Puertas que se abren y cierran
Nunca regreses. Te digo adiós mientras te veo cerrar la puerta. La desesperanza abre puertas que llaman y esperan y te dejan entrar para— ¿por cuántos centavos al día? ¿Cuántos centavos para ojos y dedos que se están desvelando? Te digo adiós porque te cortaron las venas, en la oscuridad y calladamente, día con día, y gota por gota te has desangrado. Has terminado siendo una joven envejecida. Nunca regreses.
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