Material de Lectura

Jorge Guillén






Selección y nota introductoria de
Pedro Serrano









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Nota introductoria
 


Poesía de las cosas de este mundo, la de Jorge Guillén tiene la medida de la luz que se posa en ellas. La medida de las formas y los relieves de las cosas, de su calor o de su aspereza, de su blancura y de su movimiento. Poeta que ve, el mundo le entra por los ojos, ilimitadamente, desmesuradamente. Todo en su poesía es objeto de contemplación. Toda ella lo es. Casi pensaría yo que la métrica es para él el andamiaje rítmico de sus ojos, de lo que sus ojos descomponen o separan, de lo que sus ojos fijan para hacerlo poema. Para Guillén el poema es el espacio donde intenta retener el tiempo de la dicha. Es la "eternidad en vilo" que quiere asir en un presente fugaz. Por la poesía, Guillén sale del tiempo y establece su propio tiempo. Asombrado ante el mundo, el suyo es el tiempo de la imagen. Nunca el tiempo histórico. Aunque él lo entienda y lo asuma (pensemos en su actitud ante la guerra civil española, o algunos poemas de Clamor, al que subtitula "Tiempo de Historia"), su sensibilidad poética no lo concibe. El suyo es un tiempo fragmentario y sus poemas son los intentos frágiles que el poeta hace para asirlo, para fijarlo. Quiere fijar el mundo en el instante mismo en que lo ve y su lucha es la lucha por la expansión del instante. Sólo el movimiento de la imagen puede hacer esto. La imagen poética no es espacio. Es tiempo detenido, es una vertiginosa condensación temporal que Guillén fija gracias a la luz, y toda su poesía, de Cántico a Y otros poemas, es el intento de dejar para siempre en vilo ese instante, visto más que vivido, vivido porque visto. Su poesía, el intento de su poesía (de toda poesía en realidad) se expresa en esta cita de Lezama Lima: "La poesía que es instante y discontinuidad ha podido ser conducida al poema que es un estado y un continuo". Por esa relación con el mundo y con el poema la noche es para él la cesación del tiempo, la cesación de la vida. Durante la noche el hombre, y las cosas, se sumergen en su propia soledad y esperan sólo la luz, que creará de nuevo el "acorde". El tiempo durante la noche —el de la poesía cuando menos— "no acierta a vivir sin fondo que enamore". La noche no tiene sentido si no es porque va hacia el día, hacia el momento en que el poeta volverá a enfrentarse, desde el asombro mismo de la novedad, con el mundo:

¿Aventura?
No la caza
Mi cacería.
Tengo con el mismo sol
La eterna cita.
Y a fuerza de ver, Guillén va iluminando cada vez más este mundo que se le presenta. Lo recoge, lo cierne, lo vuelve a recoger, al fin lo crea. Ramón Xirau dice que Guillén es un "laborioso buscador de aristas exactas" y "un poeta para el cual el mundo es relación y revelación". Guillén, en su poesía, va en busca del mundo, de esa "realidad que lo inventa", que le permite participar de ella. Cuando encuentra esa arista, el poema es, y, ante la revelación, Guillén establece su relación con las cosas, que nunca serán poéticas per se, sino sólo en el instante en que se crea una armonía entre ellas, cuando al sumarse, al añadirse unas a otras, inventan el mundo: "Todo es prodigio por añadidura". Así, el instante poético se da "Cuando el espacio sin perfil resume / en una nube / su vasta indecisión a la deriva", esto es, cuando el poeta, al ver, restablece el mundo, sacándolo del caos de lo informe, y lo nombra, y lo forma. "Redondo ahora" en el que el goce de la escritura le da peso al goce de la mirada. Sensación hecha poema, la suya es un tacto visual que va, firme el pulso, conformando y gozando lo informe. De ese modo, sutil, Guillén hinche el mundo hasta nombrarlo.



Pedro Serrano

 


Mientras el aire es nuestro



Respiro,
Y el aire en mis pulmones
Ya es saber, ya es amor, ya es alegría,
Alegría entrañada
Que no se me revela
Sino como un apego
Jamás interrumpido
—De tan elemental—
A la gran sucesión de los instantes
En que voy respirando,
Abrazándome a un poco
De la aireada claridad enorme.

