Material de Lectura

Marina Tsvetaieva



Selección, traducción y nota introductoria de Lorenza Fernández del Valle



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Nota introductoria
 

Marina Tsvetaieva es lava viva, criatura poseída que con su ser poseso invade, arrasa y edifica imperios en el orbe de la poesía rusa universal al lado de Pasternak, Maiakovski, Ajmátova y Mandelstam. Mujer hechicera y hechizada, la llama Octavio Paz. No existe una voz tan llena de pasión como la suya en todo el horizonte poético del siglo XX. Habita en el ápice extremo de las emociones que la colocan en el borde de un “no más allá”, en los linderos de una violenta y transfiguradora intuición carnal.

Marina Tsvetaieva nace en Moscú el 26 de septiembre de 1892, hija de Ivan Vladimirovich Tsvetaiev, notable filólogo creador del museo Pushkin, y de María Mein, descendiente de nobles polacos, pianista de gran talento y discípula de Rubinstein. Marina comenzó a escribir poesía a la edad de seis años, en oposición a los esfuerzos de su madre por convertirla en pianista. No obstante, ella le agradecerá siempre el haberla saturado de lírica. “Durante toda mi vida, para poder comprender la cosa más simple, siempre he tenido que sumergirme en los versos y verla desde allí.”

A los diez años se fue con su familia a Italia. Después de un tiempo se trasladaron a Alemania, donde se instalaron en las orillas de la Selva Negra. “Mis países preferidos son la antigua Grecia y Alemania.” En 1912 se casa con Serguei Efron. Este matrimonio fue quizá el único hecho real entre las innumerables y sorprendentes automitificaciones de Tsvetaieva. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, Serguei Efron partió hacia el frente y en 1917 se enroló en la Guardia Blanca. Marina permaneció sola en Moscú con sus dos hijas, en medio de una indescriptible miseria que habría de desembocar en una dolorosa tragedia: Irina, su hija de dos años muere de hambre en un hospital, desgarrador hecho que la impulsa a abandonar su patria. Más que un gesto político, su oposición a la revolución significó en todo instante un acto de comunión con valores de cultura y espíritu que ella ya no encontraba en Rusia. “La altura como igualdad no existe —escribe— sólo como supremacía.”

Se encamina entonces a Praga donde reencuentra a su marido y viven en esa ciudad por espacio de dos años; llegan luego a París, donde vivirá doce años antes de su regreso a Rusia. En París, en el exilio, se sintió despojada tanto de su condición de occidental, puesto que se vivía ignorada de todos: “En Rusia soy una poeta sin libros, aquí soy una poeta sin lectores”, como de su fundamento ruso, ya que su país sufría la honda fractura revolucionaria. “La patria no es la convención del territorio, sino el hecho indiscutible de la memoria y de la sangre.” En Francia hace amistad con algunos rusos que gestionan su regreso a Rusia. Un marido miembro de la Guardia Blanca, su poema “Elogio de los cisnes blancos”, su amistad con Mandelstam, su “humanismo abstracto”, la idealización del elemento lírico irracional, eran motivos más que suficientes para asegurarle a Tsvetaieva un lugar en el gulag.

Para entonces ya su marido había cambiado de orientación política, consagrándose al movimiento euroasiático, lo que le vale una acusación de ser agente secreto soviético y estar involucrado en el asesinato de Ignacio Reiss Poretski. Cuando la policía francesa procedió al arresto de Serguei, éste había ya huido a Rusia con su hija. Víctima de la hostilidad más absoluta por parte de la colonia rusa de París, fiel al recuerdo de su marido y presionada por la insistencia de su hijo, Marina volvió a Moscú en 1939. Su hija Adriana, embarazada, fue arrestada y confinada en un campo de concentración. Ese mismo año fue arrestado su marido por la guardia estalinista y más tarde asesinado. En medio de una espantosa soledad, rodeada por un ambiente de hostilidad y recelo y en la mayor de las miserias, logró sobrevivir realizando esporádicas traducciones. Pero no sobrevivió mucho tiempo, el 21 de agosto de 1941 llegó a Elabuga, donde 10 días más tarde puso fin a su vida, ahorcándose. Su cuerpo fue sepultado en una fosa común. “La vida es una estación —escribió—, pronto partiré. ¿A dónde?, no pienso decirlo. Me gustaría reposar en el cementerio de Tarusa, a la sombra de un matorral de saúcos, en una de aquellas tumbas con una paloma de plata, en donde crecen los fresones más rojos y grandes de nuestra región.”

