Material de Lectura

En el ínter(rogante)
 


¿Por qué será que so pretexto de la contemplación
siento de veras la necesidad
de mantenerme inmóvil,
apenas parpadeando,
moviendo la cabeza levemente sólo de vez en cuando
al ver pasar un pájaro, alguna nube,
algún inadvertido transeúnte?

¿Por qué respiro tan calladamente?
¿Por qué de modo inconsecuente
intento saborear cada momento
que no logro detener por bello
(aunque quizás tampoco lo quisiera)
como si fuera un gajo desgajado
de una fruta extraña
a la vez verde y madura,
jugosa de nostalgia con sabor un tanto amargo,
con cierta prevalencia opaca ribeteada de oro?

¿Por qué, cual la efeméride pregunta
de un soldado en las murallas
de un castillo en Dinamarca
quien hace varios siglos dice intempestivamente
“¿Quién vive?” emito la mía propia?
Pues un por qué parece siempre equivaler
a un quién vive:
el ser, más que el estar, que el existir,
requiere una respuesta, una razón,
una razón de ser.
Requiere menos mediación y más inmediación,
cual fruta natural no siempre dulce
que urgentemente tiene tal urgencia
que se podría calificar como emoción del tiempo,
la vida que se rompe en medio de una nada,
fractura conocida mas no reconocida
porque —¿por qué?— seguimos insistiendo
en dar con el haber que falta
en una contabilidad intemporal
y, sin embargo, sucesiva
al punto de convertirse en relojera
y de dar vueltas infinitamente,
pues nunca se va a saber dónde ni cuándo para.

Y yo contemplo los pájaros-minutos,
las nubes-horas y los hombres-días,
semanas, meses, años, quizá siglos,
que no me ayudan, no pueden ayudarme
aunque quisieran,
que no pueden contestar la vitalmente breve,
tan razonablemente irracional pregunta
ilusamente dividida del por qué-quién vive.