Material de Lectura

Jorge Gaitán Durán



Selección y nota
introductoria
de J. G. Cobo Borda



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NOTA INTRODUCTORIA


A Octavio Paz

 

"Yo tenía quince años en 1940. Durante los cinco años que siguieron fuimos lo que la guerra quiso. No alcanzamos a ponernos el uniforme, pero la propaganda modeló nuestra imagen del mundo (...). Quizás esto explique que nuestra primera reacción literaria fuera una poesía desengañada y melancólica y nuestra primera reacción política o social una desconfianza un poco lúgubre ante cualquier orden establecido (...)."

"Imposible enumerar aquí las revelaciones, inquietudes y fracasos que nos permitieron quebrar el conformismo color de rosa, o lacrimoso, en el cual nos habíamos levantado. Voy a recordar apenas una película francesa, que vi en 1948 o 1949 y que pasó casi inadvertida en Bogotá: Le diable au corps. Basada en la obra de Raymond Radiguet y dirigida por Claude Autant-Lara, nos ofrecía una visión del mundo radicalmente inconformista, oponía la protesta y el amor a la mitología huera de la guerra (...). Nuestra adolescencia no se parecía en nada a la que describía la película, pero en 1949 queríamos que así hubiera sido nuestra vida a los 15 años. El intérprete de la película se llamaba Gerard Philipe. (Era) un héroe a la vez lúcido y apasionado. Con su muerte termina nuestra juventud."

Este esbozo autobiográfico fue escrito por Jorge Gaitán Durán, en 1959, cuando se desempeñaba como crítico cinematográfico en El Espectador, de Bogotá, y sintetiza los temas centrales de su aventura intelectual: por una parte, la rebeldía; por otra, la búsqueda de un lenguaje que expresara dicha rebeldía. La lucidez lo llevó a ser un sensible ensayista; la pasión, a convertirse en un luminoso poeta. Las dos juntas animaron una de las empresas más fecundas que recuerda la cultura colombiana: la revista MITO, fundada y dirigida por él, y que en sus 42 números, de abril de 1955 a junio de 1962, modificaron radicalmente el panorama de nuestras letras. Allí aparecieron, entre otros, textos como El coronel no tiene quien le escriba, de Gabriel García Márquez; la Memoria de los Hospitales de Ultramar, de Álvaro Mutis; fragmentos de la novela de Álvaro Cepeda Samudio, La Casa Grande, editada, posteriormente, dentro de las ediciones MITO, y colaboraron en ella gentes como Hernando Valencia Goelkel, su codirector, Fernando Charry Lara, Pedro Gómez Valderrama, Marta Traba, Rafael Gutiérrez Girardot, cuyos aportes a la renovación creativa, en el ámbito colombiano, es apenas comparable a la que en otro plano realizaron los colaboradores hispanoamericanos de MITO: Octavio Paz, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Alejo Carpentier, Jaime García Terrés, Juan Liscano. No sobra recordar que Colombia, bajo sucesivos gobiernos conservadores, había logrado compaginar su fama de Atenas Suramericana —ediciones de y sobre Horacio eran generosamente editadas por la Imprenta Nacional— con los 200 000 muertos de la violencia partidista (liberales versus conservadores) entre 1949 y 1962. Esta guerra civil, larvada e implacable, es que habría de pautar toda la trayectoria de Gaitán Durán.


CURRíCULUM

Nacido en Pamplona, norte de Santander, el 12 de febrero de 1925, de 1941 a 1946 realizó los previsibles estudios de derecho en la U. Javeriana, regenteada por los jesuitas, y participó, al lado de Jorge Zalamea, en la toma de la Radiodifusora Nacional de Colombia, durante los cruentos sucesos del 9 de abril de 1948. Diez años después los recordaría así: "Comunicados absurdos y discursos imbéciles se sucedieron vertiginosamente. Esta situación duró hasta la llegada de Jorge Zalamea, a quien de manera tan ignominiosa se ha calumniado por su comportamiento de ese día. Fue el único que tuvo la lucidez y la autoridad suficiente para proponer un programa insurreccional concreto y un poco de orden (...). Intentamos infatigablemente dirigir al pueblo hacia los lugares de lucha, donde se jugaba la suerte del país, y apartarlo de todo atentado contra individuos o contra establecimientos. Pudieron más que nuestras voces, perdidas en esa confusión terrible, la miseria y la ignorancia de nuestro pueblo, siempre desesperado y ese día además justamente colérico".

