Material de Lectura


El poema de la montaña
 
                                 Amor, ¿este discurso te asombra? Todos los
                                 que se separan, cuando hablan son como
                                 ebrios, y se entregan gustosos al juego de lo
                                 solemne...


                                                                                     Hölderlin


Dedicatoria
1
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5
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7
8
9
10
Posfacio




Dedicatoria

 

Que te estremezcas
y caigan las montañas,
se eleve — ¡el alma!
Deja subir mi canto
canto de entalladura
de mi montaña.

Yo no podré
ni allá, ni más allá
colmar la cortadura.
Deja subir mi canto
hasta la cumbre
de la montaña.


1

Esta montaña era el torso
de un soldado caído por metralla.
La montaña deseaba nupcias
labios vírgenes, una ceremonia

Esta montaña — lo exigía.
Irrupción del océano en el oído
gritando “hurra” a una sola voz.
Esta montaña erraba y guerreaba.

Montaña semejante al trueno.
¡Es en vano jugar con titanes!
De la montaña — la última
casa al final del arrabal: ¡acuérdate!

Mundos — que esta montaña
por el mundo cobra caro, Dios es avaro.
La cortadura viene de la montaña.
La montaña estaba encima del poblado.

 


2

 

¿Parnaso, Sinaí?
¡No! Simple colina acuartelada.
Nada más — ¡fuego! ¡ve ahí!
Es octubre, no mayo, ¿qué hacer?
Esta montaña ahí
¡toda me ilusionaba!

 


3

 

Paraíso en la mano abierto
—¡Con tu caricia, ardo entera!—
La montaña con su trilladura
descendida por nuestra pisadura.

Como un titán con sus garras
entre zarzas y acebos,
la montaña atrapaba nuestra saya
y ordenaba: — ¡adelante!

Paraíso — oh, ningún ba-bal-buceo,
—¡Corrientes de aire: simas de aire!—
La montaña nos arrojaba quedo
y atraía: — ¡cobijo!

¿Cómo? No se comprende:
¡impelidos, pasmados!
La montaña era sagrada
y designaba: — aquí...

 


4

 

Perséfone, por ese grano de granada...
¿olvidarlo en pleno invierno?
Doble caracola de labios que esperan
sus riberas a las mías — entreabiertas.

¡Perséfone, por un grano degradada!
la púrpura tenaz de los labios,
y tus cejas — pura desgarradura, dorado
el ápice estelar, elevado...

 


5

 

No hay error — es la pasión, ni cuento
ni mentira, sólo: ¡de un día!
¡Ah! ¡si hubiéramos venido al mundo
a servir al amor!

¡Ah! si tan sólo hubiera certeza:
¿pero...? ¡colina! ¡montecillo!
(Por la atracción de la sima medimos
decimos, el nivel de los montes.)

En los parajes de brezal leonado
los sufrientes pinares solitarios...
(...El delirio: más allá del nivel
de la vida)
         —¡Tómame, soy tuya!

¡Ay! la familia dulce, ronda,
los murmullos que devoran...
ya que venimos al mundo
como ángeles del amor.

 


6

 

Lamento de montaña (en tierra queda
amarga cortadura do sangra la ruptura),
lamento de montaña por la ternura
tormentosa de la mañana oscura.

Lamento de montaña por nuestra ligadura:
nuestros labios: ¡espejos solitarios!
Declara la montaña — que cada uno
recibirá su pago según su yugo.

Y la montaña declaraba — campo gitano,
¡la vida! de corazón en corazón naufraga.
Y la montaña lamentaba todavía: Agar
¡él la hizo partir — con el infante, a su pesar!

Y la montaña declaraba — a nosotros: ¡juguetes
del demonio! ¡ninguna intención en sus laderas!
La montaña hablaba, nosotros en silencio
nos entregábamos a la montaña.

 


7

 

Lamento de montaña — sólo tristeza
quedará de la sangre y hoguera nuestras.
Declara la montaña: no te abandono
te admitiré a ti tan sólo.

Lamento de montaña — sólo vestigios
quedarán de los pueblos y del allá.
Declara la montaña — nuestro destino:
ser para otro (¡no tengo envidia de ellos!)

Lamento de montaña — peso terrible,
es vano renegar del juramento.
Declara la montaña — viejo es el nudo
gordiano — deber y pasión.

Lamento de montaña por nuestra cortadura —
¡mañana! ¡Espera! cuando sobre nuestra frente
no la muerte — sólo memento: ¡mar resistente!
Mañana, cuando comprendamos...

