Material de Lectura

Cenizas de los muertos

                                       Cuando el sol está yéndose hacia
                                       el sur en el otoño y hundiéndose
                                       cada vez más en el cielo ártico, los                                        esquimales de Iglulik juegan con hilo
                                       formando una malla con objeto de
                                       atraparlo e impedir así su
                                       desaparición.

                                                     J. G. Frazer, La rama dorada


Cuando después de haber soltado el más hondo
lamento de la soledad reaparece uno,
semejante fantasma probablemente asumirá
el aura de un vidente. Pues lo que ve
no es aquello de que la gente habla.
Su relato es algo que las palabras mienten.

¿Qué fin tienen las cosas que decimos?

¿Son las palomas de la Piazza di San Marco
las mismas que las de Trafalgar Square?
En algún sitio yace la respuesta y su verdad
trasciende todo espacio con límites abiertos.
La medida del amor intenta restaurar
el cuerpo hace tanto tiempo desollado.
Hay que robar al tiempo muy piadosamente,
llámese reliquia o llámese como se quiera,
y celebrar dicho prodigio con ritos de primavera
retocado, mas por derecho de conquista, poseído:
lascivia del espíritu (“A ti, mar nuestro, unidos
en prueba de dominio verdadero y permanente”).
De nuevo diestra lucha ha de librarse en contra
de un enemigo peligroso aunque en derrota,
y con viril piedra recordarse la victoria

(“La patria cuenta con que cada hombre haga
su parte; gracias a Dios yo hice la mía”).

¿Qué fin tienen las cosas que decimos?
Las decimos como un cebo, un juego de sonoros hilos
para atrapar al sol que no puede atraparse.
No hay forma cierta de unirse con las olas
o de ganar la guerra: hablar no es realidad, es arte.
En algún sitio todo lo ya dicho se deshace
cual columbario que de pronto queda abierto,
de donde las palabras, palomas que anidaron mucho
                                                                      tiempo,
las santas urnas rompen y aleteando escapan.