Poema de lástimas a la muerte de Marcel
¿En qué rincón de tu alcoba, ante qué espejo, tras qué olvidado frasco de jarabe, hiciste tu pacto? Cumplida la tregua de años, de meses, de semanas de asfixia, de interminables días del verano vividos entre gruesos edredones, buscando, llamando, rescatando, la semilla intacta del tiempo, construyendo un laberinto perdurable donde el hábito pierde su especial energía, su voraz exterminio; la muerte acecha a los pies de tu cama, labrando en tu rostro milenario la máscara letal de tu agonía. Se pega a tu oscuro pelo de rabino, cava el pozo febril de tus ojeras y algo de seca flor, de tenue ceniza volcánica, de lavado vendaje de mendigo, extiende por tu cuerpo como un leve sudario de otro mundo o un borroso sello que perdura. Ahora la ves erguirse, venir hacia ti, herirte en pleno pecho malamente y pides a Celeste que abra las ventanas donde el otoño golpea como una bestia herida. Pero ella no te oye ya, no te comprende, e inútilmente acude con presurosos dedos de hilandera para abrir aún más las llaves del oxígeno y pasarte un poco del aire que te esquiva y aliviar tu estertor de supliciado. Monsieur Marcel ne se rend compte de rien, explica a tus amigos que escépticos preguntan por tus males y la llamas con el ronco ahogo del que inhala el último aliento de su vida. Tiendes tus manos al seco vacío del mundo, rasgas la piel de tu garganta, saltan tus dulces ojos de otros días y por última vez tu pecho se alza en un violento esfuerzo por librarse del peso de la losa que te espera. El silencio se hace en tus dominios, mientras te precipitas vertiginosamente hacia el nostálgico limbo donde habitan, a la orilla del tiempo, tus criaturas. Vagas sombras cruzan por tu rostro a medida que ganas a la muerte una nueva porción de tus asuntos y, borrando el desorden de una larga agonía, surgen tus facciones de astuto cazador babilónico, emergen del fondo de las aguas funerales para mostrar al mundo la fértil permanencia de tu sueño, la ruina del tiempo y las costumbres en la frágil materia de los años.
De Los trabajos perdidos
|