Preso mejor. Tal vez así recuerde otra iglesia, la catedral de Taxco, y sus piedras que cambian de forma con la luz de cada hora. Las calles ebrias tambaleándose por cerros y hondonadas, y no lo sé, pero es posible que llore ocultamente, al recorrer en sueños algún nombre: “Callejón del Agua Escondida.”
O bajaré al puerto nativo donde el mar es más mar que en parte alguna: blanco infierno en las rocas y torcaza en la arena y amarilla su curva femenil al poniente. Y no lo sé, pero es posible que oiga mi primer grito al recorrer en sueños algún nombre: “El Paseo de Cielo de Palmeras.”
O en Yuriria veré la mocedad materna, plácida y tenue antes del Torbellino Rubio. Ella estará deseándome en su vientre frente al gran ojo insomne y bovino del lago, y no lo sé, pero es posible que me sienta nonato al recorrer en sueños algún nombre: “Isla de la Doncella que aún Aguarda.”
O volveré a leer teología en los pájaros a la luz del Nevado de Toluca. El frío irá delante, como un hermano más esbelto y grave y un deshielo de dudas bajará por mi frente, y no lo sé, pero es posible que me mire a mí mismo al recorrer en sueños algún nombre: “La Calle del Muerto que Canta.”
|