En el trigal
De tanto oro estallan los granos. Aquí y allá hay manchas rojas de amapola, y en el trigal, una muchacha con pestañas larga como las espigas de la malta, cosecha con las miradas las gavillas claras del cielo y canta. Yazgo bajo la sombra de las amapolas, sin deseos, sin remordimientos, sin penas y sin ambición. Soy solamente cuerpo y solamente arcilla. Ella canta y yo estoy escuchándola. De sus labios calientes brota mi alma.
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