Material de Lectura

Testimonios B - (1966)

 


Su hallazgo


Giórgos sentado en el café; bebe una taza; no mira
hacia el mar.

Los granjeros están recogiendo las uvas —sus voces llegan
hasta aquí.

El herrero clava herraduras en los cascos de un caballo
frente
a la tienda de los gitanos.

Pasa una carreta llena de tomates.

Él no sabe qué hacer. El mar, por supuesto, azul pálido
y el sol, como siempre, sol. La herradura
colgada sobre la puerta tiene seis agujeros vacíos.


La sospecha


Cerró la puerta. Receloso miró tras de sí
y arrojó la llave en su bolsillo. Fue entonces cuando lo
arrestaron.

Lo torturaron durante meses. Hasta que una tarde
él confesó
(y esto fue tomado como prueba) que la llave y la casa
eran de su propiedad. Pero nadie entendió
por qué trató de esconder la llave. Y así,
a pesar de su exoneración, él siguió siendo un
sospechoso.


La misma noche


Cuando prendió la luz en su habitación, supo entonces
que era él mismo, en su propio espacio, separado de
la infinidad de la noche y de sus largas sucursales.
Se detuvo
ante el espejo para autoconfirmarse. Pero, ¿y estas
llaves
colgando del cuello en una sucia cuerda?


Primavera


Un muro de cristal. Tres muchachas desnudas
sentadas detrás. Un hombre
sube la escalera. Sus plantas desnudas
aparecen rítmicamente una después de la otra,
con tierra roja. Pronto
la silenciosa, casi ciega luminosidad, cubre
todo el jardín y se escucha
el muro de cristal que se rompe verticalmente,
cortado por un diamante grande, secreto, invisible.


Otro día festivo


Todo era perfecto. Las nubes en el cielo.
El niño en la cuna. La ventana
en el cristal lavado. El árbol en el cuarto.
El delantal sobre la silla.
Las palabras en el poema. Y sólo
una hoja muy brillante permanecía fuera,
y la llave a través de una cadena alada.


Viento


Frente a la ventana, los grandes girasoles.
Sobre el camino sucio, polvo del caballo que pasa.
Ella de pie todavía esperando. Triste.
La luz reflejándose en su cara podría ser
de los girasoles aquellos; De repente
levanta los brazos, atrapa el viento,
se posesiona del sombrero de paja del jinete, lo aprieta
a su pecho,
entra y cierra la ventana.


Emergió


No podía haber tenido más de dieciocho. Se quitó toda
la ropa,
como jugando, pero obedeciendo a algo
que todos podíamos entender. Se subió al peñasco
tal vez para verse más alto. Quizá pensó
que la altura encubriría su desnudez. No era necesario.
¿Quién piensa en la altura en esos momentos?
Había una franja rosada en su cintura
—la huella del cinturón que lo hacía parecer aún
más desnudo. Y entonces, con un soberbio salto,
a pesar del frío de enero, se tiró al mar.
Pronto emergió sosteniendo la cruz muy en alto.


Posición


Estaba completamente desnudo en la playa.
El cielo lamía su cabello.
Y el mar sus pies. El crepúsculo
marcó una cinta roja cruzada sobre el pecho,
apretada alrededor de su cintura. Un extremo
colgaba hasta la rodilla izquierda.


Belleza de la clase trabajadora


Caminaba nerviosamente de un lado a otro de
la sucia calle sudando,
cuidando
el camión ponchado y su carga. Descalzo,
con los pantalones enrollados, semejaba un remero
antiguo,
de pies grandes y morenos, músculos esculturales
en sus brazos desnudos. Cuando la brisa sopló
su poderosa espalda se dibujó a través de la camisa.
Las muchachas
que regresaban de la playa al mediodía
siguieron lentamente hasta ese punto de la calle para
anudar sus sandalias
o ajustarse el cinturón. Entonces él
subió sobre los melones del camión, sacó su peine y
se arregló el cabello.


Sumisión


Abrió la ventana. El viento rompió,
y de un golpe, le separó el cabello, en dos grandes pájaros,
sobre sus hombros.
Cerró la ventana.
Los dos pájaros estaban sobre la mesa
mirándola. Ella inclinó la cabeza
entre ellos y lloró en silencio.


Calor


Las rocas, el mediodía inflamado, las grandes olas
—el mar indiferente, peligroso, fuerte. En la calle
de arriba,
los muleros gritaban, sus carretas llenas de sandías.
De repente, un cuchillo, la cortada suave, el viento,
la pulpa roja y las semillas negras.