Material de Lectura

Presentación

 

La persona física y moral de Joaquín Pasos ha dejado un recuerdo de blancura sonriente. Es otro de los niños mimados y enfermizos del arte occidental. Nacido en Granada, Nicaragua, el 14 de mayo de 1914, murió en Managua, el 20 de enero de 1947, cuando aún no cumplía 33 años; sin embargo, su canto alcanzó la maestría, y por eso mismo es de los poetas siempre jóvenes o actuales de América. Hizo parte de los estudios primarios en una escuela de su ciudad natal, e intercalando vacaciones adolescentes en Managua, donde data lecturas y poemas iniciales, se bachillera en el Colegio Centroamérica en 1932. Ya antes de finalizar la secundaria, en 1931, había sido presentado al público como poeta en la página, "Rincón de Vanguardia" de El Correo; perteneció, pues, al movimiento renovador de la poesía en su patria. Desde 1932 cursó la carrera de Derecho, que siempre estuvo a punto de concluir en la Universidad de Oriente y Mediodía de Granada y en la Central de Managua. Dirigió revistas y colaboró en periódicos y suplementos culturales. Salió en dos oportunidades del país, parece que una a El Salvador y otra a Costa Rica, y en varias ocasiones fue a parar a la cárcel por pequeñas deudas y posiblemente por asuntos políticos. Hacia 1945 organizó su único poemario, Breve suma, localizando, tal vez, su título en la, "Égloga III" de Garcilaso. Tradujo teatro y poesía francesa, árabe y japonesa; escribió múltiples artículos, ensayos que andan perdidos en los órganos publicitarios donde colaboró y que aguardan su compilación, y cuentos, entre ellos uno decididamente antológico, "Él ángel pobre"; dictó conferencias literarias e históricas, y compuso una pieza escénica en colaboración con José Coronel Urtecho, La Chinfonía Burguesa, farseta en un prólogo, tres actos y un epílogo, publicada por primera vez en Centro (Managua, junio-julio de 1939, año I, vol. IV, pp. 82-98).

De toda esta producción, únicamente se han divulgado o son más accesibles sus poemas: Breve suma (Managua, Nuevos Horizontes, 1947), de póstuma aparición, con prólogo de su compañero Pablo Antonio Cuadra, circuló nada más en Nicaragua. En El Salvador editaron una mínima selección, Colección Caballito de Mar, y en México, una buena cantidad, aunque no completos. Este libro está impreso con el nombre que él, según afirman, quiso muy reveladoramente bautizarlo, Poemas de un joven (México, Tezontle, 1962); tiene introducción de Ernesto Cardenal y se divide en seis partes: Poemas de un joven que no ha viajado nunca, Poemas de un joven que no ha amado nunca, Poemas de un joven que no sabe inglés, Misterio indio, Otros poemas y Canto de guerra de las cosas. En la poesía de Joaquín Pasos se advierten los influjos de las tendencias europeas de vanguardia: futurismo, creacionismo, letrismo, surrealismo, neopopularismo, etcétera; de aquí los caligramas, la temática viajera de su primera hora, las canciones "Chinfónicas" y folklóricas, sus juegos y su imaginería, hija directa de Vicente Huidrobo y de Ramón Gómez de la Serna. De este último recibe la Greguería y se la apropia, porque uno de sus elementos era esencial en Pasos: el humor, y Humorismo + Metáfora = Greguería. A pesar de ésta su condición de innovador o quizá por ella misma, fue un experto en el manejo o en el juego de metros, estrofas, rimas y recurrencias difíciles; se respaldaba en la mejor tradición de la poesía española: el Siglo de Oro, más exactamente, Góngora y Quevedo. Lúdico con la retórica. Y no obstante todo lo gracioso y toda la gracia que la asisten, esta poesía tiene los ojos angustiados de los náufragos en tierra y mar, corre por ella un irremediable sentimiento elegiaco, un agua de tristeza y ésta emana de la certidumbre de que la muerte se le iba haciendo cada vez más real en su vida y obra, en su mundo. "Fíjate —dijo en una ocasión Joaquín Pasos a Pablo Antonio Cuadra— cómo mis poemas van entrando a la muerte. Estoy asustado." Y en efecto, su poesía desembocó plenamente en la "mar que es el morir" al final de su existencia; los ciclos biológicos de Joaquín Pasos son asimismo los poéticos y con esto no queremos decir que sea un poeta autobiográfico. De tal manera que poco antes de fallecer, produjo el Canto de guerra de las cosas, que habría que fechar en Managua entre 1943 y 1944. Texto perfectamente planeado, urdido, pasó por varias versiones antes de llegar a la definitiva, o más bien, a la conocida, o sea, la que aparece en Breve suma (1947). Prueba de ello es que tanto Luis Alberto Cabrales como Jorge Eduardo Arellano han divulgado dos fragmentos que el poeta eliminó y que nosotros reproduciremos ahora luego del "Canto"; pero falta todavía cotejar el original, que obra en el archivo de Enrique Fernández Morales, en Granada, Nicaragua, con las reproducciones hechas, para establecer un texto fiel a la voluntad de su autor, o comprobar si en realidad la versión divulgada en 211 versos es la idónea. Por hoy sólo lo ofreceremos según la distribución tipográfica de Breve suma.