A los 23 años ya Gaitán intentaba, como lo expresaría años después, "convertir una tierra amorfa y pestilente en una patria". Para ello era necesario, en primer lugar, educarse: vivió en París desde 1950 a 1954, asistiendo allí a los cursos de filosofía de Merleau-Ponty, en el Colegio de Francia, y tomando clases sobre cine. A su regreso a Colombia funda la revista MITO y se vincula a varias universidades, como profesor de humanidades. Miembro del comité de redacción de La Calle, órgano del Movimiento Revolucionario Liberal acaudillado por el hoy ex presidente Alfonso López Michelsen, publica allí La revolución invisible, apuntes sobre la crisis colombiana, en 1958, y a través de MITO, ya sea la revista o las ediciones del mismo nombre, divulga traducciones suyas: Rimbaud; Genet, Las sirvientas y, sobre todo, Sade. El libro sobre Sade, dedicado a Octavio Paz, y aparecido en 1960, recoge textos de Sade traducidos y presentados por Gaitán Durán, mediante un agudo ensayo: "El libertino y la revolución". Más que sus episódicas intervenciones en política, al lado del MRL, conviene recordar sus contribuciones tanto a la crítica de arte, como a la de cine y literatura, aún no recopiladas. En todos estos campos mantuvo una actitud beligerante e informada, que vale la pena destacar. En contra del infinito provincianismo de la vida intelectual colombiana, y de su mediocridad, "más letal que todas las tiranías", Gaitán se esforzó por crear una atmósfera propicia a la reflexión. El 21 de junio de 1962, en un accidente de aviación ocurrido en Pointa-Pitre muere, seis meses después de haber publicado su mejor libro de poesía: Si mañana despierto. Muerte premonitoriamente evocada por su poesía y que parece corroborar el dictamen de Sartre –una de las referencias habituales de Gaitán Durán– al final de su trabajo sobre Baudelaire: "la elección libre que el hombre hace de sí mismo se identifica absolutamente con lo que llamamos su destino".


INTELECTUAL CÓMPLICE

 

Lo más importante por ahora no es ir hasta la
raíz misma de las cosas sino, siendo como es
el mundo, saberse comportar.
Albert Camus
 


Intelectual cómplice, en el sentido en que él lo definió: —"Jamás el intelectual es víctima de cierto estado de cosas. El intelectual es siempre cómplice. No puede excusarse con la fe. Tiene la culpabilidad original de la conciencia"— la postura ética de Gaitán Durán se ve enfrentada a varias disyuntivas. Él mismo las vio con claridad cuando al referirse, por ejemplo, a Lawrence y Malraux, "poetas de la acción", muestra cómo ellos fracasan en la acción, irrevocablemente: "El agente en Arabia del servicio de inteligencia británico termina su vida como soldado raso de la RAF. Exilio o asco, su historia revela la pasividad vergonzante de cierto tipo de masoquista. Malraux renuncia a su libertad ante el mito imperial de De Gaulle. No es falta de convicción lo que hiela al intelectual en la batalla; es su desdoblamiento: reflexiona sobre el acto en el mismo instante en que actúa. No logra confundirse con su lucha".

La lucha de Gaitán, en este sentido, está encaminada, simplemente, a ser un hombre libre; un hombre libre, en medio de los reaccionarios que lo llamaban comunista, y los comunistas que lo llamaban reaccionario. Un hombre libre, en medio de las jerarquías eclesiásticas o políticas, que prohibían la versión cinematográfica de Rojo y negro, de Stendhal, y arrojaban, en los Llanos, guerrilleros liberales, desde los aviones en marcha. Un hombre libre, cuyas simpatías por el marxismo, y cuyos viajes por Rusia y China concluyen, abruptamente, con una revelación trágica: en 1958, ante la ejecución del militante comunista húngaro Imre Nagy, dirá: "La dictadura del proletariado ha desembocado en una burocracia terrorista y fetichista, el ideal de la sociedad sin clases ha sido reemplazado por la razón de Estado".

