Gaya ciencia
Dijo la dama al poeta: —Habéis cantado tan bien al ruiseñor amoroso, que con dulce placidez, en vuestros versos oía sus propias perlas caer. —Señora, dijo el poeta, ruiseñor fui yo una vez. —Habéis celebrado al lirio con tan noble sencillez y comprendido su gracia con un acierto tan fiel, que en vuestros versos parece duplicarse su esbeltez. —Señora, dijo el poeta, yo he sido lirio también. —La pompa de los palacios, la gallardía y la prez de monarcas y princesas dar con tal brillo sabéis, que en vuestros versos el oro parece resplandecer. El poeta le repuso: —Señora, yo he sido rey. —Dolores que habéis cantado, sin padecerlos tal vez, tan hondo el alma me hirieron, que sin comprender por qué, bajo el peso de la angustia me sentí palidecer. —Señora, dijo el poeta. yo fui aquella palidez. Que el secreto de las cosas y de las almas lo sé, y las canto por sabidas sin saberlas a la vez. Pues para que bien cantase, mi hada madrina al nacer, del gozo y pena de todos me hizo la dura merced. —Entonces, dijo la dama, decirme, acaso, podréis, si es verdad que de amor mueren los que bien saben querer. Así el triste ha respondido, quebrados acento y tez: —A qué preguntáis, señora, lo que a la vista tenéis…
|