Poemas inéditos
Jacob Böhme Kleist Figura
Jacob Böhme
Éste es el único caso del hombre que encontró a Dios. Era pelirrojo, vendía nomenclaturas, pasaba el día leyendo: de mal dormir, lo hacía de color blanco; no cabe duda de que alrededor de aquella blancura, sentía miedo: el negro de la noche más cerrada perdería con la comparación: y no cabe duda de que titubeó al principio llamar Dios a la blancura, ¿todo era un centro? Peldaño a peldaño recorrió lo incomprensible a mayor oscuridad, mayor clarividencia: los ojos, a todo se acostumbran. No es necesario contar lo que encontró: cálculos y descripciones fallan a ojos vistas buen cubero no necesita manos ni romanas, de pronto supo quién qué cómo dónde era (estaba) Dios. Fue un zapatero de mal vivir tempranero y astroso, frugal: su única pedigüeñería era la avaricia de Dios, abolición propia: lezna y agujero o zapatazos y vigilias rebasarían aquella desproporcionada necesidad, encontró el Camino: todo llega. Todos aquellos peldaños regastados por sus pies desnudos o los pies calzados en cuero de su numerosa clientela, eran prescindibles. Suela pie y peldaño, descartó: no es única la Horma cada figura tiene entidad propia (así no lo parezca) cada elemento de la entidad posee sus propias características distintivas por el color olor utilidad (tacto) nada es o aparece jamás en el Universo, dos veces. Dios, es Uno (también): según nuestra historia (ésta que aquí narramos) el desconsuelo del zapatero ante su encuentro encontronazo o Revelación lo dejó (con toda su jerga y con todo su silencio) junto a la abertura, una vez más emboscado.
Kleist
A ambos lados de la laguna (lugar) la luz transmite el sopor de una leche recién surgida de las ubres. La cofia y el delantal de la camarera están almidonados la punta de una plancha los alisó. Una camarera rubia, de revuelos: y un mayordomo (ubérrimo) de carrasperas con la servilleta de algodón almidonada la mirada perdida en la lontananza en la ubérrima horizontal, del espacio: la servilleta cuelga como un retazo pasajero de aves, de su antebrazo. Escena, de un suicidio: un pacto útil y doble de espejos y cajas de sándalo, taraceados: maderas indias olores y fragores (falla) de la materia (alterna) qué habrá tras el agujero, al norte: nieva, y el ojo de la aguja regresa a la forma única (final) de la laguna. Una mesa de palisandro cuatro sillas de respaldo ovalado, redondas en la silla vacía, la Dama: frente a Ella en la silla vacía, su reflejo: y (tranquilos) (sonrientes) en sus asientos se aprestan a recibir el flujo vivo (impacto) de la substancia, comensales. La escena: una mesa cuadrada cuatro sillas redondas dos platos con figuras carmelitas dos platos, albos: ellos y en su contrariedad una misma condición (escueta) duplicada, de vacío: los sirven, un vino blanco (cigüeña, reconcentrada) una pasta de salmón (delfines) un pan plácido (mesetas) el medallón perfecto al escalpelo, de reses (bóvedas): ocaso, primera manifestación del orbe en el momento anterior de la estrella a un titubeo: y brindan, el índice al unísono se llevan a la sien. Aleluya, la muerte (aleluya): y el sonido interminable del agujero en los bosques inmediatos el martín pescador hundiendo la cabeza un sobresalto la laguna. Los dos forenses rozan las páginas abiertas de un libro a la orilla (jirones) sus batas.