Gaitán Durán era, en realidad, víctima de la peste de nuestro tiempo: la política. Algo que ya Julien Benda, en 1927, había analizado con singular perspicacia, en su libro La traición de los intelectuales: "Sin duda –y aunque hayan fundado el Estado moderno en la medida en que éste domina los egoísmos individuales– la acción de los intelectuales sería siempre teórica; no han podido que los profanos (laicos) llenen toda la historia con el ruido de sus odios y matanzas; pero les han impedido convertir en religión tales movimientos y creerse grandes cuando trabajan por llevarlos a cabo. Gracias a ellos puede decirse que, durante dos mil años, la humanidad hacía el mal, pero honraba el bien. Esta contradicción era el honor de la especie humana y constituía la brecha por donde podía deslizarse la civilización. Pero a fines del siglo XIX se produjo un cambio capital: los intelectuales se dedican a hacerles el juego a las pasiones políticas". ¿Conclusión? "Orfeo no podía pretender que hasta el fin de los tiempos los leones se dejasen atrapar por su música. No obstante, podía acaso esperarse que Orfeo en persona no se convirtiera en león".

Para contrarrestar tan siniestra perspectiva, Gaitán Durán concluía sus palabras de homenaje a Baldomero Sanin Cano con una exigencia fundamental: "Hay que acabar con la idea monstruosamente banal de que la calidad intelectual es independiente de la calidad humana. Todo edificio estético descansa sobre un proyecto ético. Las fallas en la conducta vital corrompen las posibilidades de la conducta creativa". Con razón, entonces, Gaitán Durán en su poesía no predice sino dice: "Grité: Todos los Hombres son nuestros hermanos. ¡Mentí!". Así, a través del poema, se ejerce su acción, en forma decisiva. Mediante ella se esclarece y perdura. El poema no miente; por el contrario, juzga a quien lo escribe, y en este caso concreto, lo absuelve. La limpidez de la poesía borra la mugre de la política.


"¿QUÉ ES DECIR?"

La prehistoria poética de Gaitán Durán resulta completamente anodina: la constituyen cuatro libros: Insistencia en la tristeza, 1946; Presencia del hombre, 1947; Asombro, 1951 y El libertino, 1954. Siendo algo injustos podríamos aplicarle a ellos, sobre todo a los primeros, las propias palabras de Gaitán Durán consignadas en su Diario, en 1952: "Cuanto a mi país se refiere, siempre me ha sorprendido el extraordinario poder de simulación y confabulación del colombiano. Se comprende entonces por qué en general nuestros poetas son tan malos. En una cotidianeidad roída por lo imaginario se diluyen la concentración y la tensión necesarias para el sobresalto único de la poesía". Es, en realidad, en los 10 poemas que integran la secuencia titulada Amantes, 1959, donde su lenguaje empieza a cargarse con el peso de una honda reflexión en la cual la palabra y el deseo se unen para exaltar lo subversivo del placer y la afrentosa condición a la cual el hombre se ve determinado: "Los hombres ya no viven: como enterradas serpientes/ En el otoño, como lunas perezosas en el invierno,/ En el estío son águilas o tigres, soles sanguinarios/ Que arden en el opaco mundo de las cosas". Sí, el erotismo introduce en la vida un elemento de placer y de fiesta, pero también de desorden y destrucción, como señalaba en su ensayo sobre Sade, aquí, en estos poemas, la lujuria mantiene, en esa unión de guerreros que se afrentan, la distancia infranqueable: "Sus bocas están juntas, mas separadas siguen las almas". En Si mañana despierto la muerte y la imaginación entablan un combate feroz. En primer lugar, entre el demasiado por decir que contrasta con el poco que las convenciones del poema soportan. De ahí su integración del verso y la prosa; de ahí el hecho de que los poemas estén acompañados, al final, por un Diario que enriquece su escritura: "El amor y la literatura coinciden en la búsqueda apasionada –casi siempre desesperada– de comunicación. Rechazamos la soledad esencial de nuestro ser y nos precipitamos caudalosamente hacia los otros seres humanos por medio de la creación o del deseo. Los cuerpos ayuntados son himno, poema, palabra. El poema es acto erótico". De ahí su constante contrapunto de inteligencia y lirismo; de meditación y de goce. En medio de los cuerpos desvelados por su propia ebriedad, él encuentra la palabra que, trascendiéndolos, les da razón de ser. Se trata de una poesía encarnada, en la cual la difícil aleación de belleza y eficacia se cumple a cabalidad. Con razón Gaitán Durán citaba a Alfonso Reyes: "la poesía es un combate con el lenguaje". Al develar la parte reprimida del ser; al infundirle a una tradición anquilosada, júbilo y esplendor, él vivificaba el idioma, y manteniendo su rigor formal –excelentes sonetos, por ejemplo–, le comunicaba una certidumbre inextinguible: la del deseo que sigue siendo deseo. De otra parte, este lenguaje tenso y erguido se ve animado, además, por una soterrada, y fluyente, melodía, la cual le comunica la precisión del misterio. Lo convierte en indudable poesía. El "mundo mondo", la "sonaja de semillas semánticas", de que habla Octavio Paz en el poema de Salamandra, precisamente dedicado a Gaitán Durán ("Solo a dos voces") se ha poblado de palabras plenas de sentido. Es aquí donde el compromiso del poeta se cumple, sin subterfugios: ha sido fiel al Verbo, a la memoria de éste, y por tal razón este puñado de poemas es ya "raíz en la tiniebla" de nuestra época.*

