Material de Lectura

A la sombra de las secoyas

 

Escuchadme vosotros que atravesáis el solo e infinito
desierto,
Vosotros, ya sombras, que chirriáis como las cerraduras
orinecidas de la soledad,
Vosotros, como el polvo los libros mágicos y los años en las
urnas del silencio.
Yo te imploro, mujer dulce y bienamada,
Oh reina más allá de los mares en las provincias de hojas y
lagartijas
¡Recuerda, mi esposa, que no podré nombrarte en mi lento
infortunio!
Porque me apesadumbro y la tristeza me vela eternamente
la misericordia de tus manos.

Como en la seda oceánica de la onda y en el alcohol de las
florestas verdes, se escucha el coloquio de las panteras,
Vosotros en el asilo que os procuran los encantos de la vida.
Escuchad este drama de muerte que soflama en las minas de
hulla:

Los jinetes de la noche
golpean en
la oreja de mi espíritu.

En las cadencias de la rana,
en las palabras del
amante,

se jactan de sus creencias
y me hablan de la ley.

Espero,

Espero como un tallo de
hierba preterida,
bajo el ingente peso del

firmamento.

La voz de los jinetes:
"Estas crónicas compiladas de
esperanza y vergüenza,
"Bajo la ferviente claridad de las
lámparas.
"La apertura de nuestras puertas
fabulosas
Os mostrará, cielos de rocío,
"El hilo sobrehumano de nuestro
pensamiento.
"Amigos, seguro para siempre el
azar que os conduce al amor.
"Las ardidas redes y las
tubuladuras que gravitan y
los pilones a nivel de la axila
en torno de la arteria
soterrada."


La disciplina nos ordena
Como las cortezas superpuestas de los árboles y
los océanos
De arena en la estameña de los huracanes,
"Aprovechemos en fieles imágenes la violencia doble del
vegetal.
"El agua diamantina de las estaciones emerge de la plenitud
de las cadencias.
"Henos aquí viriles y fuertes a semejanza del pájaro
navegante hacia el alta mar.

"El astillero es la corona en torno de las frentes del sueño
vertical,
"Allí ni camaradas ni tú, mi amante hijo.
"¡Más bien corre tu azar en el estupor de las muchachas!
"La blancura soberbia de los molinos y los florones de la otra
estepa piadosamente te mecerán."

 

Yo me exulto y escupo sobre
qué orinas.
Mi cólera estalla, mi cólera se
inflama en las resinas

Y en la melena del león.
¡Oh voz, deslízate y sopla
Como las potencias siderales del
sueño!
¡Atesora tus granos de arena,
Sus córneas viscosas,
Sus nauseabundas pupilas!

Boca sonora en las membranas
de la tormenta, boca en
fonolito.
¡Por ti yo les disparo la piedra
del desprecio!

En los bajos de la ciudad
inmunda, mi pulso me lacera
Mil veces he medido el
horrible ladrillo de lava;
Y me encuentro en la orilla
extrema de la desolación.
¿Por qué la apestada mosca de
los yermos y el gran pájaro
de vuelo acelerado vendrán a
revolotear y ulular en mi
cerebro?
¿por qué la noche de los
tugurios se aloja bajo mi
piel?
Arisco sobre todas mis
dimensiones,
¿deberé resistir como las
palmeras del gran desierto y
resistir a la soledad?

 

El orondo insecto que contempla las puertas del espacio;
El rechinar de las lacas y esas plantas y uñas venenosas; y
largos, maléficos y gimientes en los surcos nocturnos del
mundo, los desencadenados vientos de abolengo,
conjunción labial, propia para aguzar la última y pulmonar
punta de mi angustia.

La sordera me destiñe. Acude y domina tus desfallecimientos,
vertiginosa flora, y lléname de tu impulso.
Pues en ti, Naturaleza, reside mi sola esperanza.
¡Perdido como una triste palabra del infolio!
¡Escolar temeroso, larva despreciable o yema ignorante de
todo claro de bosque para no ser al fin sino una planta
color de humo en la rabia!
¡Mi cuna y mi lengua, a vuestra guisa, están lejos en la cima
de los Andes!
Mi canto se unifica en la abrupta resonancia de las piedras
que miden el abismo; canto de una luminosa madrugada a
los bordes pomposos del ramaje; y me confino a la planicie
mental de mi palidez, oh canto eucarístico de la cal.
Mis lágrimas no podrán disolver los músculos del dolor.
La añoranza fatalmente me lleva: me alejo de vosotros como
el corimbo bajo el furor de las brisas.
Corredores de los campos, maestros del mostrador,
Hombres gigantes,
Os escribo con la altanera savia del eucalipto:
"Bajo la herrumbre, abrazad las delicias del hierro.
Me está despejada la ruta por este plumón astral, sin fibras,
en el torbellino de los hielos.
En la secreta hierba de oro con el encaje de las ortigas, os
preparo el reflejo de los sueños
¡Y surgid vosotras, reinas oblicuas en la memoria, como el
alfabeto de mi palabra, oh refulgentes hojas de mi selva
ecuatoriana!
Los vientos lunares se zambullen en la garganta de nuestros
grandes pájaros.
Toda mi gracia reside en el adiós.
Sienes, heme aquí en la femenina luz de su presencia,
Y como la octava en el aleteo de sus párpados,
Bajo el astro de medianoche."

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