Figura
En el ángulo superior y derecho del poema vemos una figura (visible, apenas) entre unas telas o larga capa de yaguas o quizás una urdimbre de malojas o corteza de alcornoque (quizás la figura sea cerámica) cabe decir con certeza absoluta la única certeza (posible) que su ubicación es ahí (ángulo superior derecho, del poema) (incluso, si éste u otro podría ponerse en tela de juicio) (mas, y con el fin de evitar mayores complicaciones, está aquí) hela, figura (sobria) a punto de iniciar una acción verbo o movimiento pendular o recto para constituirse o deslindarse o por cierto desaparecer del todo (pues ya era hora) (nada permanece ni se está quieto todas las horas) (ahora, tal vez, veamos de qué se trata): está (contiguo) el árbol, mirarlo más allá de la duración del poema a fin de reunir árbol y figura (en verdad, y sólo entonces, deslindarlos) y dar (con) (el) nombre del árbol estamos en zona norte y periférica (sí) (un alcornoque). Esto, al menos, se sabe. Yo miro: en el espacio o lámina un alcornoque corpulento cuya corteza fuera recién extraída para la confección de unas (toscas) ropas (largas) de peregrino que no mueva el viento en ninguna de sus numerosas variantes y circunstancias (así, noto y austro dulciformes o ábrego y tramontano ulululones) esa ropa está firme está quieta (ahí) inamovible no hay fuerza motriz que altere desplace o agite un punto (por mínimo) la figura (mirémosla, a su difícil centro acudamos cual abejos y hormigos y cigarros a mirar) (mirar) está empapada: aguas calostro fiebres ceras serrín salazones faena el venéreo apetito la andina hondura del mantillo o las agujas repodridas del pino en las pinedas interminables (todas) (y cada una de estas cosas) (y más: hay más: habría y tendría que haber por supuesto mucho más) calan a fondo todo lo exterior, de la figura (mano derecha, supra, poema) no la rozan ni mucho (la) zarandean, quebrantar (su centro) un (imposible): pupila de la pupila en la cola cerrada del ojo único del pavo real y sufijo único (último) de la luz, ciegos (acudamos) a ver qué certeza última (única) deslindamos. Y sin embate (ya) poder decir (¿decir?) no es quebracho ni guanábano ni alborotado panal de niguas zumbando alrededor de la larga capa del peregrino (¿capa?) (¿y peregrino?) (¿será de tediosa y reseca cerámica invulnerable, la figura?): no es palma real no es brezo áloe ni altura (olmo, nogal) jamás será otra cosa: un algarrobo, jamás. ¿Y tocón de algarrobo, por favor? Tampoco, y jamás. Queda (claro) dicho: sea. Esto, ahí, así, se llama árbol alcornoque de cuya corteza sacan los hombres el material poroso y funcional denominado corcho de utilización industrial que conocemos bien desde los llamados tiempos inmemoriales el peregrino o figura en el ángulo superior derecho de este poema (o cualquier otro) viste largas ropas (curioso, ¿verdad?) (¿y qué verdad?) fabricadas del material que se desprende en épocas de cosecha del árbol (nuestro) alcornoque: miramos y vimos; está claro. Y apena mirar el árbol en su espacio único (y último) en carne viva y llagado (mojándose) a la intemperie (llueve) (y llueve) quema su cruda carne expuesta a brumas lluvias vendavales el inclemente frío norte y la nevisca: pobre pobre su utilización. Descortezado, el alcornoque (para vestir o tal vez ataviar la figura a su lado, extremo derecho, ahí) entre aguas resplandece llamea, rojizo (imberbe) (púber, árbol): bello animal (nuestro). Largo, está el ojo en su corpulencia: el mucho mirar, descompone. El alcornoque, está desfigurado. Su razón expresa consiste (ahora) en configurar aquello a su lado que vemos desde aquí a punto de alzar (¿es movimiento, verbo, figuraciones nuestras?) (pobres pobres, nosotros) un pie descalzo o con sandalia de líber golpeado y reblandecido hasta tomar nueva forma denominada sandalia y un pie descalzo o calzado inicia (expreso) un movimiento en la tabla rasa de todo cuanto se encuentra a su alrededor, da un paso: y otro. Apoya el cayado de duro boj contra el fondo de la lancha calafateada (roble) (y pueden emplearse el pino el cedro la caoba la majagua ah tierra y mundo compuestos e interminables tus cosas y cosas y más, ah, yo miro, yo estoy vivo, yo soy compuesto y me palpo cuán abrumado estuve, cierro los ojos (enfermé) esta vuelta era imprescindible, estoy, aquí, me calzo y visto: me separo). Reparado, fui: y cantan los calamones huelen a vivo los mangos que acaban de comprarle al viandero y puso (ella) ahí en el frutero del comedor, tallado. Viva la madera. Viva su configuración. Viva la forma acogedora. Meto la mano, y vivo. No temo el espacio blanco y ojo y pupila de la pupila (cero) (y ninguno) (y pregunta) no temo. Ni los ángulos cuatro del papel del espacio astral del rayo perpendicular de los muertos ni el canto basto del gallináceo ni el desconocimiento, temo: no temblar, ingerir. No temblar, inscribir (burilar) con llaga y llama encima de la corteza, descortezar la noche. No sé, helo (aquí). Un peregrino se asoma y veo que viste ropas oscuras de peregrino y una calabaza golpea sus flacos muslos al compás: ser yo, ya basta. Es suficiente, ser yo. Y este espacio continuo (palimpsesto, tranquilo afán los días: transcurrieron) sobre la mesa coloco (impuesto) una hoja de papel (transcribo) (¿cómo?) (¿qué?) no pregunto (jamás) para qué por qué sólo cómo qué anoto (en la inmensidad) el claro apoyo de una figura precisa que a la orilla de un lago o laguna (Biwa o Ariguanabo) ve alejarse los bosques (amados) (de veras, amantísimos) y sirve de pretexto al canto (oscilación) palabras (dicen) (redicen) y se hace (esto) con su figura contemplativa se desliza un punto (lejano) (cada vez más lejano) (cobra altura, ahí, a mano derecha, ese punto) (¿árbol?) (¿cuál?) (¿quién?) (¿peregrino o figura de yagua o cerámica?) ved cómo se ven.
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