Material de Lectura

 

El potro de un niño

 

Ayer no se le hallaba en parte alguna
En los cielos o bajo los cielos.

De pronto está aquí – un cálido montón
De brasas y cenizas, acariciado por el viento.

Una estrella se desplomó del espacio exterior –
fulguró
Y se extinguió en un destello.
Ahora algo se mueve en el rescoldo.
Decimos que es un potro.

Todavía aturdido
No tiene idea de dónde está.
Sus ojos, sombreados de rocío, exploran tristes
paredes y un cegador vano de puerta.
¿Es esto el mundo?
Lo desconcierta, como un entumecimiento.

Se recupera, habituándose al peso de las cosas
Y a ese caballo alto que lo toca, y a esta paja.
Descansa
Del primer golpe seco de luz, el vacío deslumbre
De las enormes preguntas –
¿Qué ha ocurrido? ¿Qué soy yo?

Sus orejas siguen preguntando, cautelosas.

Pero sus patas están impacientes,
Recobrándose de tanto tiempo no ser nada
Bullen de ideas, empiezan a poner unas en práctica,
Doblándose a un lado y a otro,
Buscando el punto de apoyo, aprendiendo aprisa –

Y de pronto está en pie

Y se estira – como si una mano gigantesca
Lo acariciara del hocico al casco
Perfeccionando su contorno, en lo que aprieta
El nudo de sí mismo.
Ahora camina trastabillando
Por la tierra espectral. Su nariz
Vellosa y magnética lo jala, incrédulo,
Hacia su madre. Y el mundo es cálido
Y solícito y gentil. Toque a toque
Todo va ensamblándolo.

Y pronto será casi un caballo.
No quiere más que ser caballo,
Finge cada día más y más caballo

Hasta ser caballo perfecto. Y caballo ultraterreno
Lo recorre, ingrávido aleteo de llama
Bajo rachas súbitas,

Y enreda sus cascos y el globo de su ojo
En un solo terror – como el terror
Entre el relámpago y el trueno,
Y curva su cuello, como el monstruo marino al
emerger,

Y esparce las lunas nuevas en su estandarte
tempestuoso,
Y las lunas llenas y las lunas oscuras.