Vivir, vivir, raptar —de vida a ritmo—
Todo este mundo que me exhibe el aire,
Ese —Dios sabe cómo— preexistente
Más allá
Que a la meseta de los tiempos alza
Sus dones para mí porque respiro,
Respiro instante a instante,
En contacto acertado
Con esa realidad que me sostiene,
Me encumbra,
Y a través de estupendos equilibrios
Me supera, me asombra, se me impone.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Más allá


I

(El alma vuelve al cuerpo,
Se dirige a los ojos
Y choca.) —¡Luz! Me invade
Todo mi ser. ¡Asombro!

Intacto aún, enorme,
Rodea el tiempo. Ruidos
Irrumpen. ¡Cómo saltan
Sobre los amarillos

Todavía no agudos
De un sol hecho ternura
De rayo alboreado
Para estancia difusa,

Mientras van presentándose
Todas las consistencias
Que al disponerse en cosas
Me limitan, me centran!

¿Hubo un caos? Muy lejos
De su origen, me brinda
Por entre hervor de luz
Frescura en chispas. ¡Día!

Una seguridad
Se extiende, cunde, manda.
El esplendor aploma
La insinuada mañana.

Y la mañana pesa.
Vibra sobre mis ojos,
Que volverán a ver
Lo extraordinario: todo

Todo está concentrado
Por siglos de raíz
Dentro de este minuto,
Eterno y para mí.

Y sobre los instantes
Que pasan de continuo
Voy salvando el presente,
Eternidad en vilo.

Corre la sangre, corre
Con fatal avidez.
A ciegas acumulo
Destino: quiero ser.

Ser, nada más. Y basta.
Es la absoluta dicha.
¡Con la esencia en silencio
Tanto se identifica!

¡Al azar de las suertes
Únicas de un tropel
Surgir entre los siglos,
Alzarse con el ser,

Y a la fuerza fundirse
Con la sonoridad
Más tenaz: sí, sí, sí,
La palabra del mar!

Todo me comunica,
Vencedor, hecho mundo,
Su brío para ser
De veras real, en triunfo.

Soy, más, estoy. Respiro.
Lo profundo es el aire.
La realidad me inventa,
Soy su leyenda. ¡Salve!


II

No, no sueño. Vigor
De creación concluye
Su paraíso aquí:
Penumbra de costumbre.

Y este ser implacable
Que se me impone ahora
De nuevo —vaguedad
Resolviéndose en forma

De variación de almohada,
En blancura de lienzo,
En mano sobre embozo,
En el tendido cuerpo

Que aun recuerda los astros
Y gravita bien— este
Ser, avasallador
Universal, mantiene

También su plenitud
En lo desconocido:
Un más allá de veras
Misterioso, realísimo.


III

¡Más allá! Cerca a veces,
Muy cerca, familiar,
Alude a unos enigmas.
Corteses, ahí están.

Irreductibles, pero
Largos, anchos, profundos
Enigmas —en sus masas.
Yo los toco, los uso.

Hacia mi compañía
La habitación converge.
¡Qué de objetos! Nombrados,
Se allanan a la mente.

Enigmas son y aquí
Viven para mi ayuda,
Amables a través
De cuanto me circunda

Sin cesar con la móvil
Trabazón de unos vínculos
Que a cada instante acaban
De cerrar su equilibrio.


IV

El balcón, los cristales
Unos libros, la mesa.
¿Nada más esto? Sí,
Maravillas concretas.

Material jubiloso
Convierte en superficie
Manifiesta a sus átomos
Tristes, siempre invisibles.

Y por un filo escueto,
O al amor de una curva
De asa, la energía
De plenitud actúa.

¡Energía o su gloria!
En mi dominio luce
Sin escándalo dentro
De lo tan real, hoy lunes.

Y ágil, humildemente,
La materia apercibe
Gracia de Aparición:
Esto es cal, esto es mimbre.


V

Por aquella pared,
Bajo un sol que derrama,
Dora y sombrea claros
Caldeados, la calma

Soleada varía.
Sonreído va el sol
Por la pared. ¡Gozosa
Materia en relación!

Y mientras, lo más alto
De un árbol —hoja a hoja
Soleándose, dándose,
Todo actual— me enamora.

