LIV Nosotros queremos sólo, con esperanza humilde, la plenitud eterna de la rosa, una suprema eternidad de flor. Mientras las casas de la noche se cierran, una a una, y la oscuridad se adentra hacia las veneras del alba, nuestros ojos aprenden de los más sensibles dedos de ciego a mirar y saber, a comprender con lento amor. Así hemos recorrido los ríos y las montañas, el árido altiplano y las ciudades, y dormimos cada sueño de sus hombres. Hemos estado con el viento en los campos, en los bosques, en el rumor de las hojas y las fuentes, y vamos escribiendo en esta piel extendida, en un corazón escondido e inmortal, lentamente el nombre de Sepharad.
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