La aldehuela se ha ido trasladando lentamente en el horizonte hacia su cementerio, mayor que ella. Todo lo nacido, a su vez está enterrado, y las cruces —mudos violines de madera de ademán petrificado— han llegado hasta las calles, y, desbordándose, se han esparcido lejos de la aldea, dejándole muertos los caminos. Ten cuidado cuando atravieses las encrucijadas de los antiguos senderos. Aléjate de los cardos: bajo ellos, igual que antes en la aldea, los muertos son vecinos. Bajo la lluvia y arrastrado por las pesadas botas, el caminante puede equivocarse de noche y, al levantar el picaporte de una puerta, pedir hospedaje a los muertos.
|