Errante en el verdor
Un aroma presiento,
Que me regalará
Su calidad: lo ajeno,

Lo tan ajeno que es
Allá en sí mismo. Dádiva
De un mundo irremplazable:
Voy por él a mi alma.


VI

¡Oh perfección! Dependo
Del total más allá,
Dependo de las cosas.
Sin mí son y ya están

Proponiendo un volumen
Que ni soñó la mano,
Feliz de resolver
Una sorpresa en acto.

Dependo en alegría
De un cristal de balcón,
De ese lustre que ofrece
Lo ansiado a su raptor,

Y es de versa atmósfera
Diáfana de mañana,
Un alero, tejados,
Nubes allí, distancias.

Suena a orilla de abril
El gorjeo esparcido
Por entre los follajes
Frágiles. (Hay rocío.)

Pero el día al fin logra
Rotundidad humana
De edificio y refiere
Su fuerza a mi morada.

Así va concertando,
Trayendo lejanías,
Que al balcón por países
De tránsito deslizan.

Nunca separa el cielo.
Ese cielo de ahora
—Aire que yo respiro—
De planeta me colma.

¿Dónde extraviarse, dónde?
Mi centro es este punto:
Cualquiera. ¡Tan plenario
Siempre me aguarda el mundo!

Una tranquilidad
De afirmación constante
Guía a todos los seres,
Que entre tantos enlaces

Universales, presos
En la jornada eterna,
Bajo el sol quieren ser
Y a su querer se entregan

Fatalmente, dichosos
Con la tierra y el mar
De alzarse a lo infinito:
Un rayo de sol más.

Es la luz del primer
Vergel, y aun fulge aquí
Ante mi faz, sobre esa
Flor, en ese jardín.

Y con empuje henchido
De afluencias amantes
Se ahínca en el sagrado
Presente perdurable.

Toda la creación,
Que al despertarse un hombre
Lanza la soledad
A un tumulto de acordes.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 














Sazón


El vaivén de la esquila
De la oveja que pace...
En su punto la tarde:
Fina monotonía.

¡Polvareda de calma,
Trasluz de lo plenario!
¡Ahínco cabizbajo,
Émulo de la hazaña!

La quietud es extrema
En el rebaño terco.
Acrece y guarda el tiempo
Sus minutos, su hierba.

¡Lejanías en blanco,
Para la rumia grama!
¡Horizonte, tardanza
Del infinito espacio!

En su punto la tarde:
Fina monotonía...
El vaivén de la esquila
De la oveja que pace.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Primavera delgada


Cuando el espacio sin perfil resume
Con una nube
Su vasta indecisión a la deriva
—¿Dónde la orilla?—
Mientras el río con el rumbo en curva
Se perpetúa
Buscando sesgo a sesgo, dibujante,
Su desenlace,
Mientras el agua duramente verde
Niega sus peces
Bajo el profundo equívoco reflejo
De un aire trémulo...
Cuando conduce la mañana, lentas,
Sus alamedas
Gracias a las estelas vibradoras
Entre las frondas,
A favor del avance sinuoso
Que pone en coro
La ondulación suavísima del cielo
Sobre su viento
Con el curso tan ágil de las pompas,
Que agudas bogan…
¡Primavera delgada entre los remos
De los barqueros!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Desnudo


Blancos, rosas. Azules casi en veta,
Retraídos, mentales.
Puntos de luz latente dan señales
De una sombra secreta.

Pero el color, infiel a la penumbra,
Se consolida en masa.
Yacente en el verano de la casa,
Una forma se alumbra.

Claridad aguzada entre perfiles,
De tan puros tranquilos,
Que cortan y aniquilan con sus filos
Las confusiones viles.

Desnuda está la carne. Su evidencia
Se resuelve en reposo.
Monotonía justa, prodigioso
Colmo de la presencia.

Plenitud inmediata, sin ambiente,
Del cuerpo femenino.
Ningún primor: ni voz ni flor. ¿Destino?
¡Oh absoluto Presente!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


El horizonte
 


Riguroso horizonte.
Cielo y campo, ya idénticos,
Son puros ya: su línea.

Perfección. Se da fin
A la ausencia del aire,
De repente evidente.

