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Para el fin del tiempo |
Que ya es tarde. Y más bien estamos muertos. ¿Qué haces, entonces, dime, y a qué vienes? (Ya habrás mordido el día, como el perro muerde a oscuras el nombre de los meses.) No vengas más. No necesito a nadie que pisotee mi sombra y tenga al llanto de pie en mi puerta, oyéndome la sangre. ¡Qué no bebí! Amor y muerte a tragos. Tú lo sabes. Soy un ayer de astillas clavado en este humo que levanta mi raza de fantasmas y cenizas. No preguntes por mí. Cercena para siempre tu corazón y el mío. Déjalos como el día y la noche del olvido. |