Los juiciosos, bien mojados desde su cuna con la punta
necesaria
de la sabiduría
bien mecidos desde ahí
con apetitos
que no son fatales
jamás,
ponen ni dichosos
ni trágicos
las varas de la ley, y fijan límites imperiosos,
y en la picota nuestra jerga boba muy ribeteada
con flores y pajarillos.
Si de una parte,
como es la sentencia,
el mortal amado por los dioses
muere pronto,
aquella plaga
por el contrario
sobrevive a todos los inviernos.
No te vayas a atribular,
tú,
que no tienes
planes hechos para el futuro
y que empujas el musgo
de los días
con tu trauma y
tu hierro marcado al rojo vivo en la nuca.
Hora entre las horas
Hora entre las horas frente al texto inmóvil
o las pupilas de Valparaíso
lindo tren contento de echar humo que iba a La Guaira
como el talismán vengador
tu mano en el primer peldaño
corre un ave ígnea a horcajadas de ti en la palabra
grande o pueril
la luciérnaga adentro o afuera
de tu enigmática maleza oscura
bien
atemos
frases
fragmentos
nociones
uno y otro equívoco e hipótesis habituales
ensayemos máscaras estilos
gestos diversos
dale y dale a tu campana en la inmensa tarde
van a cebar y degollar tu sombra un día de sol
y que emerja la cavidad
el alba
aguardemos aquella imprevisible ofrenda
debemos parar esta broma en seco
¿me oyes?
debemos excavar el túnel por un mínimo
desliz de tierra
debemos dormir por la boca del túnel
que sube y baja
no te vayas por las ramas proseguía mi sombra gacha
quién sabe
y qué podemos saber nosotros
grande o pueril azoro
nuestro atribulado silencio.
No te empecines
No te empecines: fija a tu relámpago el oro extremo de
sílabas.
No mientas: tu valle profundo es la casa hechizada.
No ilumines nunca lo vacío. No expreses horror.
No tiembles por esa lágrima de plomo
(de lo que no vuelve nunca o no hallas nunca).
La memoria olfatea a tu reina vestida de gala.
Consta de unas cincuenta plumas el gavilán. Cincuenta.
Sin embargo
No devorarás más tiza en Trinidad o Maturín.
No estimules el grito haciendo equilibrio entre el bien
y el mal.
El ligero crepúsculo no es cordero de pascua.
El desgarrón del otoño es tan poco simple como la
tempestad.
Tu asombro es eficaz como el tacto de un ciego.
¡Sopla nieve loca entre los pinos! ¡Jadeante pomposa
desconocida vastedad azul!
¡Sopla por la nariz el día y el plato por la sombra del
arcángel donde brinca la nada!
El ave resbala por intermitencias en una mesa con huesos
de pájaro.
El ave que se transforma en espíritu.
La noche es una piedra alta
colocada sobre las estrellas del cielo.
Más próximas sus manos
más cercana toda mía
más cerca el amor más cerca y salvaje que gime tu mirada.
Espera no te empecines empínate talante propio.