Pero la luz resbala
Sin fin sobre los límites.
¡Oh perfección abierta!
Horizonte, horizonte
Trémulo, casi trémulo
De su don inminente.
Se sostiene en un hilo
La frágil, la difícil
Profundidad del mundo.

El aire estará en colmo
Dorado, duro, cierto.
Trasparencia cuajada.

Ya el espacio se comba
Dócil, ágil, alegre
Sobre esa espera —mía.

 


Bella adrede

 

Sobre el hombro solitario,
Tan ligero de tan, duro,
(Mira a la aurora en apuro.
Fuga del lirio precario)
Guarda luces de un acuario,
(Feria marina en el cielo)
Ardua para el fiel desvelo,
Galatea, bella adrede.
(Mira a la aurora. Ya cede
Lirios al mar paralelo.)

 


Hacia el nombre


Se junta el follaje en ramo,
Y sólo sobre su cima
Dominio visible ejerce
La penetración de brisa.
Desplegándose va el fuste
Primaveral. Ya principia
La flor a colorearse
Despacio. ¿Sólo rojiza?
No, no. La flor se impacienta,
Quiere henchir su nombre: lila.

 


 

Cierro los ojos


Une rose dans les ténèbres
Mallarmé


Cierro los ojos y el negror me advierte
Que no es negror, y alumbra unos destellos
Para darme a entender que sí son ellos
El fondo en algazara de la suerte,

Incógnita nocturna ya tan fuerte
Que consigue ante mí romper sus sellos
Y sacar del abismo los más bellos
Resplandores hostiles a la muerte.

Cierro los ojos. Y persiste un mundo
Grande que me deslumbra así, vacío
De su profundidad tumultuosa.

Mi certidumbre en la tiniebla fundo,
Tenebroso el relámpago es más mío,
En lo negro se yergue hasta una rosa.

 


 

Electra frente al sol


Un resto de crepúsculo resbala,
Gris de un azul que fue feliz. ¿Ceniza
Nuestra? La claridad final, melliza
Del filo, hiere al bosque: fronda rala.

Cae talando el sol. ¡Cruel la tala,
Cruel! No queda tronco. Se encarniza
La lumbre en la hermosura quebradiza,
Y ante el cielo el país se descabala.

¿Todo a la vez? Ahora van despacio
Los juntos por su ruta de regreso.
Ya es íntimo, ya es dulce el día lacio.

Todo a la vez. Se encienden las primeras
Luces humanas. ¡Ah, con qué embeleso
Ven al sol las nocturnas mensajeras!

 


 

Árbol del estío


Todo el árbol
Irguiendo está su ansia de la raíz al canto.

Se remontan
Hacia la confidencia del susurro las hojas.

Por el viento
Del estío adorable se encumbran los deseos.

Pende encima
De la copa el azul que en el viento fascina.

Ved: el árbol
Se tiende a la fruición de su azul inmediato.

 


 

Árbol del otoño


Ya madura
La hoja para su tranquila caída justa,

Cae. Cae
Dentro del cielo, verdor perenne, del estanque.

En reposo,
Molicie de lo último, se ensimisma el otoño.

Dulcemente
A la pureza de lo frío la hoja cede.

Agua abajo,
Con follaje incesante busca a su dios el árbol.

 


Los labios


Te besaré, total Amor, te besaré
—En torno a su retiro tan continua la fronda—
Hasta rendir por ímpetu de súplica los labios
—Sin una nube el cielo sueña con una flor—
A su más fervorosa crisis favorecida,
—Frenesí de clavel bajo el sol y el azul—
Al más irresistible paraíso evidente
—A plomo el mediodía sobre nuestras dos sombras—
Que nos embriagará de inmortal realidad.
¡Tesón en la ternura, éxtasis conquistado!

 


 

Equilibrio


Es una maravilla respirar lo más claro.
Veo a través del aire la inocencia absoluta,
Y si la luz se posa como una paz sin peso,
El alma es quien gravita con creciente volumen.
Todo se rinde al ánimo de un sosiego imperioso.
A mis ojos tranquilos más blancura da el muro,
Entre esas rejas verdes lo diario es lo bello,
Sobre la mies la brisa como una forma ondula,
Hasta el silencio impone su limpidez concreta.
Todo me obliga a ser centro del equilibrio.

