A la sombra de las secoyas
Escuchadme vosotros que atravesáis el solo e infinito |
Los jinetes de la noche |
La voz de los jinetes: "Estas crónicas compiladas de esperanza y vergüenza, "Bajo la ferviente claridad de las lámparas. "La apertura de nuestras puertas fabulosas Os mostrará, cielos de rocío, "El hilo sobrehumano de nuestro pensamiento. "Amigos, seguro para siempre el azar que os conduce al amor. "Las ardidas redes y las tubuladuras que gravitan y los pilones a nivel de la axila en torno de la arteria soterrada." |
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Yo me exulto y escupo sobre |
En los bajos de la ciudad inmunda, mi pulso me lacera Mil veces he medido el horrible ladrillo de lava; Y me encuentro en la orilla extrema de la desolación. ¿Por qué la apestada mosca de los yermos y el gran pájaro de vuelo acelerado vendrán a revolotear y ulular en mi cerebro? ¿por qué la noche de los tugurios se aloja bajo mi piel? Arisco sobre todas mis dimensiones, ¿deberé resistir como las palmeras del gran desierto y resistir a la soledad? |
El orondo insecto que contempla las puertas del espacio;
El rechinar de las lacas y esas plantas y uñas venenosas; y largos, maléficos y gimientes en los surcos nocturnos del mundo, los desencadenados vientos de abolengo, conjunción labial, propia para aguzar la última y pulmonar punta de mi angustia. La sordera me destiñe. Acude y domina tus desfallecimientos, vertiginosa flora, y lléname de tu impulso. Pues en ti, Naturaleza, reside mi sola esperanza. ¡Perdido como una triste palabra del infolio! ¡Escolar temeroso, larva despreciable o yema ignorante de todo claro de bosque para no ser al fin sino una planta color de humo en la rabia! ¡Mi cuna y mi lengua, a vuestra guisa, están lejos en la cima de los Andes! Mi canto se unifica en la abrupta resonancia de las piedras que miden el abismo; canto de una luminosa madrugada a los bordes pomposos del ramaje; y me confino a la planicie mental de mi palidez, oh canto eucarístico de la cal. Mis lágrimas no podrán disolver los músculos del dolor. La añoranza fatalmente me lleva: me alejo de vosotros como el corimbo bajo el furor de las brisas. Corredores de los campos, maestros del mostrador, Hombres gigantes, Os escribo con la altanera savia del eucalipto: "Bajo la herrumbre, abrazad las delicias del hierro. Me está despejada la ruta por este plumón astral, sin fibras, en el torbellino de los hielos. En la secreta hierba de oro con el encaje de las ortigas, os preparo el reflejo de los sueños ¡Y surgid vosotras, reinas oblicuas en la memoria, como el alfabeto de mi palabra, oh refulgentes hojas de mi selva ecuatoriana! Los vientos lunares se zambullen en la garganta de nuestros grandes pájaros. Toda mi gracia reside en el adiós. Sienes, heme aquí en la femenina luz de su presencia, Y como la octava en el aleteo de sus párpados, Bajo el astro de medianoche." |
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