“El poema de la montaña”, inmenso grito de amor herido, escrito de un solo trazo durante febrero de 1924 en Praga, es sin duda el poema lírico más trágico de su obra. El inspirador de este poema, Constantin Rodzevitch, joven oficial ruso amigo de su marido, resulta una figura pálida, lejos de la altura del loco amor que le profesó Tsvetaieva. Su amor por él comenzó en el otoño de 1923, pero se extinguió pocos meses más tarde, ahogado bajo el peso de su propia pasión; tal vez porque ella no lo juzgara digno de una verdadera encarnación literaria, como sí aconteció con otros de sus amigos, Pasternak, Rilke (a quien no conoció, pero con el cual mantuvo una admirable relación epistolar), Blok, Mandelstam. Al recordar su encuentro, Marina escribe a un amigo: “Ah, ¿cómo es que suceden estas cosas? Yo estaba presa de una gran melancolía y alguien me respondió... supe que iba a entregarme a un inmenso sufrimiento”.

Tsvetaieva fue siempre en pos de lo desconocido emocional, arrostrando todo riesgo, sin buscar ninguna justificación intelectual para esos cambios súbitos en el objeto de su pasión; lo único que contaba a sus ojos era ese ritmo auténtico, esa avasalladora tensión que la habitaba, conduciéndola a una pasión tras otra, o a una sobre otra.


Lorenza Fernández del Valle

 


El poema de la montaña
 
                                 Amor, ¿este discurso te asombra? Todos los
                                 que se separan, cuando hablan son como
                                 ebrios, y se entregan gustosos al juego de lo
                                 solemne...


                                                                                     Hölderlin


Dedicatoria
1
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10
Posfacio




Dedicatoria

 

Que te estremezcas
y caigan las montañas,
se eleve — ¡el alma!
Deja subir mi canto
canto de entalladura
de mi montaña.

Yo no podré
ni allá, ni más allá
colmar la cortadura.
Deja subir mi canto
hasta la cumbre
de la montaña.


1

Esta montaña era el torso
de un soldado caído por metralla.
La montaña deseaba nupcias
labios vírgenes, una ceremonia

Esta montaña — lo exigía.
Irrupción del océano en el oído
gritando “hurra” a una sola voz.
Esta montaña erraba y guerreaba.

Montaña semejante al trueno.
¡Es en vano jugar con titanes!
De la montaña — la última
casa al final del arrabal: ¡acuérdate!

Mundos — que esta montaña
por el mundo cobra caro, Dios es avaro.
La cortadura viene de la montaña.
La montaña estaba encima del poblado.

 


2

 

¿Parnaso, Sinaí?
¡No! Simple colina acuartelada.
Nada más — ¡fuego! ¡ve ahí!
Es octubre, no mayo, ¿qué hacer?
Esta montaña ahí
¡toda me ilusionaba!

 


3

 

Paraíso en la mano abierto
—¡Con tu caricia, ardo entera!—
La montaña con su trilladura
descendida por nuestra pisadura.

Como un titán con sus garras
entre zarzas y acebos,
la montaña atrapaba nuestra saya
y ordenaba: — ¡adelante!

Paraíso — oh, ningún ba-bal-buceo,
—¡Corrientes de aire: simas de aire!—
La montaña nos arrojaba quedo
y atraía: — ¡cobijo!

¿Cómo? No se comprende:
¡impelidos, pasmados!
La montaña era sagrada
y designaba: — aquí...

 


4

 

Perséfone, por ese grano de granada...
¿olvidarlo en pleno invierno?
Doble caracola de labios que esperan
sus riberas a las mías — entreabiertas.

¡Perséfone, por un grano degradada!
la púrpura tenaz de los labios,
y tus cejas — pura desgarradura, dorado
el ápice estelar, elevado...

 


5

 

No hay error — es la pasión, ni cuento
ni mentira, sólo: ¡de un día!
¡Ah! ¡si hubiéramos venido al mundo
a servir al amor!

