar del sueño y del olvido. También, obrera nívea, eres enterradora: Llevas hasta la arena en paletadas montones de cadáveres de pálidas gaviotas. Ruedan sobre la orilla tus vanas esculturas que pronto se deshacen en un mármol soluble, en ingrávidas plumas. Móvil, caída nube, al chocar con la tierra expiras, pero se alza entre las rocas cual fantasma gaseoso tu presencia. Arremangado el manto sonante, casta monja recorres suspirando tu plantación errante de magnolias. ¿Con material de garzas y medusas tu flotante y blanquísimo cimiento va a sostener acaso la ideal arquitectura? ¡Frontera del abismo, guardada por palomas! Tu ejército nevado avanza hacia la tierra ¡oh monja capitana! en batallas de aurora. En la arena o las rocas hallas tu fresca tumba mas vuelves a nacer a cada instante y sin pausa atesoras en las conchas tu albura. De las fieras del mar balsámica saliva acaricia tus plantas de cristal y de hielo, ¡Santa Espuma, difunta en las gradas marinas!
|