 


¿Ocaso?


Íntima y dúctil, la sombra aguardando aparece
Sobre las piedras y sobre las brañas. Lo oscuro
Se junta. ¿Fin? El silencio recibe en su alfombra
Los sones menguantes del mundo. Pozo de ocaso,
Nada se pierde. La tierra en su ser profundiza.

 


 

Vida extrema

I

Hay mucha luz. La tarde está suspensa
Del hombre y su posible compañía.
Muy claro el transeúnte siente, piensa
Cómo a su amor la tarde se confía.

...Y pasa un hombre más. A solas nunca,
Atentamente mira, va despacio.
No ha de quedar aquella tarde trunca.
Para el atento erige su palacio.

¿Todo visto? La tarde aún regala
Su variación: inmensidad de gota.
Tiembla siempre otro fondo en esa cala
Que el buzo más diario nunca agota.

¡Inextinguible vida! Y el atento
Sin cesar adentrándose quisiera,
Mientras le envuelve tanto movimiento,
Consumar bien su tarde verdadera.

¡Ay! Tiempo henchido de presente pasa,
Quedará atrás. La calle es fugitiva
Como el tiempo: futura tabla rasa.
¿Irá pasando todo a la deriva?


II

Humilde el transeúnte. Le rodea
La actualidad, humilde en su acomodo.
¡Cuántas verdades! Sea la tarea,
Si del todo vivir, decir del todo.

Una metamorfosis necesita
Lo tan vivido pero no acabado,
Que está exigiendo la suprema cita:
Encarnación en su perenne estado.

¡Sea el decir! No es sólo el pensamiento
Quien no se aviene a errar como un esbozo.
Quiere ser más el ser que bajo el viento
De una tarde apuró su pena o gozo.

¿Terminó aquella acción? No está completa.
Pensada y contemplada fue. No basta.
Más ímpetu en la acción se da y concreta:
Forma de plenitud precisa y casta.

Forma como una fuerza en su apogeo,
En el fulgor de su dominio justo.
El final es —ni hermoso ya ni feo.
Por sí se cumple, más allá del gusto.

Atraído el vigía. Ved: se expresa.
¿Cómo no ha de encontrar aquella altura
Donde se yergue un alma en carne presa
Cuando el afán entero al sol madura?

Ámbito de meseta. La palabra
Difunde su virtud reveladora.
Clave no habrá mejor que hasta nos abra
La oscuridad que ni su dueño explora.

Disputas, vocerío con descaro,
Muchedumbre arrojada por la esquina.
Lo oscuro se dirige hacia lo claro.
¿Quién tu sentido, Globo, te adivina?

Revelación de la palabra: cante,
Remóntese, defina su concierto,
Palpite lo más hondo en lo sonante,
Su esencia alumbre lo ya nunca muerto.

Más vida imponga así la vida viva
Para siempre, vivaz hasta su extrema
Concentración, incorruptible arriba
Donde un coro entre lumbres no se quema.

Llegó a su fin el ciclo de aquel hecho,
Que en sus correspondencias se depura,
Despejadas y limpias a despecho
De sus colores, juntos en blancura.

¡Alma fuera del alma! Fuera, libre
De su neblina está como una cosa
Que tiende un espesor en su calibre
Material: con la mano se desposa.

Trascendido el sentir. Es un objeto.
Sin perder su candor, ante la vista
Pública permanece, todo prieto
De un destino visible por su arista.

El orbe a su misterio no domeña.
Allí está inexpugnable y fabuloso,
Pero allí resplandece. ¡Cuánta seña
De rayo nos envía a nuestro foso!

El tiempo fugitivo no se escapa.
Se colmó una conducta. Paz: es obra.
El mar aquel, no un plano azul de mapa
¡Cuánto oleaje en nuestra voz recobra!

Y es otro mar, es otra espuma nueva
Con un temblor ahora descubierto
Que arrebata al espíritu y le lleva
Por alta mar sin rumbo a fácil puerto.

Y la voz va inventando sus verdades,
Última realidad. ¿No hay parecido
De rasgos? Oh prudente: no te enfades
Si no asiste al desnudo su vestido.