¡Ah! si tan sólo hubiera certeza:
¿pero...? ¡colina! ¡montecillo!
(Por la atracción de la sima medimos
decimos, el nivel de los montes.)

En los parajes de brezal leonado
los sufrientes pinares solitarios...
(...El delirio: más allá del nivel
de la vida)
         —¡Tómame, soy tuya!

¡Ay! la familia dulce, ronda,
los murmullos que devoran...
ya que venimos al mundo
como ángeles del amor.

 


6

 

Lamento de montaña (en tierra queda
amarga cortadura do sangra la ruptura),
lamento de montaña por la ternura
tormentosa de la mañana oscura.

Lamento de montaña por nuestra ligadura:
nuestros labios: ¡espejos solitarios!
Declara la montaña — que cada uno
recibirá su pago según su yugo.

Y la montaña declaraba — campo gitano,
¡la vida! de corazón en corazón naufraga.
Y la montaña lamentaba todavía: Agar
¡él la hizo partir — con el infante, a su pesar!

Y la montaña declaraba — a nosotros: ¡juguetes
del demonio! ¡ninguna intención en sus laderas!
La montaña hablaba, nosotros en silencio
nos entregábamos a la montaña.

 


7

 

Lamento de montaña — sólo tristeza
quedará de la sangre y hoguera nuestras.
Declara la montaña: no te abandono
te admitiré a ti tan sólo.

Lamento de montaña — sólo vestigios
quedarán de los pueblos y del allá.
Declara la montaña — nuestro destino:
ser para otro (¡no tengo envidia de ellos!)

Lamento de montaña — peso terrible,
es vano renegar del juramento.
Declara la montaña — viejo es el nudo
gordiano — deber y pasión.

Lamento de montaña por nuestra cortadura —
¡mañana! ¡Espera! cuando sobre nuestra frente
no la muerte — sólo memento: ¡mar resistente!
Mañana, cuando comprendamos...

Un ruido... como si alguien, simplemente —
Pero... ¿llora muy cerca?
Lamento de montaña, al separarnos,
descender nos acerca

en la vida bien lo sabemos: bohemia,
lodo, vasija, etcétera...
Declara una vez más que todos los poemas
de las montañas
                         se escriben
                                            como tales.

 


8

 

Esta montaña era la giba
de Atlas — titán gimiente, resistente.
La montaña dará la fuerza
a la ciudad donde somos combatientes.

Nuestras vidas ¡juego de dados!
— Apasionados, obstinados en no ser.
Como el huraño en la aspereza
de su grito, como los doce apóstoles

Miraréis otra vez mi ingrata gruta.
(Gruta, —¡yo estaba donde las olas atropellan!)
De ese juego la última puerta,
¿lo recuerdas — al final del arrabal?

¡Mundos — esta montaña!
Los dioses vengan sus simulacros.
La cortadura viene de la montaña.
Montaña, para mí sepulcral.

 


9

 

Pasarán los anhelos, la piedra susodicha
será cambiada en llano, será olvidada.
Entonces se construirá nuestra montaña
pabellones, recintos — arruinada.

Dicen que en los linderos de las laderas
el aire es ya muy puro, se vive bien.
Construiremos allí nuestros jirones
trazaremos dinteles en hierba viva,

Nivelaremos brechas y hondonadas
¡al envés! porque hace falta que una brizna
de hogar haga feliz al menos
a alguno más —dicha— ¡en el hogar!

Felicidad — en el hogar, despojada de amor
¡sólo ficción y tensión en tus venas!
¡hay que ser mujer para soportarlo!
(Era bello y bueno cuando tú venías,

Felicidad — ¡en el hogar!) De amor tranquilo
sin imponer ruptura ni cuchillo.
De las ruinas de nuestra dicha una ciudad
se erigirá para esposos y esposas.

Y con donaire en la naturaleza
—Si puedes— ¡peor aún! ¡ya que es tan pronto!
podrán los mercaderes en veraneo
sobar y resobar sus mercancías.

Inventaremos pasadizos curvos o lisos.
El hogar brizna a brizna será construido.
Al menos alguno tendrá un techo
y el nido de cigüeñas lo protegerá.

 


10

 

Jamás la montaña olvidará — el juego
bajo el peso de tales fundamentos.
Perderse —se puede— la memoria: lo niego:
¡la montaña contiene montañas de tiempo!