 

J. G. COBO BORDA
Bogotá, 1980

 


*
La Obra literaria de Jorge Gaitán Durán fue editada por el Instituto Colombiano de Cultura, Bogotá, en su serie Biblioteca Básica Colombiana. No. 6, 450 páginas, recopilada y prologada por Pedro Gómez Valderrama, 1975.

Son de interés sobre su poesía los textos de Fernando Charry Lara, en Lector de poesía, Bogotá, 1975; los de Guillermo Sucre, en La máscara y la transparencia, Caracas, 1975; y los que Jaime Duque, en Momentos y opciones de la poesía en Colombia, Bogotá, 1980; al igual que el recuerdo poético de Luis Cardoza y Aragón, incluido en su libro Círculos concéntricos, Veracruz, México, 1967.

Además de la antología de la revista MITO, que preparé en 1975, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, Colección Autores Nacionales, No. 4, en otras dos ocasiones, y desde diferentes ángulos, he escrito sobre la poesía de Gaitán Duran: dichos textos se hallan recogidos en La alegría de leer, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, Colección Autores Nacionales, No. 10, 1976; y La tradición de la pobreza, Bogotá, Carlos Valencia Editores, Bogotá, 1980.

 

QUIERO


Quiero vivir los nombres
Que el incendio del mundo ha dado
Al cuerpo que los mortales se disputan:
Roca, joya del ser, memoria, fasto.
Quiero tocar las palabras
Con que en vano intenté hurtarte
Al duelo de cada día,
Estela donde habitaban los dioses,
Hoy lisa, espacio para el gesto imposible
Que en el mármol fije el alma que nos falta.
No quiero morir sin antes
Haberte impuesto como una ciudad entre los hombres,
Quiero que seas ante la muerte
El único poema que se escriba en la tierra.

 


EL INFIERNO


Los hombres ya no viven: como enterradas serpientes
En el otoño, como lunas perezosas en invierno,
En el estío son águilas o tigres, soles sanguinarios
Que arden en el opaco mundo de las cosas,
Guerreros en vigilia como los astros
Para que en inmortales los convierta el cielo mentido.
Nobles o perversos, mas efímeros porque es su obra
Única arrancar un instante al infierno
La misma carne que los delata a los dioses,
Los amantes están solos en la tierra.
Feroces porque el que siempre da recibe injusticia,
Quieren ser como uñas o dientes en el otro,
Como la selva tras la tormenta de verano, quieren
Que nadie vea su debilidad, sino sufra violencia,
Ayuntados como hermosas bestias o en fuga como criminales
La luz los ciega: el hombre no tiene tiempo para reconocerse.
Se abrazan en su miseria hasta encontrar un cuerpo
Impenetrable donde sólo la muerte toca fondo:
Sus bocas están juntas, mas separadas siguen las almas.

