Ciudad encantada
Al sonar el esquilón se escaparon del gran cubo de la torre las palomas que allí tienen su reunión. Invisible alguna cuerda voltijea la campana, lenta... lenta... y es tan alta la alta torre, y es el vuelo tan de rondas vagarosas, que en lo azul del tardo cielo las palomas más parecen mariposas. La ciudad callada y sola; la tibieza del ambiente; lo apocado de lo arcano... Y esta especie de cansancio que es acaso como el alma silenciosa de esta tarde de verano. Todo es mudo y todo es viejo. El espíritu se amedrenta y se anonada. En las calles y en las plazas tal no hay nadie, tal no hay nada, que la ciudad se parece a una ciudad encantada.
(De mi libro de horas)
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