Almas humildes
Amo esas ignoradas florecillas de las viejas callejas donde casi no hay tránsito ni de individuos ni de parejas. El empedrado se ha borrado bajo la invasión de un prado; y en las orillas, un convento florece de florecillas. Minúsculos ranúnculos, yedrecillas tan breves como miosotis, estrellas de oro, y escabiosas de color punzó que bordan la banqueta al "rococó". Qué frecuente mi silente paseo sobre estas losas; qué callado mi amor por estas cosas, y qué frecuente mi recolección de rosas. Como párvulos minutos de un horario que me anuncia las dos, van ya los escolares en itinerario a su lección. Ya es hora de acercarse a aquella mansa virtud de su quietud: Ya mi casa se cubre en lontananza. Mi vieja criada, gran cultivadora de "Rosas Reinas", no dirá nada; mas yo bien sé de la malicia del gesto que a hurtadillas fragua, si ve que sobre mi mesa, pongo yo la pobreza de mis florecillas, en agua.
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