 


ÉTICA


Nos olvidamos de la muerte, mas la muerte no nos olvida,
Sino nos cuida, como el padre y la madre después de haber
gozado
El cuerpo se levanta en la noche para velar al hijo que odian,
Nos acaricia la planta de los pies en el lecho donde nos
ayuntamos,
Solícita. En vano propone una eternidad falaz, Celestina
De las almas, afrenta de dioses que no existen al hombre.
En vano se desesperan los amantes por no ser inmortales.
Son ellos su destino, mas se castran. Cambian su obra
Por dos billetes de banco: uno, la fe; otro, la justicia.
En vano siempre. Mueren sin vivir todo lo que humano es
En la tierra o el infierno. La carne que alzarlos debió, los
abaja.

 


 

SE JUNTAN DESNUDOS


Dos cuerpos que se juntan desnudos
Solos en la ciudad donde habitan los astros
Inventan sin reposo al deseo.
No se ven cuando se aman, bellos
O atroces arden como dos mundos
Que una vez cada mil años se cruzan en el cielo.
Solo en la palabra, luna inútil, miramos
Cómo nuestros cuerpos son cuando se abrazan,
Se penetran, escupen, sangran, rocas que se destrozan,
Estrellas enemigas, imperios que se afrentan.
Se acarician efímeros entre mil soles
Que se despedazan, se besan hasta el fondo,
Saltan como dos delfines blancos en el día,
Pasan como un solo incendio por la noche.

 


AMANTES


Somos como son los que se aman.
Al desnudarnos descubrimos dos monstruosos
Desconocidos que se estrechan a tientas,
Cicatrices con que el rencoroso deseo
Señala a los que sin descanso se aman:
El tedio, la sospecha que invencible nos ata
En su red, como en la falta dos dioses adúlteros.
Enamorados como dos locos,
Dos astros sanguinarios, dos dinastías
Que hambrientas se disputan un reino,
Queremos ser justicia, nos acechamos feroces,
Nos engañamos, nos inferimos las viles injurias
Con que el cielo afrenta a los que se aman.
Sólo para que mil veces nos incendie
El abrazo que en el mundo son los que se aman
Mil veces morimos cada día.

 


AMANTES


Desnudos afrentamos el cuerpo
Como dos ángeles equivocados,
Como dos soles rojos en un bosque oscuro,
Como dos vampiros al alzarse el día,
Labios que buscan la joya del instante entre dos muslos,
Boca que busca la boca, estatuas erguidas
Que en la piedra inventan el beso
Sólo para que un relámpago de sangres juntas
Cruce la invencible muerte que nos llama.
De pie como perezosos árboles en el estío,
Sentados como dioses ebrios
Para que me abrasen en el polvo tus dos astros,
Tendidos como guerreros de dos patrias que el alba separa,
En tu cuerpo soy el incendio del ser.

 


ESTA CIUDAD ES NUESTRA


Tenemos la tierra, porque al cielo hemos negado
Lo que sólo el hombre merece en su violencia:
El amor levantado como roca en la injuria de toda
Patria, para que dioses o criminales seamos un instante
Cuando la voluptuosidad y el duelo nos habitan.
Tenemos el cuerpo, pues desde el cuarto miserable
Donde nos abrazamos sin reposo erigimos una ciudad que es
sólo nuestra,
Carne cuya obra toca mundo y que el deseo alza a las
estrellas:
No pertenece a los ciegos seres que se despedazan o se
ignoran,
Soledades guerreras unidas por la codicia o el tumulto,
Apegadas a cosas que no son suyas, sino del tiempo,
Mientras nuestro fasto único es incendiar nubes que pasan
Por entre los cerros, ponientes rojos como en otoño el
bosque,
Felicidades extrañas como un lucero en pleno día,
Ojos con que descubrimos los mil soles que arden
Al mirarnos, sangres que al correr juntas atraviesan
El infierno con música que no es de nadie: el alma.
Tenemos toda la vida por delante y también toda la muerte.