Comprenderán, con ojos abismados
ante las obstinadas hendiduras,
que en ellas no han sembrado florecillas —
¡sino abierto cráteres violentos!

¡No inmovilizaremos el Vesubio
con viñedos! ¡con el lino
no domeñaremos gigantes! La ardiente hoguera
de los labios acosa como león

Cambiados los viñedos, se volverán de pronto
y escupirán las lavas de su odio.
¡Vuestras hijas serán nada menos que putas!,
y vuestros hijos escribirán poemas!

Hija, educa un hijo natural. ¡Por fuera!
Hijo, entrégate a las mujeres del viento.
No se entregará a vosotros el cuerpo,
¡placentera morada de mi sangre!

Más dura que la piedra angular — he aquí
el juramento de un moribundo que se aleja:
no se entregará a vosotras — hormigas,
¡la dicha más allá de mi montaña!

Vendrán tiempos ignotos — horas inciertas,
—familias en pleno— conoceréis
la montaña del séptimo destacamento
— montaña enorme, desmesurada.

 


Posfacio

 

La memoria con sus derrumbamientos,
los ojos velados con siete nubes...
yo no te veo — despedazado
un hoyo blanco — donde hubo rasgos.

No hay indicios. Sepultura, inmensa palidez
— ¡Cuán tú, todo tú! (El alma es una llaga
pura llaga) Es obra de escultores
marcar cada detalle con cinceles.

Todo el cielo en una ráfaga se ostenta.
El océano: ¿las gotas lo reemplazan?
No hay indicios. Todo entero —especial—
¡El! Cómplice es el amor, no delator.

¿Pelaje de alazán, caballo negro?
que lo diga el vecino: él lo ve bien.
La pasión ¿te destroza?
¿puedo ser cirujano, o relojero?

Tú eres círculo entero — plenamente.
Torbellino — completo, bloque entero
yo no te veo separadamente
del amor. Que nos hace semejantes.

(En el haz de plumaje, toda noche,
—las colinas de espuma borrascosas—
Novedades extrañas al oído,
en el lugar del “yo” el “nos” impera...)

Pero en los días estrechos, indigentes
—“La vida tal cual es”— toma revancha,
        Yo no te veo casado
                con ninguna
                        — La memoria se venga.

 

 

Enero 1924, Praga, Colina Smikhovski
Diciembre 1939, Golitzyno,
Casa de los Escritores.

 



El muchacho
(extractos de una autotraducción)
 

I
II




I

 

Esponsales

Fin de la tierra,
Fin del cielo,
Fin de la aldea,
Ha caído el roble, florecido el ramaje.
A viuda preocupada
Muchacha burlona.
Si ella va a la fuente
Suenan las campanas, los muchachos deliran
Con rojas mejillas, labios rojos
Que atemorizan a la Trinidad.

—Déjame, madre mía,
Con mis amigas
Hilar el lino suave,
Y festejar,
Trabajar poco
Y mucho saltar.
—¡Vete, chiquilla!
Juventud sólo hay una.
Ah, las trenzas,
Espesuras,
Más lisas que sus cintas.
Larga es la mía,
Como la tuya,
¡Y la suya —más todavía!
¡Ah, los senos,
Plenos,
Tan lozanos!
¿Tendré el aliento?
¿Lo tendrás tú?
¡La menos sofocada es siempre ella!
...
Fuego que salta, fuego que sopla,
Fuego que siega, fuego que silba.
El muchacho:                       —Fuego — soy
                                            Hambre — tengo
                                            ¡Fuego — soy
                                            Ceniza — serás!
Marusia:                              —¡Ah mis sienes!
                                            ¡Ah mis piernas!
                                            ¡Déjame ya!
                                            Llama leonada,
                                            Llama lobuna,
                                            ¡Déjame, no puedo más!
                                            ...


II

La escalera

Marusia:                               —¡Baila, madre,
                                            Con desenfreno!
                                            Es día de fiesta
                                            En la isba.
                                            El halcón se casa, —
                                            La mujer soy yo.
La madre:                            —¿Sabes de dónde viene?
                                            ¿Sabes quién es?
Marusia:                              —Sus ojos —¡son mi bien!
La madre:                           —Tus sentidos son ávidos
                                            Ciego tu corazón,
                                            Átale bien, chiquilla,
                                            Un nudo en el cinturón.
                                            Es de oro mi palabra,
                                            Ve claro mi corazón,
                                            Y permanece mudo.
                                            Devana el algodón.