Palmaria así, la hora se serena
Sin negar su ilusión o su amargura.
Ya no corre la sangre por la vena,
Pero el pulso en compás se trasfigura.

Ritmo de aliento, ritmo de vocablo,
Tan hondo es el poder que asciende y canta.
Porque de veras soy, de veras hablo:
El aire se armoniza en mi garganta.

¡Oh corazón ya música de idioma,
Oh mente iluminada que conduce
La primavera misma con su aroma
Virgen a su central cénit de cruce!

La brisa del follaje suena a espuma:
Rumor estremecido en movimiento
De oscilación por ondas. ¡Cuánta suma
Real aguarda el paso del atento!

La materia es ya magia sustantiva.
Inefable el secreto —con su estilo.
¿Lo tan informe duele? Sobreviva
Su fondo y sin dolor. ¡Palabra en vilo!

Palabra que se cierne a salvo y flota,
Por el aire palabra con volumen
Donde resurge, siempre albor, su nota
Mientras los años en su azar se sumen.

Todo hacia la palabra se condensa.
¡Cuánta energía fluye por tan leve
Cuerpo! Postrer acción, postrer defensa
De este existir que a persistir se atreve.

Aquellas siestas cálidas de estío
Lo son con sus fervores más intensos.
Se acumula más frío en ese frío
De canción que en los tácitos inviernos.

No finge la hermosura: multiplica
Nuestro caudal. No es un ornato el mundo
De nuestra sed: un vino está en barrica.
¿Es más de veras el brebaje inmundo?

Poesía forzosa. De repente,
Aquella realidad entonces santa,
A través de la tarde trasparente,
Nos desnuda su esencia. ¿Quién no canta?

He aquí; Late un ritmo. Se le escucha.
Ese comienzo en soledad pequeña
Ni quiere soledad ni aspira a lucha.
¡Ah! Con una atención probable sueña.

Atención nada más de buen amigo.
Nació ya, nacerá. ¡Infiel, la gloria!
Mejor el buen silencio que consigo
Resguarda los minutos sin historia.

Minutos en un tren, por alamedas,
Entre doctores no, sin duda en casa.
Allí, lector, donde entregarte puedas
A ese dios que a tu ánimo acompasa.

Entonces crearás otro universo
—Como si tú lo hubieras concebido—
Gracias a quien estuvo tan inmerso
Dentro de su quehacer más atrevido.

¿El hombre es ya su nombre? Que la obra
—Ella— se ahinque y dure todavía
Creciendo entre virajes de zozobra.
¡Con tanta luna en tránsito se alía!

Eso pide el gran Sí: tesón paciente
Que no se rinda nunca al No más serio.
Huelga la vanidad. Correctamente,
El atentado contra el cementerio.

—Se salvará mi luz en mi futuro.
Y si a nadie la muerte le perdona,
Mis términos me valgan de conjuro.
No morirá del todo la persona.

En la palpitación, en el acento
De esa cadencia para siempre dicha
Quedará sin morir mi terco intento
De siempre ser. Allí estará mi dicha.


III

Sí, perdure el destello soberano
A cuyo hervor la tarde fue más ancha.
Refulja siempre el haz de aquel verano.
Hubo un testigo del azul sin mancha.

El testigo va ahora bajo el cielo
Como si su hermosura le apuntase
—Con una irradiación que es ya un consuelo—
El inicial tesoro de una frase.

Colaborando la ciudad atiza
Todos sus fuegos y alza más ardores
Sobre el gris blanquecino de ceniza.
Chispean deslumbrados miradores.

Cal de pared. El día está pendiente
De una suerte que exalte su carrera.
¡Algo más, algo más! Y se presiente
Con mucha fe: será lo que no era.

Impulso hacia un final, ya pulso pleno,
Se muda en creación que nos confía
Su inagotable atmósfera de estreno.
Gracia de vida extrema, poesía.

 


 

Presagio


Eras ya la fragancia de tu sino.
Tu vida no vivida, pura, late
Dentro de mí, tictac de ningún tiempo.

¡Qué importa que el ajeno sol no alumbre
jamás estas figuras, sí, creadas,
Soñadas no, por nuestros dos orgullos!
No importa. Son así más verdaderas
Que el semblante de luces verosímiles
En escorzos de azar y compromiso.

