Material de Lectura

Las piedras


Las piedras ¡ah!, las piedras tienen un secreto
dolor que se muestra como en carnes vivas
cuando en su egoísmo doliente y discreto
parece que no hacen de la vida caso
y ante el tiempo se alzan sordamente esquivas,
como si quisieran impedirle el paso.

Resignadamente mudas ante el viento
y el agua, no incuban otro pensamiento
que el de ser rebeldes a su propia suerte
y sufrir altivas su destino ciego,
más allá del agua, del viento y del fuego,
sin ansias, sin fuerzas, sin vida, sin muerte.

Es un prometeico suplicio sin nombre,
más que el de ser bestia o árbol, se diría
que son anteriores momentos del hombre
y que sufren una vengativa norma
—presas en sí mismas—, quizá porque un día
robaron al caos el don de la forma.

Con el vano alarde de un símbolo serio
—cuando el rostro vago de la luna asoma—,
se las ve indagando cosas del Misterio,
y abren, ante el viento que audaz las golpea,
sus desesperadas bocas sin idioma,
o erigen su absurda testa sin idea.

Y quizá en una forma de existencia
más amplia que nuestra personalidad,
la Naturaleza vive en su contienda,
e ignoran a fuerza de haber recogido
en sí los Anales dé la Eternidad,
porque de recuerdos está hecho el olvido.