El viaje de Ulises (con Silvana Mangano & Kirk Douglas)
Cuando estamos muy lejos (como ahora) a 20 horas de vuelo o casi 20 días por el mar. te recuerdo bailando sobre ese mostrador iluminado de una playa nocturna. Sin miedo ni recato, con toda la alegría de las cosas que nombramos eternas. Hace casi trece años. Desde entonces nos hemos fatigado (más que muchos) por procurarnos algo de verduras y pescados y un refugio a la hora del zancudo contra la locura (tediosa) de la calle y la tristeza de los inoportunos. Amor que es un modelo de constancia (tejes y destejes la chalina de alpaca). Y no es por la retórica de Homero. También algunas noches (mejor si estamos solos) son notables nuestros vientres dulcísimos y tensos. Privilegios que suelen más bien darse (si se dan) entre amantes de ocasión y sin futuro. Entonces cuando te hallas muy lejos (como ahora) no apareces tan sólo en la luz del bar junto a las olas, vuelves también a mi memoria / vibrante como una cierva (herida) tras las cortinas de nuestro dormitorio. Por eso a la distancia (digamos que rodeo los islotes de Circe) me cuesta recordar esas reyertas entre la madrugada. La fría maldición en el almuerzo.
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