Toda tú convertida en tu presagio,
Oh, pero sin misterio. Te sostiene
La unidad invasora y absoluta.

¿Qué fue de aquella enorme, tan informe,
Pululación en negro de lo hondo,
Bajo las soledades estrelladas?
Las estrellas insignes, las estrellas
No miran nuestra noche sin arcanos.
Muy tranquilo se está lo tan oscuro.

La oscura eternidad ¡oh! no es un monstruo
Celeste. Nuestras almas invisibles
Conquistan su presencia entre las cosas.

 


 

El cielo que es azul


Festividad

La acumulación triunfal
En la mañana festiva
Hinche de celeste azul
La blancura de la brisa.
¡Florestas, giros, suspiros
En islas a la deriva!
Pies desnudos trazan vados
Entre todas las orillas
Que Junio fomenta, verdes
Liberales y garridas.
Y los aros de los niños
Fatalmente multiplican
Ondas de gracia sobrante,
Para dioses todavía.
¡Tanta claridad levantan
Las horas de arena fina!
Los enamorados buscan,
Buscan una maravilla.
¡Qué bien por el río bogan!
¡Al mar! Ya el mar los hechiza
Pero los cielos difusos
Luces agudas enviscan.
Caballos corren, caballos
Perseguidos por las dichas.
¡Vientos esbeltos! Sus ángeles,
Que un frescor de costa guía,
Aman a muchachas blancas,
Blancas, pleamar divina.
Pleamar también del mar
Corvo de animal delicia:
Obstinación de querencia
Turnos de monotonía,
Pero en ápice de crisis
Que tiende choques en chispas
Al azul, aunque celeste,
Vivacísimo en la brisa.
¡Júbilo, júbilo, júbilo!
Y rinde todas sus cimas
—Fuerza de festividad—
Todo el resplandor del día.


Redondez

Restituido a su altura
Más cóncava, más unida,
Sin conversiones de nubes
Ni flotación de calina,
El firmamento derrama,
Ya invasor, una energía
Que llega de puro azul
Hasta las manos ariscas.
Tiende el puro azul, el duro,
Su redondez. ¡Bien cobija!
Y cabecean los chopos
En un islote de brisa
Que va infundiendo a la hoja
Movilidad, compañía,
Situadas, penetradas
Por el mismo azul de arriba.
Azul que es poder, azul
Abarcador de la vida,
Sacro azul irresistible:
Fatalidad de armonía.


Ardor

Ardor. Cornetines suenan,
Tercos, y en las sombras chispas
Estallan. Huele a un metal
Envolvente. Moles. Vibran
Extramuros despoblados
En torno a casas henchidas
De reclusión y de siesta.
En sí la luz se encarniza.
¿Para quién el sol? Se juntan
Los sueños de las avispas.
¿Quedará el ardor a solas
Con la tarde? Paz vacía,
Cielo abandonado al cielo,
Sin un testigo, sin línea.
Pero sobre un redondel
Cae de repente y se fija,
Redonda, compacta, muda,
La expectación. Ni respira.
¡Qué despejado lo azul,
Qué gravitación tranquila!
Y en el silencio se cierne
La unanimidad del día,
Que ante el toro estupefacto
Se reconcentra amarilla.
Ardor: reconcentración
De espíritus en sus dichas.
Bajo Agosto van los seres
Profundizándose en minas.
¡Calientes minas del ser,
Calientes de ser! Se ahincan,
Se obstinan profundamente
Masas en bloques: canícula
De bloques iluminados,
Plenarios, para más vida.
Todo en el ardor va a ser,
Amor, lo que más sería.
¡Ser más, ser lo más y ahora,
Alzarme a la maravilla
Tan mía, que está aquí ya,
Que me rige! La luz guía.


La isla


Encanto


La tarde que te rodea,
Bellísima, rigurosa,
Dispone a tu alrededor
Penumbra, silencio, fronda.

¡Cuánta lontananza para
Quien al amor se remonta!

Aunque en la ciudad persista
Flotando una batahola
De rumor enardecido,
El verde al silencio adora.

¡Qué apartamiento de valle,
Qué palpitación de corza!

Fatal la dicha, completa,
No puede no ser. Ahora
Todo a punto exactamente,
Paso a paso, ya se logra.

