Material de Lectura

 

Último sueño


…Entonces yo tenía los años que me faltaban para morir. Caminando de puntillas pasé del cuadro negro, sin despertar, al cuadro blanco en donde se aprenden los límites del arte y lo ilimitado del deseo. Las siete cabezas, sembradas de ojos en un carrizal de pestañas, me seguían, cortadas, por todos los rincones del juego y, obstinadamente, me rodeaban con los brazos de sus miradas y las brasas de sus bocas.

(Voluptuosidad. Licor en la copa. Seno en la mano curva, hueca, que enciende la noche con su tacto.)

Pasaron los días y las noches —cuadro blanco, cuadro negro en el jardín de los ajedreces—, renovados e iguales, amando a la dama, odiando al rey, hasta que las siete cabezas de horrible medida me vencieron con los brazos de sus miradas y las brasas de sus bocas.

Encontré la muerte en un cuadrito negro… negro… de noche… de ajedrez.