 

 

HECHA POLVO


Tanto te amé ese día que la muerte
Voló por la ciudad como mil soles,
Abeja de mi duelo
En el definitivo verano que te llama.
Fui descubriendo un astro en tu desnudo
Tras de mis pasos ciegos por tu sombra,
Presente, ocio feroz, donde toda sangre
Al hombre exige lo que para el cielo es imposible.
El mundo, espejo de mi mano iba
Como una joya opaca por tus ojos,
Te miraba mirar rostros, reinos, memoria
Súbita, nube que como una desdicha
Pasa por la carne de donde me retiro
Desterrado a la ajena imagen que te asalta.
Te fui quitando abrazos, conquistas, el peso
De una dinastía que ahora habita la noche.
Yo te hice habitar en las estrellas.
A ti, arrogancia, cuerpo impenetrable,
La pena de todos vencedora te ha penetrado.

 


 

EL GUERRERO


Lleva la muerte en su espada quien por amor debe morir
O matar lo que ama, magnánimo con su pena
Pues no busca olvido sino infierno.
Si el arma hunde en otro pecho, en su pecho la aloja,
Mas la carroña no es suya sino definitivamente ajena.
Vivo queda, es decir, culpable. No sólo arrastra tormento
Para siempre: mil veces repite su delito,
Porque sanguinario es el príncipe con gentes que no odia ni
conoce
Y Dios condena por el mismo mal que es su obra y los jueces
Castigan al que rechaza la injusticia, él por ella pidió ser
condenado.
Castrado, no: aprende a ser hombre quien por serlo sufre,
quien
Entre tierra y cielo sólo quiere ser hombre. No será su existir
fácil
Como respeto de puta: guerrero, sí, o loco pero nunca
inocente.

 


 

LA TIERRA QUE ERA MÍA


Únicamente por reunirse con Sofía von Kühn,
Amante de trece años, Novalis creyó en el otro mundo;
Mas yo creo en soles, nieves, árboles,
En la mariposa blanca sobre una rosa roja,
En la hierba que ondula y en el día que muere,
Porque sólo aquí como un don fugaz puedo abrazarte,
Al fin como un dios crearme en tus pupilas,
Porque te pierdo, con la tierra que era mía.

 

 


 

 

QUIERO APENAS


Presto cesó la nieve, como música.
Pájaros y verdes cruzan por el frío.
Vas a morir, me dicen. Tu enfermedad
Es incurable. Sólo puede salvarte
El milagro que niegas.
Mas quiero apenas
Arder como un sol rojo en tu cuerpo blanco.


 

 

 

EL REGRESO


El regreso para morir es grande.
(Lo dijo con su aventurar el rey de Ítaca).
Mas amo el sol de mi patria,
El venado rojo que corre por los cerros,
Y las nobles voces de la tarde que fueron
Mi familia.
Mejor morir sin que nadie
Lamente glorias matinales, lejos
Del verano querido donde conocí dioses.
Todo para que mi imagen pasada
Sea la última fábula de la casa.

 


 

VERANO UVAS RÍO


El tiempo pasa por el río
Tan dulcemente como fluye
El agua. Lleva al nadador
Adolescente, enjuto, rojo,
Que bajo el sol de los venados
Come uvas. Las más doradas
Avispas del día lo aturden,
Con zumbidos, destellos, brisas
Rápidas. Cuando siente un aire
De luna, aléjase silbando
Por la orilla.
Se reconoce
El extranjero en ese instante
De demorada luz y fresca
Sombra y vaho entre las frutas.
Mas ya nada es suyo. Verano,
Uvas, río, todo concluye
Con la noche que envuelve y borra
La juvenil cabeza rubia.
Por la ciudad natal en fiesta
Desconocido cruza el hombre.

 


 
 

VALLE DE CÚCUTA


Toco con mis labios el frutero del día,
Pongo con las manos un halcón en el cielo.
Con los ojos levanto un incendio en el cerro.
La querencia del sol me devuelve la vida
La verdad es el valle. El azul es azul.
El árbol colorado es la tierra caliente.
Ninguna cosa tiene simulacro ni duda.

Aquí aprendí a vivir con el vuelo y el río.