                                            ...

                                            Escalera sin rampa.
                                            Todo gira, todo falta.
                                            ¡Ha caído la bella!
                                            ¡La escalera sobre ella!

                                            ¿La ves así, loca
                                            Cual pájaro caído?
                                            ¿Y la ves cual potro
                                            arrasar los solares?

                                            A la izquierda la luna
                                            Piernas — flechas,
                                            Sienes — colmenas.
                                            —“¡Carne fresca!”

                                            Empinadas pendientes
                                            —¿Triunfo en lo alto?
                                            A la derecha
                                            Y por todas partes el corazón.

Hermana y hermano

...

El muchacho:                       —Rectitud— Alta virtud
                                            ¿En qué escala estás?

                                            Rostro pálido, ojeroso,
                                            ¿Reconoces mi empeño?
                                            Largo silencio...
                                            ¡Vamos! sí o...
                                                                      —No.

                                            Pie que bates el suelo,
                                            Mano que sube al cuello.
                                            —La noche pasará.
                                            Tu hermano morirá.

                                            Mi fortuna
                                            Tu deuda
                                            Así dicho
                                            Deshecho.

                                            Y con nuestra madre:
                                            ¡Dulzura segura!
                                            Buen vino, cariño...
                                            —¡Madre, nos ahogas!

                                            —¿Estás tan segura
                                            De su buena fe?
                                            —En casa me auguran
                                            Amargo penar.

                                            —¿Y cuándo la fiesta?
                                            —Mañana será.
                                            —¿Y por qué esas lágrimas?
                                            —Brillan en mis ojos.

                                            Ningún ruido — todo duerme:
                                            Patio, horno, corazón, cuerpo.
                                            ¡Duerme, rama! ¡Duerme, flor!

                                            ¡Hermana, hermana, hermana!

                                             ¿Tan profundo duermes?
                                            ¿No escuchas ya más?
                                            ¡Abre tus ojos
                                            De par en par!
                                            Una estaca
                                            Te da miedo
                                            ¡Salva tu sangre!

Bajo el umbral

El muchacho:                       —Así la escogeré,
                                            Fresca entre las flores.
                                            La desposaré—
                                            Marusia de...

                                            Directo al corazón
                                            Inmenso dardo.
                                            Muchacha — flor,
                                            Muchacho — abejorro.

                                            ¿Hermano y hermana?
                                            No y Sí.
                                            Dardo y flor
                                            Ella y él.

                                            —¡Anfitrión! ¡Nodriza!
                                            Mamá, mamá, mamá.

                                            —¡Mi flor, feraz!
                                            Hielo, hielo, hielo.
                                            —¿Te
                                            hago
                                            mal?
                                            —Dios
                                            Te
                                            lo
                                            hizo.

                                            —¿Te
                                            doy
                                            miedo?
                                            —Dios
                                            me
                                            hizo
                                            flor.

En la orilla del camino...

—Mil y una gotas—
Reserva, si me amas
Para mí la última.

Una brizna del cuerpo
Para nuestro futuro acuerdo.
Buenas noches y buen viaje.

Una brizna de esperanza
Para nuestro futuro encuentro.
Buen viaje y buenas noches.

Marmórea

El barín:...                            —¡Alambrada peligrosa!
                                            Rodea, corre, detiene, rompe.

                                            Combatiente
                                            ¿Sobrehumano?
                                            En demencia
                                            Se debate
                                            ¿Amazona?
                                            ¿Bailarina?
                                            Un demonio
                                            La domina.
                                            Brazos tensos
                                            Frente enhiesta
                                            —¡Terminemos!

                                            No hay aullido
                                            No hay palabra
                                            No hay sonido

                                            Cuerpo endeble
                                            —Calosfrío—
                                            Deslizado.

                                            Pajarillo
                                            Pez
                                            Serpiente.

                                            Hombre quiere
                                            Mujer odia
                                            Gana — pierde.

                                            Árbol en fuego,
                                            Árbol en tercias
                                            Árbol en pares.