Un ruido... como si alguien, simplemente —
Pero... ¿llora muy cerca?
Lamento de montaña, al separarnos,
descender nos acerca

en la vida bien lo sabemos: bohemia,
lodo, vasija, etcétera...
Declara una vez más que todos los poemas
de las montañas
                         se escriben
                                            como tales.

 


8

 

Esta montaña era la giba
de Atlas — titán gimiente, resistente.
La montaña dará la fuerza
a la ciudad donde somos combatientes.

Nuestras vidas ¡juego de dados!
— Apasionados, obstinados en no ser.
Como el huraño en la aspereza
de su grito, como los doce apóstoles

Miraréis otra vez mi ingrata gruta.
(Gruta, —¡yo estaba donde las olas atropellan!)
De ese juego la última puerta,
¿lo recuerdas — al final del arrabal?

¡Mundos — esta montaña!
Los dioses vengan sus simulacros.
La cortadura viene de la montaña.
Montaña, para mí sepulcral.

 


9

 

Pasarán los anhelos, la piedra susodicha
será cambiada en llano, será olvidada.
Entonces se construirá nuestra montaña
pabellones, recintos — arruinada.

Dicen que en los linderos de las laderas
el aire es ya muy puro, se vive bien.
Construiremos allí nuestros jirones
trazaremos dinteles en hierba viva,

Nivelaremos brechas y hondonadas
¡al envés! porque hace falta que una brizna
de hogar haga feliz al menos
a alguno más —dicha— ¡en el hogar!

Felicidad — en el hogar, despojada de amor
¡sólo ficción y tensión en tus venas!
¡hay que ser mujer para soportarlo!
(Era bello y bueno cuando tú venías,

Felicidad — ¡en el hogar!) De amor tranquilo
sin imponer ruptura ni cuchillo.
De las ruinas de nuestra dicha una ciudad
se erigirá para esposos y esposas.

Y con donaire en la naturaleza
—Si puedes— ¡peor aún! ¡ya que es tan pronto!
podrán los mercaderes en veraneo
sobar y resobar sus mercancías.

Inventaremos pasadizos curvos o lisos.
El hogar brizna a brizna será construido.
Al menos alguno tendrá un techo
y el nido de cigüeñas lo protegerá.

 


10

 

Jamás la montaña olvidará — el juego
bajo el peso de tales fundamentos.
Perderse —se puede— la memoria: lo niego:
¡la montaña contiene montañas de tiempo!

Comprenderán, con ojos abismados
ante las obstinadas hendiduras,
que en ellas no han sembrado florecillas —
¡sino abierto cráteres violentos!

¡No inmovilizaremos el Vesubio
con viñedos! ¡con el lino
no domeñaremos gigantes! La ardiente hoguera
de los labios acosa como león

Cambiados los viñedos, se volverán de pronto
y escupirán las lavas de su odio.
¡Vuestras hijas serán nada menos que putas!,
y vuestros hijos escribirán poemas!

Hija, educa un hijo natural. ¡Por fuera!
Hijo, entrégate a las mujeres del viento.
No se entregará a vosotros el cuerpo,
¡placentera morada de mi sangre!

Más dura que la piedra angular — he aquí
el juramento de un moribundo que se aleja:
no se entregará a vosotras — hormigas,
¡la dicha más allá de mi montaña!

Vendrán tiempos ignotos — horas inciertas,
—familias en pleno— conoceréis
la montaña del séptimo destacamento
— montaña enorme, desmesurada.

 


Posfacio

 

La memoria con sus derrumbamientos,
los ojos velados con siete nubes...
yo no te veo — despedazado
un hoyo blanco — donde hubo rasgos.

No hay indicios. Sepultura, inmensa palidez
— ¡Cuán tú, todo tú! (El alma es una llaga
pura llaga) Es obra de escultores
marcar cada detalle con cinceles.

Todo el cielo en una ráfaga se ostenta.
El océano: ¿las gotas lo reemplazan?
No hay indicios. Todo entero —especial—
¡El! Cómplice es el amor, no delator.

¿Pelaje de alazán, caballo negro?
que lo diga el vecino: él lo ve bien.
La pasión ¿te destroza?
¿puedo ser cirujano, o relojero?

Tú eres círculo entero — plenamente.
Torbellino — completo, bloque entero
yo no te veo separadamente
del amor. Que nos hace semejantes.

(En el haz de plumaje, toda noche,
—las colinas de espuma borrascosas—
Novedades extrañas al oído,
en el lugar del “yo” el “nos” impera...)

Pero en los días estrechos, indigentes
—“La vida tal cual es”— toma revancha,
        Yo no te veo casado
                con ninguna
                        — La memoria se venga.

 

 

Enero 1924, Praga, Colina Smikhovski
Diciembre 1939, Golitzyno,
Casa de los Escritores.