 


 

 
 
 

DE REPENTE LA MÚSICA


La pura luz que pasa
Por la calle desierta.
Nada humano
Bajo el cielo abolido.
La blancura absoluta
De la ciudad confunde
La muerte y el sigilo.

De repente la música,
La sombra de los amantes en el agua.

 


 

CANÍCULA


El sol abrasa toda
Vida. No mueve el viento
Un árbol. Fuera del tiempo
Está el fasto del día.
La canícula absorbe
Las horas, los colores,
El silencio.

De repente óyese una gota
De agua, y otra,
Y otra más, en la tarde.
Es la música.

 


 

FUENTE EN CÚCUTA


El rumor de la fuente bajo el cielo
Habla como la infancia.
Alrededor
Todo convida a la tórrida calma
De la casa: el mismo patio blanco
Entre los árboles, la misma siesta
Con la oculta cigarra de los días.

Nubes que no veía desde entonces
Como la muerte pasan por el agua.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

HACIA EL CADALSO


Tú no has conseguido nada, me dice el tiempo,
Todo lo has perdido en tu lid imbécil
Contra los dioses. Sólo te quedan palabras,
Tú no has sido nada: ni padre ni guerrero,
Ni súbdito ni príncipe –ni Diógenes el perro;
Y ahora la muerte –cáncer y silencio en tu garganta–
Te hace besar las ruinas que escupiste.

Mas yo he sido: vilano, un día; otro, vulnerable
Titán contra su sombra. Yo he vivido:
Árbol de incendios, semen de amo
Que por un instante tiene el mundo con su cuerpo.

El idiota repite estas palabras hasta el cadalso
Interminablemente: ¡He vivido!

 


 

SI MAÑANA DESPIERTO


De súbito respira uno mejor y el aire de la primavera
Llega al fondo. Mas sólo ha sido un plazo
Que el sufrimiento concede para que digamos la palabra.
He ganado un día; he tenido el tiempo
En mi boca como un vino.
Suelo buscarme
En la ciudad que pasa como un barco de locos por la noche.
Sólo encuentro un rostro: hombre viejo y sin dientes
A quien la dinastía, el poder, la riqueza, el genio,
Todo le han dado al cabo, salvo la muerte.
Es un enemigo más temible que Dios,
El sueño que puedo ser si mañana despierto
Y sé que vivo.
Mas de súbito el alba
Me cae entre las manos como una naranja roja.

 


¡VENGAN CUMPLIDAS MOSCAS!


Cuántas veces de niño te vi
Cruzar por mi alcoba de puntillas.
Enhebrabas tu aguja con manos
Más ligeras que los días.

Luego te olvidé. No es poca cosa
Vivir. El mundo es bello y el deseo
Vasto. (Que lo diga Ulises,
Cuando nada en el mar y come uvas
Después de la batalla). Mas cada
Año acortabas el hilo, zurcidora
Aplicada.
Como una madre
O Penélope siempre lozana me has
Guardado fidelidad. ¡La única!

Empollabas la herencia con tus
Mimos. Solícita, cuidabas huesos,

Dientes, toda la ruin materia
Que te ceba.
¿Vale más el alma?
No encontraste nada en la mía
Que me hiciera rey.
Quedaba poco
Cuando destapaste el pudridero.

¡Vengan cumplidas moscas! Hoy te pago
El ansia con que viví cada momento.

 


 

SÉ QUE ESTOY VIVO


Sé que estoy vivo en este bello día
Acostado contigo. Es el verano.
Acaloradas frutas en tu mano
Vierten su espeso olor al mediodía.

Antes de aquí tendernos no existía
Este mundo radiante. ¡Nunca en vano
Al deseo arrancamos el humano
Amor que a las estrellas desafía!

Hacia el azul del mar corro desnudo.
Vuelvo a ti como al sol y en ti me anudo,
Nazco en el esplendor de conocerte.

Siento el sudor ligero de la siesta.
Bebemos vino rojo. Esta es la fiesta
En que más recordamos a la muerte.

 


 

VERÉ ESA CARA


Voy a vivir contigo y contra ti.
Roma en llamas, la casa de los dos
Tiene un cuarto vacío. Nuestro Dios
Ha partido. Todo cuanto le di

Me comenzó a pesar: mi baladí
Fervor de adolescente. Grité: Nos
Reclama cada ser; o: Todos los
Hombres son nuestros hermanos. ¡Mentí!