¡Respirar es entender,
Cuánta evidencia en la atmósfera!

Cumbre de tiempo, el instante
Se resuelve en una obra
Que ante nosotros, humildes,
Llega a perfección, se posa.

¡Junio en torno, para mí
Contigo, tú le coronas!

Déjame que espere aún,
Que mi pensamiento absorba,
Mientras a ti me abandono,
Lo profundo de tu aroma.

¡Te quiero así, desnudez,
Rendidamente remota!

Déjame que todavía
Te sueñe como una ópera
Que de pronto se encendiera
Para mí, deslumbradora,
Mágica ante mi embeleso,
Y aunque tan real, tan próxima,
Entre sus luces se alzara
Siempre inaccesible: diosa.

(¡Tu más divina hermosura
Canta en secreto victoria!)


Invocación


Sabes callar. Me sonríe,
Amor, desnuda tu boca.

Una espera —como un alma
Que desenvuelve su forma—
Sobre los labios ondula,
Se determina, se aploma.
Yo quiero profundizar,
Profundizar —imperiosa;
Encarnizada ternura—
En tu frescor, en sus conchas.

Con el beso, bajo el beso
Te busco, te imploro toda,
Esencial, feliz, desnuda,
Radiante, consoladora.
Consuelo hasta el más recóndito
Desamparo de la sombra,
Consuelo por plenitud
Que a la eternidad afronta.

Sabes callar. Me sonríe,
Amor, desnuda tu boca.


Mesa y sobremesa


El sol aumenta
Su íntima influencia.
Rubén Darío

...energía de normalidad.
Alfonso Reyes



Luce sobre el mantel, más blanco ahora,
El cristal —más desnudo.
Yo al amarillo ruboroso acudo.
Para mí se colora.

Fruta final. Un rayo se recrea
Dentro de nuestro juego,
Íntimo se perfila. Yo me entrego.
¡Color, perfil, idea!

En más placer la idea se nos muda,
Y de amigo en amigo
Rebota hacia la dicha que persigo:
Normalidad aguda.

¡Tanto verano generoso lanza
Sus fuerzas al concierto
De este sabor total! Mi mundo es cierto.
Casa con mi esperanza.

¡Oh diálogo ocurrente, de improviso
Luz en la luz vacante,
Punto de irisación en el instante
De gracia: Dios lo quiso!

A través de un cristal más sol nos llama
¡Suprema compañía!
Tan solar es el vaso de alegría
Que nos promete fama.

Humo hacia el sol. El aire se concreta:
Jirón gris que yo esbozo.
Calladamente se insinúa el gozo
De una gloria discreta.

El tiempo se disuelve en la delicia
De un humo iluminado
Por ocio de amistad. ¿No es el dechado
Que el más sutil codicia?

Se redondea el borde de la taza
También para la mente.
Lúcida ante el café, se da al presente,
Y a la verdad se abraza.

¡Posesión de la vida, qué dulzura
Tan fuerte me encadena!
¿Adónde se remonta el alma plena
De la tarde madura?


Arroyo claro


El arroyo
Se rinde a su destino: lo más bello es muy poco.

Trasparencia.
Por el arroyo claro va la hermosura eterna.

No, no hay ninfas.
La claridad es quien descubre la delicia.

Clara el agua
A los ojos propone profundidad de fábula.

Y unos peces,
De súbito relámpagos, soñándose aparecen.

 


 

Mar - Olvido


El mar extiende un gris interrumpido
Por los profusos trémolos de espuma.
Tanta inquietud a tal vigor se suma
Que el mar rechaza su incesante olvido.

A través de la ola sucesiva
Se mantiene el rumor como un jadeo
Que resonando y resonando esquiva
La suave somnolencia sin deseo.

Por su cumbre la ola es verde y clara
Mientras va amoratándose el umbrío,
Balanceado valle, que no para
De volver a sentir su escalofrío.

Pero el gris se rehace, ya más llano,
Refiere su amplitud al horizonte,
Y a su color reduce aquel arcano
Que brega hacia una luz que lo remonte.

Y el oleaje se repite, suena
Como si fuese el mismo, soñoliento,
Monótono, rendido a su cadena,
De sí olvidado a cada movimiento.


de Clamor