Para ilustrar algo más la lucidez con que fue elaborado el "Canto", léase esta explicación que previa a su lectura le hizo Joaquín Pasos a Pablo Antonio Cuadra y que éste transcribió en su ya mencionado prólogo a Breve suma: "Se trata en principio —dijo— de la cosa gastada, la cosa baldía. The waste thing como diría T.S. Eliot. Esa cosa, pero en rebelión. El dolor humano producido por el quejido de las cosas... Luego se rió (siempre se reía antes y después de un poema), y agregó: tiene la técnica admonitiva y la estructura de un sermón. Este poema está calcado en las reglas clásicas de la oratoria sagrada. Lo curioso es que esa misma contextura ha dado a sus pausas los variados paréntesis del sacerdote en el pulpito: para arreglar la estola, para enjugarse con el pañuelo, para sobarse las manos... etcétera." A partir de esta cita se nos ha ocurrido hacer y/o proponer una lectura del "Canto" que, quizá, responda a los propósitos del poeta y nos desnude esa estructura, las partes del sermón. La lectura deberá hacerse así. Primero: no hay que leerlo. Hay que oírlo, es decir, leerlo en voz alta. Poema declamable. Segundo: esta voz alta tiene que convertirse en un personaje, que será necesariamente un fraile predicador, una especie de hermano Ricardo, Antonio Fradin u Olivier Maillard. Y tercero: este fraile (voz y/o personaje) será colocado en un pulpito. El pulpito estará así en el otro mundo, respaldado por la Danza de la Inmortalidad. De .este modo y antes de escuchar el "Canto", nos enteraremos de otro milagro de la poesía: he aquí un poema póstumo, o sea, redactado en la muerte y por un vivo; datado en el otro mundo. Y esto lo pudo hacer Joaquín Pasos porque, no obstante de permanecer aún entre los vivos, ya la muerte lo andaba rondando, ocupando, había invadido su persona y su lengua. "Canto" posmortem.

Ahora dispongámonos a escuchar el sermón: como todo orador sagrado, el poeta suelta un extenso epígrafe en latín. Epístola de San Pablo a los romanos (Cap. 8, vers. 18-23), ya para captar la atención del auditorio, ya para glosar o explayar los versículos bíblicos. Acto seguido se desata la reprimenda, la amonestación airada, y a veces, tierna, contra el género humano que se ha empeñado en la destrucción y el desamor; que hizo de la tierra no el reino de Dios, sino el reino de la guerra. (Y es que si recordamos las fechas de nacimiento y muerte de Joaquín Pasos (1914-1947), nos daremos cuenta de inmediato que nació, creció y expiró en medio de las guerras y posguerras mundiales. Parece que su recuerdo, su "olor de recuerdo" que conservaba del mundo era de fuego: llamas y pólvora. "Todo se quedó en el tiempo. Todo se quemó allá lejos", dice desencantada y vagamente en el último verso del "Canto").