Ahora sé que renegué del cielo
Por nada. Inane César, porto el duelo
De un mundo sin amor ni paz ni fe.

Eres cuanto me queda: la postrera
Mirada fiel. ¡El terror persevera,
Cara! Cuando me abraces, te veré.

 

Siesta

Voy por tu cuerpo como por el mundo


Octavio Paz


Es la siesta feliz entre los árboles,
Traspasa el sol las hojas, todo arde,
El tiempo corre entre la luz y el cielo
Como un furtivo dios deja las cosas.
El mediodía fluye en tu desnudo
Como el soplo de estío por el aire.
En tus senos trepidan los veranos.
Sientes pasar la tierra por tu cuerpo
Como cruza una estrella el firmamento.
El mar vuela a lo lejos como un pájaro.
Sobre el polvo invencible en que has dormido
Esta sombra ligera marca el peso
De un abrazo solar contra el destino.
Somos dos en lo alto de una vida.
Somos uno en lo alto del instante.
Tu cuerpo es una luna impenetrable
Que el esplendor destruye en esta hora.
Cuando abro tu carne hiero al tiempo,
Cubro con mi aflicción la dinastía,
Basta mi voz para borrar los dioses,
Me hundo en ti para enfrentar la muerte.
El mediodía es vasto como el mundo.
Canta el cuerpo en la luz, la tierra canta,
Danza en el sol de todos los colores,
Cada sabor es único en mi lengua.
Soy un súbito amor por cada cosa.
Miro, palpo sin fin, cada sentido
Es un espejo breve en la delicia.
Te miro envuelta en un sudor espeso.
Bebemos vino rojo. Las naranjas
Dejan su agudo olor entre tus labios.
Son los grandes calores del verano.
El fugitivo sol busca tus plantas,
El mundo huye por el firmamento,
Llenamos esta nada con las nubes,
Hemos hurtado al ser cada momento,
Te desnudé a la par con nuestro duelo.
Sé que voy a morir. Termina el día.

 


NO PUDO LA MUERTE VENCERME


No pudo la muerte vencerme.
Batallé y viví. El cuerpo
Infatigable contra el alma,
Al blanco vuelo del día.
En las ruinas de Troya escribí:
"Todo es muerte o amor",
Y desde entonces no tuve
Descanso. Dije en Roma:
"No hay dioses, sólo tiempo",
Y desde entonces no tuve
Redención. Callé en España
Pues la voz de la ira desafiaba
Al olvido con mis tuétanos,
Mis humores, mi sangre; y
Desde entonces no ha cesado
El incendio.
De reposo
Le sirva tierra extranjera
Al héroe. Cante fresca hierba
Como abeja del polvo por sus
Párpados. Yo no me rindo:
Quiero vivir cada día en
Guerra, como si fuera el último.

Mi corazón batalla contra el mar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

ENVÍO


No he podido olvidarte. He conseguido
Que este inútil desorden de mis días
Solitarios, concluya en las porfías
De un corazón que da cada latido

A tu memoria. En tu mundo abolido,
He luchado por ti contra las pías
Obras de Dios. Cuando ayer le exigías
Será invención del hombre que ha nacido.

Tantas razones tuve para amarte
Que en el rigor oscuro de perderte
Quise que le sirviera todo el arte

A tu solo esplendor y así envolverte
En fábulas y hallarte y recobrarte
En la larga paciencia de la muerte

 

LA ESPERA


Esta atada pasión, este sigilo
Del alma hacia sus términos oscuros,
Este ajedrez de cuadros inseguros,
Piden jugada, huida, muerte al hilo

Sin cabo de la espera, cuerpo en vilo
Por torres, por los sempiternos muros
Blancos, por los escalados conjuros,
Por el límite mismo en que vacilo,

Vértigo y posesión en lucha helada
La ascensión sin reposo y la caída,
La sombra y el vacío y la mirada,

Y siempre en madrugada detenida,
La voz y el corazón contra la nada
Y la fugaz palabra de la vida.