Material de Lectura

 

El ciudadano desconocido

(A JS/07/M/378 el Estado le levanta
este Monumento en mármol)


La Oficina de Estadísticas encontró que era
uno de aquellos contra los que no existe queja oficial,
y todos los reportes sobre su conducta concuerdan
en que, en el sentido moderno de una palabra anticuada,
    era un santo,
pues su actividad toda estaba al servicio de La Mayor
    Comunidad.
Con la excepción de la guerra, hasta el día en que se retiró
trabajó en una fábrica y nunca fue despedido,
antes bien complació a sus patrones, Motores
    “El Embuste”, S.A.,
sin ser un esquirol ni hombre de ideas extrañas,
pues reporta su Sindicato que pagaba sus cuotas
(sindicato fuerte, según  nuestros reportes)
y nuestros obreros de sicología social descubrieron
que era muy popular entre sus camaradas y a veces tomaba
    una copa.
La Prensa está convencida de que cada día compraba
    su periódico
y de que sus reacciones ante los anuncios eran normales
en todos los aspectos.
Pólizas a su nombre prueban que estaba plenamente
    asegurado
y su tarjeta de salud muestra que una vez estuvo en
    un hospital pero que había sanado cuando lo abandonó.
Tanto los Investigadores de Producción como los de Vida
    de Alto Nivel
declaran que era totalmente sensible a los avances
    en Planes de Crédito
y que poseía todo lo necesario para el hombre moderno,
un fonógrafo, un radio, un coche y un refrigerador.
Nuestros sondeadores de Opinión Pública se alegran
de que haya sostenido las opiniones apropiadas a cada
    época del año.
Cuando había paz, estaba por la paz; cuando había
guerra, iba a ella.
Contrajo matrimonio y sumó cinco hijos a la población,
lo que, según nuestros expertos en perfeccionar la raza,
era lo correcto para un padre de su generación,
y nuestros maestros advierten que jamás interfirió
    en su educación.
¿Era feliz? ¿era libre? La pregunta es absurda.
De haber habido algo incorrecto, sin duda nos hubiésemos
    ya enterado.