Material de Lectura

Bajo este cien

 



Tour de force

Rebrote de Franz Kafka




Tour de force

 

La Srta. Milady Crab, toda la mañana de compras
    (ajetreadísima) con que si el pan iba a ser un pan
    de trenzas o un pan redondo de centeno
o que
si fish or meat (todo pendía de un hilo) coliflores a la
    crema o papitas nuevas a la crema o que si el
    consomé
con una yema
o dos y el jerez portugués o español (indecisa)
    permaneció bajo el aldabonazo doce en el Big Ben
    y si eran doce los comensales (seis parejas) o
doce
parejas los comensales (Mr. & Mrs., Barón y
    Baronesa, el Marqués y la Marquesa de X. ¡bah!
    el ujier se hará cargo, pidamos
al cielo
que no traspapele las tarjetas de presentación, ya
    sucedió varias veces: la edad, la edad que no
    perdona) si hacer
un flan
de leche condensada o con coco rallado o si echarles
    alguna pirotecnia flambé (suele animar los postres)
    raro
sería
que no estallaran los aplausos, chascaran las lenguas
    si en la flanera aparece un tocino de cielo
a veinticuatro yemas: hacia
las cinco realmente mucho estaba resuelto y sobre el
    viejo arcón (pino liso) en la saleta inmediatamente
    al entrar al apartamentico
Milady Crab
había colocado el mantel de algodón a cuadros, dos
    tipos diferentes de queso, un plato de aceitunas
    griegas (un pan) (pan de molde o una hogaza 
    recién horneada por Cakes ʼn Spice) cuatro
o seis
vasos (cuatro o seis copas, talladas o sin tallar)
    (cuatro o seis copas, por dos: puede que sean
    cuatro o seis parejas las que invitó) y aunque
son tiempos duros
mejor pasarse que quedarse corto y bajar (sobra
    tiempo) a comprar un galón de tinto (o blanco) la
    cosecha italiana este año resultó abundante
así
es que vengan que vengan los seis (o a las seis) o
    como fuere que cursó o que no cursó o que está a
    punto de cursar las invitaciones (en letra gótica,
    dorada, please y ponga el rsvp encima a la
    izquierda)
para la semana que viene.

 




Rebrote de Franz Kafka

 

Es una casa pequeña a dos niveles no muy lejos del
río en un callejón de Praga. En la madrugada
del once al doce noviembre tuvo un sobresalto, bajó
    a la cocinilla con la mesa redonda y la silla de tilo,
    el anafe y la llama azul de metileno. Prendió
la hornilla
y el fuego verdeció a la vez (tres) llamas en los tres
    cristales de la ventana: olía a azufre. Quiso
pasar
a la salita comedor a beber una tisana de boldo y
    miel, corrió la silla y se acomodó delante de una
    taza de barro siena que había colocado no se sabe
    hace cuánto sobre el portavasos de mimbre a seis
    colores, obsequio
de Felicia: y una vez más
apareció Felicia con la raya al medio, las dos trenzas
    y un resplandor de velas en el óvalo blanco de
    aquel rostro ávido de harinas y panes de la
    consagración, rostro
tres veces
una llamarada en el cristal de la ventana: apareció. Y
    era una vez más la niña tres veces de sus muertos,
    acudían
al golpe
del triángulo unos músicos de cámara y al golpe de la
    esquila (las tres) en el alto campanario no muy
    lejos del río: se arrellanaron, diez
tazas, diez
sillas en la inmensa casona de las mansardas, la casa
    en que los miradores y las cristaleras (establos y
    galpones) se abrían día y noche, el agua
y las esponjas
relucían. Pues, sí: era otra época y un coro de
    muchachas vigilaba las teteras (bullir) los
    eucaliptos (bullir) la mejorana y un agua digestiva
    (mentas) aguas
de la respiración: todo
tranquilo (por fin) todo tranquilo, subió los escalones
    y vio que se tendía en el cristal de la ventana (por
    fin) sin una aglomeración de pájaros
en la ventana.