                                            Su pariente
                                            Su padrino
                                            Su consorte

                                            ¡Mil dientes,
                                            Mil brazos—
                                            Mil muertes!

                                            ¡Explosión,
                                            Media vuelta
                                            Zafarrancho!

                                            Allá el ramaje,
                                            Allá el abrazo
                                            De sus brazos.

                                            Misma raza
                                            Misma savia
                                            Misma carne.

                                            Allá la enlaza
                                            Allá la eleva
                                            Por los aires.

                                            ¡Cosa hecha!
                                            Fuerza bruta
                                            Desnúdate,
                                            Un grito: “¡Que te vaya bien!”

 

1924


 

Poema

Han caído ya tantos en este abismo
¡abierto en lontananza!
y yo me borraré un día sin rimas
de la tierra, es verdad.

Se congelará lo que fue —lo que canta
que lucha, brilla y quiere:
y el verde de mis ojos y delicada voz
y dorados cabellos.

La vida estará allí, su pan, su sal,
olvidadas jornadas.
Y todo pasará como si bajo el cielo
¡yo no hubiera existido!

Yo que cambiaba, como un niño, su rostro
—malvado por momentos—
amaba la hora en que el leño se enciende
que cenizas se vuelve,

y el violonchelo y las cabalgatas
y campanas tañendo...
—yo viviente, verdadera
sobre la tierna tierra.

A todos —¿qué importa? yo no escatimo nada,
vosotros: ¡¿sois míos y extranjeros?!—
os pido confianza plena
os ruego que me améis.

Día y noche, la voz o la escritura:
por mis “sí” y mis “no”, azotadura
del hecho tan común —estoy muy triste,
de no tener sino veinte años,

Del hecho del perdón inevitable
de ofensas ya pasadas,
por toda mi ternura incontenible
y mi orgulloso rostro,

y la veloz locura de los tiempos,
mi juego, mi verdad...
—¡Escuchadme! —tenéis que amarme más
ya que yo moriré.

 


 

A S.E.*

Con orgullo, llevo su anillo
Soy su mujer ante la eternidad — no en el papel.
Su rostro es afilado
Como una espada.

Su boca muda refleja tristeza,
Su ceño — doloroso y espléndido.
En su rostro trágico se mezclan
Dos rancias dinastías.

Es delicado como un retoño
Sus ojos — inútiles y espléndidos
Bajo sus cejas aladas —
Dos precipicios.

Soy fiel a su rostro de caballero
—Para todos vosotros que vivís y morís sin temor—
En nuestros tiempos malditos — cantemos
Tales estancias — antes de ir al patíbulo.




* S.E., Serguei Efron, marido de Marina Tsvetaieva.

 


 

Mi jornada
 

Mi jornada es un absurdo sinsentido
Yo espero del pobre una limosna,
Y doy al rico generosamente.

Ensarto un rayo en la aguja
Confío mi llave a un bandolero
Y pinto de blanco mis mejillas.

El pobre no me da su pan,
El rico no acepta mi dinero,
En la aguja no entra el rayo.

Entra sin llave el bandolero,
Y la tonta llora a cántaros—
Sobre su jornada de sinsentidos.

 

29 de julio de 1918

 


Del Campo de los cisnes
 

—¿Dónde están los cisnes? —Los cisnes han partido.
—¿Y los cuervos? —Los cuervos se han quedado.
—¿A dónde se han ido? —A donde van las grullas.
—¿Por qué se han ido? —Para no ser desplumados...

—¿Y papá dónde está? —Duerme, duerme su sueño,
Sobre su corcel de las estepas vendrá a buscarnos.
—¿A dónde nos llevará? —Hacia el Don de los cisnes,
Allá, tú lo sabes, está mi cisne blanco.

 

26 de julio de 1918

 


Perdón
 

¡Perdonadme, mis montes!
¡Perdonadme, mis ríos!
¡Perdón, oh mis campos!
¡Perdón, oh mis hierbas!

La madre bendecía a su soldado,
A su hijo que partía para siempre...
Desde el fondo de la pobre casucha,
Estas palabras: “¡Perdón, oh mis ríos!”

 

14 de mayo de 1918

 


Poemas no coleccionados
 

Soy la página bajo tu pluma.
Cuídame. Página blanca,
Yo guardo en mí tu bien
Y te lo centuplico.

