Material de Lectura

Carne

 

Cadáveres.
Uno pone la mano al oído:
¿Tiritas? Oh, ¿y la calefacción de mi sección de mesa? ¿Por la merma de grasa y las edades bíblicas?
¡Un cadáver infantil batalla en el rostro!
¡Nudos de gota y desordenados dientes
no expulsados!
¡Si tan sólo uno se quedara en reposo en el hielo!

Surge pleito.
Una embarazada gime. El hombre grita:
¿Es acaso porque el ombligo hasta ahora está al frente?
¿Es porque acaso una vez cocí la herida?
¡Hombre, se aproxima mi sexo!
Cualquiera puede ser.

Todos gritan: ¡Muy, muy bien!
¡Rompe! ¡Muérdelo! ¡Azota a la mujer!
¡Esa obesa chusma! Nueve meses de
ajetreo es un pasatiempo,
como el del hombre mientras desayuna canta.

¿Quién piensa en tan perdidas distancias?
¿Quién se acuerda aún de botella, vaso y ron?
Uno ya estuvo de nuevo en las estrellas,
creció para sí, aburrido de sí mismo.

(bajó a la ventana del sótano y gritó a la calle:)
¡Rompan y corten al lisiado!
¡Oh, fluye y prospera en el vacío!
Pensar: Ítaca: el templo ondea
espantoso mármol de mar en mar.

Pensarnos: esclavizados y humillados,
insignificantes y retorcidos, rastreados hacia Dios:
y ahora: la humildad quebrada:
apesta en torno a la carroña acedia.

Un hombre anda:
¡Tritura el gris de los cielos! ¡Anda hacia el norte! ¡Corrómpete! ¡Corrómpete! ¿Quién sabrá un futuro? No siembres ya en los surcos que conservas.
¡Arruina la semilla! ¡Haz tú mismo los hoyos!
¡Testifica por ti mismo!

¿Quién sabrá un futuro?
El cerebro es un sendero erróneo. La piedra también
    siente al animal.
Es piedra. ¿Pero qué es por fuera una piedra? ¡Palabra
     ¡Lloriqueo!
(Abajo permanece su cerebro)
Escupo en mi centro de pensamiento.

Avanzamos la prostitución de las palabras.
Me asquea el incesto.

¡Tritura el gris de los cielos! ¡Anda hacia el norte! Extingue al sol, cuadricula a la tierra:
tú o ella.

Antaño el mar andaba. Los prados llamaban.
El sueño pendía como piel de marchitada sangre
—las fieras nos tenían por un dios que traicionó—
suturar los párpados, drenar los cráneos,
rasura en torno al cuello... pon un ramo fresco...
piensa en el trasero... Oh, sueño:
multicolor, impetuoso, superficial
retorno a casa a la médula espinal.

(Un hombre lo toca por el hombro)

¡Vamos, hombre, pero cálmese!
Aquí, quítese sus zapatillas
y ahora venga conmigo a
mi alcaravea funeral.

Una voz de niño:
¡Oh, querido, querido enterrador,
aún no en el oscuro féretro!

¡Oh, primero los antiguos hombres! ¡No este reflejo de luz!
Tan totalmente perdido
tan nunca jamás.
Oh, átame los ojos.

Griterío:
Oh, viejos miserables ciudadanos de la morgue,
¡no se apoyen en mi sarcófago!

El pino de Jutet hace uch,
y al menos antes el puro deslizarse como io,
quien tiene una nariz dorada
construida intacta.

Un hombre:
¡Niños, no dejen caer eso!
¡Nos conducimos por el derroche!
¿Quién, por ejemplo,
el cerebro en la cavidad pectoral arrojó?
¿Debo con él respirar?
¿Quizá deba la pequeña circulación pasar?
¡Todo está bien! ¡Así funciona!

Otro:
Bien ¿y yo? ¡Cómo llegué!
¡Como del huevo pelado!
¿Y ahora?
¡Usted, límpieme la mierda del sobaco!
¡Y el apéndice auricular sano no precisa
desde el ano ser visto!
¡Esto parecen hemorroides!

Un suicida:
¡No aúllen, mequetrefes! ¡Gentuza! ¡Plebe!
¡Hombres, velludos y en celo, hembras, cobardes e
    insidiosas,
de vuestras mierderas existencias desaparecidas,
lloriqueo del ganado humano,
asciendo como un águila joven!
Así estoy: desnudo, por una gélida luz estelar
ensombrecidos frente y sangre.

Un niño:
Grito: ¡Espíritu, revélate!
¡El cerebro se pudre igual que el culo!
Ya eructa los intestinos el hermano —
ya pedorrea el primo el escroto — (cae sobre un cadáver)
debo otra vez a este piadoso muerto
la cabeza dilacerar — ¡Quebrar! — ¡Una manchita!
¡¡Una mancha contra la putrefacción hablando!!
¡¡¡La manchita donde Dios se pronuncia!!!

La corona de la creación huye de las púas.
Ya es suave el centro del discurso. El centro del
     pensamiento enlaza
su morral... partida y desintegración...
grita entonces, oh carne, sin risa tu furor al cielo:
este amarillo hedor con que Dios nos piensa;
florece, como esplendor estival y cielo azul,
sombras y patria
ahora arroja doce perros muertos por aquí,
entonces huele a nosotros...