Las dibujé en el enlucido con la uña, sobre la pared de un nicho vacío, en lo oscuro, a tientas, lejos del mundo, con mis débiles fuerzas, sin recibir ayuda ni del toro, ni del león, ni del águila, que siempre han estado muy cerca de Lucas, de Marcos y de Juan. Son versos sin fecha, versos sepulcrales con sed de agua y hambre de cenizas estos versos de ahora. Cuando se rompió mi uña angélica quise dejarla crecer, pero no creció más, o yo no me di cuenta. Era noche cerrada. La lluvia golpeaba lejos, fuera. Me dolía la mano como si fuese una garra que no pudiera cerrarse nunca. Y me esforcé por escribir con las uñas de la mano izquierda.
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