Poco a poco la voz, al ir tomando cuerpo, opaca al predicador. El cuerpo o la voz le cumple al código de la oratoria. Los primeros versos saben, suenan a preámbulo, a Exordio que prepara al auditorio o feligresía, al alertarla, al ponerla en sobreaviso de que está acabando con todo y que se están exterminando todos:

Cuando lleguéis a viejos, respetaréis la piedra,
si es que llegáis a viejos,
si es que entonces quedó alguna piedra.

Después viene una suerte de Proposición o planteamiento del tema, del motivo: se hablará contra los afanes bélicos del hombre; se hablará contra, desde y sobre la destrucción. Luego surge la Confirmación, aquí se sacará a la destrucción misma a que tome la palabra. Habla la destrucción. Se confirma desde su ser. "Sin lástimas, sin subterfugios, sin versos", se nos planta al frente, "el dolor verdadero". El "dolor parado en "seco" ante nosotros. La destrucción hecha carne, cosa, objeto que se presenta también destruido, pero que gracias al verbo puede hablar, dirigirse a nosotros. La voz y/o el "Canto" se nos muestra entonces flagelado por un relámpago negro y por otro blanco; iluminado súbitamente por las explosiones, con los huesos desarticulados y la lengua salida; pero esa voz encierra también unas ganas cristianas de mantenerse unida, conciliada y reconciliada. (Véase cómo los vocablos y los versos transpiran ese espíritu: las enumeraciones del poema que son muchas, jamás son caóticas, porque siempre buscan, procuran el vínculo, la armonía.) Cuando el predicador llega al epílogo o Peroración, cuyas intensiones son las de conmover y convencer al oyente, feligrés o lector, disuadirlo de sus cuidados, ya estamos conmovidos y convencidos del horror. Y vaya si no conmueve y convence oír hablar a un difunto de la muerte, de la destrucción, del dolor, del vacío, y oír además hablar al dolor como dolor y con dolor, al quejido como quejido y con quejido y al vacío como vacío. Pero al final de este desolado, tenebroso y aterrador paisaje se respira un poco: allá en el horizonte se asoma coronando la Esperanza. Era toda la muerte que precede a un parto, a la nueva vida.

El Canto de guerra de las cosas es la cabal expresión, y con cuánta temperatura y desgarramiento, de las angustias existenciales de Joaquín Pasos: la lucha contra ese cómplice de la muerte que es el tiempo; la conciencia de su acabamiento biológico, acrecentada por las guerras mundiales: el hombre y el mundo decididos a su destrucción, a su desintegración, cultivando su muerte: "un inmenso jardín de muertes" que "florecerá muertes y más muertes". Y todo esto está dicho con excelencia: las recurrencias de Pasos llegan aquí también a su clímax, a su culminación, a su realización: la enumeración que no desintegra y que hasta configura; el verso libre fluido, ancho de música, que muy libremente se une con un elemento tradicional que es la rima asonante; la imaginería suelta en su imaginación y limpia y firme en su plasticidad. No es gratuito que Mario Benedetti afirme que el Canto de guerra de las cosas es "uno de los más hondos y auténticos poemas creados en América Latina [que] podría soportar sin menoscabo el riesgoso cotejo con Sermón sobre la muerte de César Vallejo, Alturas de Machu Picchu de Pablo Neruda o Soliloquio del individuo de Nicanor Parra". Sin embargo, y aunque pudiéramos pecar de exagerados, ninguna de las piezas citadas por Benedetti supera en intensidad y desgarramiento, calado y calidad artística al "Canto". Texto de alta calidad en su ejecutoria verbal y de profunda palpitación visceral. Autor que alcanzó dominio y señorío en su instrumental expresivo. Poema que es muchos poemas, plural y unitario. Poema síntesis. Inventario de motivos y técnicas de Pasos, pero en sumo grado.

 

 

Julio Valle-Castillo

 

México, D. F., 21 de febrero de 1978