Minería
Yo no escogí este oficio: me tocó al azar. ("¡No va más! ¡Colorado el treinticuatro!". Y no tuve remedio.) El hombre, el suelo, ácida su axila donde busco soluciones. Y no hallo sino huraños minerales, nada sino la piedra golpeada desde adentro, su pregunta furiosa de dormida: "A quién busca, qué quiere". No hay sino silencio y los adictos a su secta clandestina. A veces, al cavar, recojo un rostro antiguo de pariente, su corazón en polvo: mascarón que volvió a la disciplina de la tierra cumplida ya su ruta entre los seres. Me toca en los túneles (la memoria, el sueño) toparme con mi pasado —huesos de alguien con asuntos al sol, quehacer de afuera, diurno— que me parece ajeno y por eso la piedra golpeada desde adentro, su pregunta un pasado niño, un niño que me desentierro. (Sólo harina es la ternura marcada por los dedos airados del azufre, y el amor, mina de hastío, roído hasta el vacío por el odio.) Venid pues, venid pronto, pero sin madre, sin piedad, lámparas nulas, al sílice, los catafalcos, la tórrida soledad de los renglones del nitrato. Pero no me busquéis reemplazo entre los negros los maridos, que vuestra pena no ponga en mi lugar un ciudadano: el buzo o el amante, rencoroso, no dejan sitio a nadie en la misma incisión que los sepulta. Pero quiero volver a donde recuerdo hay aire, allí podría amar y usar la cama como nave o tumba compartida. Pero no me fue dado ese viaje, no dijeron ese número, otras figuras hacen mi lotería: Andando, morir moliendo, deslavando el ser, viviendo… cuando yo pretendía morir, de muerte y nada más, de muerte sin pretexto.
(De "Las ocupaciones nocturnas", en Los cuadernos de la tierra)
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