Material de Lectura

Stanislaw Grochowiak

 

Stanislaw Grochowiak, poeta, dramaturgo, cuentista, novelista, crítico de poesía, autor de guiones de cine y de estupendos poemas para niños, nació el 24 de enero de 1934 en Leszno —región de la Gran Polonia— y murió el 2 de septiembre de 1976 en Varsovia. La muerte prematura de Grochowiak privó a la cultura polaca de uno de sus creadores más inquietos y multifacéticos.

Grochowiak era una personalidad misteriosa y obsesionante. Un poeta inspirado y maldito, de la más pura cepa romántica. Vivió intensamente, sin tomar precauciones, precipitando él mismo su muerte a través del alcoholismo.

Balada caballeresca, Minueto con atizador, Irse desnudando hacia el sueño
y Las uvas espinas, cambiaron totalmente el paisaje de la poesía lírica al final de los años cincuenta. Contra el optimismo obligatorio del periodo anterior, Grochowiak reaccionó con una poesía trágica, oscura y estetizante que exaltaba los aspectos antes descuidados del hombre: su naturaleza biológica y erótica, su relación con las cosas feas, triviales e incluso repugnantes, expresada en un lenguaje sofisticado. En este sentido, Grochowiak, atacado muchas veces por el poeta de la visión diáfana del mundo, Julián Przyboś, es un continuador de la línea baudeleriana. Poeta de desnudos, de naturalezas muertas, de "lecciones de anatomía", de sonetos blancos, grises y pardos, de haikus, Grochowiak es un pintor fascinado por la densidad de la materia, que se asoma a la metafísica sólo a través de aquélla.

"Al país del moho —mi oscura patria— se entra por el amor" confiesa Grochowiak en uno de sus poemas más bellos. El amor, más bien el erotismo del poeta, es un reverso de su obsesión de la fealdad y de la muerte, que a fin de cuentas no es más que un "irse desnudando hacia el sueño". La idea par excellence barroca: la muerte es una prolongación metafísica del amor, y el amor, una iniciación en la muerte.

Grochowiak encontró en la poesía del barroco polaco una fuente inagotable de inspiración. Este gran conocedor de, la poesía medieval y barroca en Polonia y en Francia, más bien merece el nombre de un enamorado que se arrodilla ante la tradición. Esta actitud lo llevó directamente a la estilización, al uso de las palabras arcaicas, al cultivo de unas rimas y ritmos perfeccionistas. Pero los viejos moldes se transforman bajo su mano alucinante y —según dice en uno de sus poemas publicados póstumamente— "a esta barca no le perjudica el rumbo".



Sus poemas

La separación

Debe haber una medianoche
que ya no veré,
la medianoche del mundo
y la de veinticuatro horas.
El tiempo y el espacio hilvanado
con la única estrella,
bajo la cual tan sólo
ha nacido la muerte.

El olor de la medianoche yace
en los oídos de los muertos,
en las narices de perros pasmados,
en el sinfín de la nieve
y en las medallas de porcelana
por las que se asoman los niños,
quietos al fin.

El sabor de la medianoche pegado
a la mano aquella.
Cuando la toqué sabía a hierro
bajo un soplo de frío.
Desde entonces huyo a media lengua,
desde entonces
balbuceo.

para los amantes —el mismo afán
que para los muertos
La alcoba del amor que sea velada
con terror a Dios
Prohibido el acceso a los niños
Para los amantes —fúnebres en la dicha
el mismo atuendo
Antes de que se tapien las puertas,
se atranque la tierra,
el satín más pesado sobre sus cuerpos
se corroerá




Irse desnudando hacia el sueño

Nos desplazamos juntos
en esta cavidad disforme
Ella alquitranada
Yo con vestido azul
Ella enverdeciendo
desde la calvicie

Aquí —indica—
el primerísimo clavo
Aquí suspenderás
la cítara de tus dos manos

¿Y este jilguero
a lo mejor en ellas?
—Yo pregunto—

Ella sorda de ambas estrellas negras

Aquí —indica—
el siguiente clavo
Aquí suspenderás el tul
plateado de tus pulmones

¿Y esta rosa
posiblemente en ellos?
—Yo pregunto—

Ella ciega de ambos oídos perfectos

Aquí —indica—
el clavo para la cabeza
Suspéndela suavemente
el pico abajo

Y ya no pregunto
Me quedo desnudo
con la aureola del Bautista
por encima del cuello
de alambre




Hombría

Te escribo de nuevo una carta seria
sobre la hombría

Sapiencia en cueros vivos
cual un venado
chorreando sangre en la purísima nieve

Sapiencia triste como un peón
que lava sus piernas antes de marcharse
al hospital

Sólo bomba de jabón
repleta de risa
que revienta en medio
de los funerales

Sin embargo la cabeza
esta joroba peluda
tiene su gran orgullo
de un globo
sin par

Se refugia —si exterminio—
en el cálido sótano
de llorosos labios

 



Cuando no quede nada

Te colocaré desnuda entre vanidades
Habrá vestidos pesados como el agua
Habrá medias con olor a manzana
Habrá tocados de ala ancha
Habrá metal

Te tendré desnuda en el paisaje oscuro
denso de candeleros, bronces y porcelanas
de las cuales humee el ponche de vainilla
en las irritadas narices de los inmóviles
galgos

Sintió esta necesidad Rembrandt cuando a Saskia
pintaba y ella huía de su propia muerte

Como si quisiera impedirla con peso de racimos
atraparla con eí resplandor de los candeleros