De Erosiones y desastres (1987)
Contra suberna Umbral Alejandría Septiembre de 1903 Al abandonar Sicilia
Contra suberna
Yo soy Arnault que atesora la brisa Y caza la liebre con buey nada contra la marea Arnault Daniel
Contra suberna Así contra suberna Contra el gran aire y la marea Contra la tarde y el crepúsculo Así contra suberna Contra el tiempo que erosiona la piel y la piedra Contra el sagrado monasterio de la soberbia Contra la efímera gloria Contra suberna hemos de instalar Los reinos del sueño y el lenguaje Contra la marea he de luchar con la tenacidad de las palabras ¿Qué materia memorable erigen los años?
Umbral
Se levanta con pies de niebla, Un viento de invierno cruza los recuerdos. Es la hora crepuscular, se esfumó la edad ligera, En exilio, los placeres vagan por los arrabales de la memoria. Dónde buscar la boca que se abrió incandescente. De tu ciudad sólo queda un patio Semanas de lento respirar, semanas de lamentos apagados. La conciencia de ser una presencia agria. Semanas de mirar fugazmente La garganta alucinada del día. De tu ciudad sólo queda un patio perdurable Las maldiciones de la edad. La agonía que ya no concede tregua, La fiebre que palmo a palmo gana un cuerpo. Apartamiento de olores y sabores, Y al fin se cumple el día: La invalidez y la condena, Y tu pensamiento es un surtidor De ebrios sueños. No hubo hartura de vida. El dorado cabello y el esbelto talle, ¿qué fin tuvieron? A triste soledad condenado, Sentidos despiertos y una vaga sensación de la aguja hipodérmica, Los ojos fijos en el alba inmensidad de un cielo falso, La larga soledad de ocultar el dolor íntimo Y días que son presencia yerma. Se adormece el cuerpo, La conciencia que se evade Y llega a un puerto que llaman destino, Mejor morir en secreto, Sin testigos que hagan recuento de miserias y de lástimas. Ah, morir a la hora en que el día alcanza su clímax. El silencio cae sobre ti y muestra un rostro Que será fértil territorio de gusanos y de polvo. De la ciudad deseada sólo recuerdas un patio Adonde llegaban hombres con cargamentos de sueños Que la dura vigilia emponzoñaba. En la algarabía vespertina Creíste adivinar la bendición de un cuerpo sin mácula.
Alejandría
Otra vez el golpe del sol Sobre los muros de las casas. Otra vez el salitre que avanza Y come la piel de lo vivo y de lo inerte. Otra vez el plato Y la ración consumida a desgano. Otra vez el paseo por la ciudad Cuando ya nada se espera. El salitre toma su ración de tiempo. Los veleros del verano navegan de nuevo Y prolongan las ansias de vida Más allá de sus amargos sueños. Otra vez el sol Y su elegía sobre el azul del mar Que apenas palpita. Pero tú juntas tus palabras Para dar nombre al cantar del vencido. Otra vez el salitre Y su aliento letal Que oxida los mecanismos De las armas de fuego. La ciudad enfrenta los temores Que un día anunciaste. Respiras la tarde. De las horas, Ésta es la que más intensamente Consume un cuerpo Roído por intactos deseos.
Septiembre de 1903
El poeta contempla el Mediterráneo
Al menos dejad que me engañe con ilusiones Para no sentir mi vida tan vacía. Antes de que el tiempo marque la piel, enturbie los ojos. Al menos dejad que algo colme El hueco de mi vida. Y sin embargo tan cerca estuve. Y sin embargo qué tímido fui, qué cobarde. ¿Por qué sellé mis labios Cuando dentro de mí se abría una voz Y el deseo vestía galas de luto? Haber estado tan cerca muchas veces De los ojos del amor, de los labios, De un cuerpo humedecido por el deseo. Tan cerca muchas veces...
Al abandonar Sicilia
Entre la sed de la tierra Se abre paso el fruto de la semilla Y las ramas aún dan alimentos vegetales. Arriba se dispersan las columnas, Ceden las piedras: Descenso de un pétreo rebaño. El día arde inmemorial En las alturas. Pronuncia el verano Un himno de azul celeste Y la luz aún moja La espuma del mar Mediterráneo.
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