Yo soy la gleba, la tierra negra.
Tú eres el sol y la lluvia.
Tú eres el señor y el amo, yo
El humus negro, la hoja blanca.

 

10 de junio de 1918

 


A Ajmátova
 

¡Musa de los llantos, la más bella de las musas!
¡Cómplice arrebatada a la blanca noche en que naciste!
Proyectas sobre Rusia tu sombrío tormento
Y tu aguda queja nos perfora como un tiro.

Nos apartamos gimiendo, y ese ¡Ah!
Salido de mil bocas te da vida, ¡Ana
Ajmátova! tu nombre que sólo es un largo suspiro
Cae en este inmenso abismo que nada nombra.

Al pisar la tierra que pisas, al caminar
Bajo el mismo cielo, ¡llevamos una corona!
Y aquél a quien hieres a muerte en tu camino
Descansa inmortal en su lecho de muerte.

Mi ciudad resuena, las cúpulas cintilan,
Un ciego errante pasa alabando al Señor...
Y yo te ofrezco mi pueblo donde suenan las campanas,
Ajmátova, y te doy también mi corazón.

 

Moscú, 19 de junio de 1916

 


Poema
 

a Boris Pasternak

 

Dis-tancia: verstas, miliares...
Nos han dis-persado, des-ligado
Para quedar bien: tras-plantados
En la tierra, en dos extremidades

Dis-tancia: verstas, espacios...
Nos han desoldado, desplazado,
Desjuntados los brazos —dos crucifixiones,
No han sabido que eso era la fusión

Talentos y tendones anudados...
No desavenidos: deshonrados,
Desordenados...
         Muro y hoyo de arcilla.
Se nos ha apartado, como a dos águilas—
Conjuradas: verstas, espacios...
No descompuestos: desterrados.
En moradas perdidas del planeta
Depuestos — ¡dos huérfanos expulsados!

¿Qué mes de marzo, no, pero en qué fecha?
Nos ha deshecho, como un juego de cartas!

 

24 de marzo de 1925

 


Poema
 

De piedra son unos, de arcilla otros —
¡Y yo centelleo con luz argentina!
Traiciono de oficio, Marina — mi nombre,
Soy frágil espuma marina.

De arcilla son unos, los otros de carne —
Para ellos: ¡tumba y losa sepulcral!
—Bautizada en la pila marina— y en el aire
Destrozada sin fin, vuelo y sucumbo.

A través de los corazones, a través de todo hilo
Mi capricho se infiltra, penetra.
De mí —esos rizos vagabundos: ¡miradlos!
No se hará para nada sal terrestre.

Contra vuestras rodillas de granito, triturada
Cada ola me — ¡reanima!
¡Viva la espuma, gloria a la espuma dichosa,
Viva la alta espuma marina!

 

23 de mayo de 1920

 


[No he respetado la ley...]

 

No he respetado la ley, no he comulgado
Y hasta la última hora pecaré
Como he pecado y como peco ahora
¡Con pasión! ¡Con todos los sentidos que Dios me dio!

¡Amigos! ¡Cómplices que incitáis sólo al fuego!
¡Estaréis conmigo, oh tiernos dueños míos!
¡Adolescente, hija, árbol, estrellas, nubarrones!
¡Responderemos juntos ante Dios, oh tierra!

 

26 de septiembre de 1915

 


Sin cansarme
 

a Boris Pasternak

 

Sin cansarme, como pedregal
Que se rompe, sin cansarme
Como se espera que llegue la muerte,
Que llegue la rima, sin cansarme

(Como el rehén encadenado
Espera la llegada de la soberana)
Sin cansarme, como se acaricia
La venganza, sin cansarme—

Esperaré (Párpados plúmbeos.
Dientes contra labios. Endurecida. Pétrea)
Sin cansarme, como se mece
La ternura, sin cansarme

Como perlas que se horadan,
Sin cansarme, como uñas
Que se muerden, sin cansarme
Esperaré — Rechina un trineo,

Cruje la nieve. Rechinan los goznes:
La taiga brama y se hunde.
Rescripto supremo: Príncipe nuevo,
Nuevo reino, entrad alteza.

Y bajo mi techo:
No aquí abajo —
Sino en mí.

 

27 de marzo de 1923